HISTORIA | El gol eléctrico de Oli
Por Manolo Rodríguez
A día de hoy sigue siendo el gol más rápido que se ha cantado en Heliópolis tras un saque de centro. Lo marcó el delantero Oli apenas 12 segundos después de que hubiera comenzado el segundo tiempo de un apasionante Real Betis- Real Madrid. Un partido grande que ganaron los verdiblancos y que llenó hasta el acabose los graderíos del Villamarín.
Estaba recién estrenado el año 1998 y era la última jornada de la primera vuelta de aquella Liga en la que dirigió al Betis Luis Aragonés. La noche del sábado 3 de enero, dos días antes de que Sus Majestades de Oriente recorrieran las calles de la ciudad con su cargamento de ilusiones, y con las cámaras de las televisiones autonómicas como testigos de tan significado acontecimiento.
El Real Madrid, vestido de azul, llegó a Heliópolis clasificado en segundo lugar, a un punto del líder Barcelona, y, como siempre, aspirando a todo. En la estación de Santa Justa fue recibido con clamores, mientras que en los periódicos se aludía una y otra vez a que los del Bernabéu no habían perdido ni un solo partido fuera de casa desde el inicio del campeonato y que hacía más de una década que el Betis no les ganaba en campo propio, exactamente desde aquella vez en 1987 en que lo abatieron los goles de Melenas y Quico.
El Betis, por su parte, no terminaba de hacerse grande, aunque en los meses de noviembre y diciembre hubiera llegado a encadenar hasta cuatro victorias consecutivas. Estaba noveno en la tabla y lo más reciente era que había cerrado el año 97 con una desagradable derrota en Santander por 2-0.
Aun así, el entrenador bético respiraba optimismo en las vísperas. Declaró que el Madrid era un equipazo y que para ganar habría que rozar la perfección. Pero que se le podía hacer daño. Se mostraba satisfecho de que los jugadores hubieran vuelto de las vacaciones "en su peso ideal, sin ningún exceso navideño" y anunciaba la reaparición de tres titulares de jerarquía: Oli, Ureña y Vidakovic.
Con la vuelta al equipo de los dos últimos se esperaba mejorar la prestación defensiva, un factor que se antojaba decisivo teniendo en cuenta que enfrente encontrarían a Mijatovic, Suker, Raúl y, posiblemente, al nuevo brasileño fichado por los madridistas en el mercado de invierno. Un joven de 23 años llamado Savio Bortolini, procedente del Flamengo, quien había viajado a Sevilla, a pesar de que su ficha no estaba aun plenamente tramitada.
Del croata Davor Suker, en particular, se hablaba mucho aquellos días al recordarse machaconamente su reciente pasado sevillista. Algo que confirmaba el propio delantero al reconocer que: "Marcar en el Villamarín sería algo muy especial".
Así llegaba una noche de "no hay billetes", a pesar del tiempo lluvioso y húmedo. A las ocho y media empezaba el pleito, pero antes hubo tiempo para vivir una escena muy emotiva: el saque de honor de Curro Romero, quien golpeó la pelota con mimo desde el centro del campo, antes de saludar a la afición que llenaba las tribunas como si mismamente estuviera en el tercio.
Arbitró el tinerfeño Brito Arceo, quien pareció disfrutar en su paseíllo con Curro hasta que lo despidió en la banda, y, a sus órdenes, los equipos formaron con las siguientes alineaciones:
Real Betis: Prats; Ureña, Vidakovic (Solozábal, m.62), Olías; Márquez, Nadj, Alexis (Cañas, m.67), Jarni; Finidi, Oli y Alfonso (Fernando, m.80).
Real Madrid: Cañizares; Jaime, Sanchís, Hierro, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo, Guti (Savio, m.73), Raúl; Mijatovic (Morientes, m.76) y Suker.
El Betis salió vibrante y desde muy pronto pareció una cosa seria. Tanto, que a los 11 minutos ya cobró ventaja en el marcador. Luis Márquez centró desde la banda derecha un balón muy tocado y cuando se iba del área Jarni lo agarró de volea con la izquierda. La pelota botó en el suelo y alcanzó una parábola imposible para Cañizares.
Estalló el estadio, pero el Madrid sólo se dio 10 minutos de tregua para empatar. Tras sacar con picardía una falta, Raúl se la puso en la izquierda a Roberto Carlos y el brasileño la clavó en el palo corto con un tiro raso y a quemarropa.
A partir de ahí se estabilizó el pleito y pasaron pocas cosas hasta el descanso, como si unos y otros hubieran firmado una tregua a la espera de nuevas emociones.
La primera jugada
Emociones que llegaron muy pronto en la segunda parte. Apenas en la primera jugada. Jarni entró por su costado como una flecha y sacó un centro sólo al alcance de los elegidos que Alfonso cabeceó con maestría a la madera de la escuadra. Y aún no había caído la pelota cuando Oli, apareciendo por detrás de Hierro, empujó el cuero a las mallas.
Sólo iban 12 segundos de la segunda parte y este era el sexto gol en la Liga que marcaba el asturiano Oliverio de Jesús Álvarez con la camiseta verdiblanca. Sin duda, el de mayor repercusión desde su llegada a Heliópolis. El que justificaba el muy buen cartel que tenía en aquel momento.
Oli había fichado por el Betis ese verano a petición de Luis Aragonés. Una solicitud tan expresa que incluso obligó a los dirigentes verdiblancos a renunciar al contrato que tenían suscrito con el equipo holandés del Vitesse para el fichaje del delantero Roy Makaay, un emergente goleador que Johan Cruyff le había recomendado a Lorenzo Serra y por el que había apostado sin reservas el anterior técnico, hasta el punto de firmarse un acuerdo que ahora quedaba sin vigencia.
Luis prefirió a Oli, delantero centro del Real Oviedo, que en la temporada anterior había hecho 20 goles y se había situado como tercer goleador nacional por detrás de Alfonso y Raúl. Algo que cabía comprender. De una parte, porque Aragonés tenía mucha confianza en los jugadores nacionales al considerar que no necesitaban adaptarse al fútbol español. Y, de otra, porque Oli parecía un buen futbolista para la nueva etapa que se abría en el Betis. Un excelente acompañante que permitiría que Alfonso dispusiera de más libertad en el ataque.
Oliverio Jesús Álvarez González, de 25 años de edad, fichó por el Betis el 4 de julio de 1997 y suscribió un contrato por seis años. El abono de su cláusula de rescisión se cifró en mil millones de pesetas (más IVA) y la cláusula que a su vez le puso Lopera se situó en los ocho mil que ya tenía Alfonso.
Un fichaje millonario que pareció aún más conveniente cuando dos meses más tarde (con apenas 4 partidos disputados con la camiseta verdiblanca en competición oficial, 3 de Liga y 1 de la Copa UEFA, y 1 gol anotado) debutó con la selección nacional.
Fue el miércoles 24 de septiembre de 1997, en Bratislava, capital de Eslovaquia, en un encuentro decisivo, ya que si la selección, entonces dirigida por Javier Clemente, derrotaba a los eslovacos obtendría la clasificación matemática para el Mundial de Francia de 1998.
Ganó España por 1-2, con goles de Kiko y Amor, y Oli entró en el terreno de juego a dos minutos del final, reemplazando, precisamente, al delantero del Atlético de Madrid que había abierto el marcador.
Por cierto, que en aquel encuentro participaron dos jugadores del Real Betis, Alfonso y Oli, aunque no coincidieran en el terreno de juego, y con ellos estuvo asimismo Roberto Ríos, que ya militaba en el Athletic de Bilbao.
España consiguió con autoridad su billete para Francia y menos de un mes más tarde, el sábado 11 de octubre de 1997, disputó el último partido del grupo de clasificación, recibiendo a Islas Feroe en el estadio de El Molinón, de Gijón.
Y, curiosamente, en territorio tan hostil fue donde Oli jugó por primera vez como titular en la selección. El equipo nacional ganó por 3-1, y aunque el delantero hizo incluso uno de los goles del triunfo hispano, nunca más volvió a jugar con la Roja.
El apasionante final
Todas esas certezas, sin embargo, las traería el futuro. Ahora, esa noche de enero de 1998, Oli cantaba con júbilo el 2-1 contra el Madrid. Ese tanto eléctrico que había llegado en un visto y no visto tras el saque de centro que daba inicio a la segunda mitad.
El Betis estaba otra vez por delante para satisfacción de los suyos. Pero el Madrid es el Madrid. Puso de nuevo en marcha su maquinaria de guerra y en sólo 4 minutos volvió a empatar, tras una acción embarullada que, como siempre, acabó resolviendo desde cerca Raúl.
Tras el 2-2, los verdiblancos toman aire. Se equilibran con dificultad ante las dentelladas madridistas, hasta que en el minuto 62 aparece una jugada bellísima. Una obra maestra. Vidakovic sale jugando desde su propio campo, tira una pared en el borde del área con Oli y, sin dejarla caer, la empalma prodigiosamente lejos del alcance de Cañizares. Un gol que aún se estaba cantando cuando Vidakovic se echó la mano al muslo derecho y apercibió al banquillo de que se había lesionado y precisaba el cambio.
El duelo, entonces, se convierte en un cuerpo a cuerpo tremendo. Un choque de hombres en el que el Betis está obligado a ofrecer su mejor versión para contener al equipazo que tiene enfrente. Abundan las escaramuzas en las dos áreas, y, casi al final, llega otro fogonazo memorable: el paradón que Prats le hace a Suker cuando el croata lo fusila a menos de un metro. Algo que no acaba de asumir el delantero.
Termina el partido con la expulsión de Nadj y el triunfo verdiblanco por 3-2. El sufrimiento da paso a la euforia. Así lo resumen las palabras de Curro Romero, el primero que tocó el balón aquella noche: "Ganar al Real Madrid ha hecho muy felices a todos los béticos, aunque hubo momentos en que creí que se me salía el corazón del pecho."
Sí, fue una gran victoria, conseguida a ley, que dejó recuerdos imperecederos como la jugada prodigiosa de Vidakovic y el gol eléctrico de Oli, Un tanto tan rápido que sólo ha ocurrido desde entonces una cosa igual. Fue en 2013 en un Betis-Zaragoza y entonces la obra la firmó Rubén Castro. Segundo arriba o abajo por ahí anduvieron los dos tantos en cuanto a velocidad de ejecución. Aquel fue al comenzar el partido y el del asturiano al iniciarse la segunda parte.
Y ambos sirvieron para que el Betis ganara.