HISTORIA | El primer gol de Cardeñosa
Por Manolo Rodríguez
Julio Cardeñosa ha sido uno de los jugadores más grandes del Real Betis a lo largo de su historia. Un nombre decisivo cuyo liderazgo y grandeza viven eternamente en el corazón de los béticos. Menudo de cuerpo, pero imponente como futbolista, fue uno de los mayores talentos que jamás se han visto en Heliópolis. Un dios en el Olimpo verdiblanco.
El Betis fichó a Cardeñosa en el verano de 1974, cuando el club acababa de ascender a Primera División y el presidente Núñez soñaba con armar un equipo que pudiera estabilizarse en la máxima categoría, algo que se echaba en falta desde mediados de la década anterior. Se había heredado una buena base de la temporada anterior y quizá sólo se precisaran unos pocos retoques en la plantilla para mejorar el rendimiento que ya ofrecían jugadores tan contrastados como Esnaola, Biosca, Sabaté, López, Benítez, Anzarda, Alabanda, Cobo o Rogelio.
El secretario técnico, José María de la Concha, buscaba, sobre todo, un delantero centro que mejorara las prestaciones del argentino Mamelli y un centrocampista con talento que hiciera jugar a aquel equipo tan sólido. Para el eje del ataque contrató al paraguayo Celso Mendieta, procedente del Guaraní, y para la creación apostó fuerte por un muchacho zurdo y brillante que había deslumbrado en el Valladolid en las tres temporadas anteriores.
Se llamaba Julio Cardeñosa, contaba 24 años y el Barcelona lo tenía en su agenda, incluso con una opción de compra que no llegó a ejecutar. También lo querían otros equipos y por eso De la Concha le recomendó a Pepe Núñez que se la jugara sin reservas. Una decisión valiente que hizo posible el cambio de destino del jugador, ya que, inicialmente, el Valladolid parecía decidido a traspasárselo al Sevilla. Pero el Sevilla lo quiso fichar a plazos y el Betis desembolsó los trece millones al contado.
Cardeñosa firmó el 22 de junio de 1974 y lo primero que conoció fue el calor. El insoportable calor de las cinco de la tarde cuando Pedro Buenaventura lo acompañó al reconocimiento médico y el que desprendía la vieja camiseta de algodón que le pusieron para las fotos de la presentación.
Una camiseta, por cierto, que tenía a la espalda el número 17. Al dársela, dijo el vicepresidente del Valladolid, "a él le gusta jugar con el 10", a lo que el siempre sentencioso Alberto Tenorio replicó con sorna: "eso tendrá que ganárselo".
Y bien que se lo ganó, francamente. Desde la misma noche que se presentó en Heliópolis, aquel recordado 7 de agosto de 1974 en que fue homenajeado Rogelio en un memorable Real Betis-Wisla de Cracovia.
En la Liga debutó el 7 de septiembre de 1974 en el estadio Insular canario contra la UD Las Palmas. Choque que abrió la campaña. Fue titular hasta la quinta jornada, pero después despareció del equipo. Entonces, un directivo le reveló que a Szusza no acaba de convencerle su apariencia frágil. Preocupado, fue a ver al hombre que lo fichó. Y José María de la Concha fue tajante: "no te preocupes, tú a lo tuyo, que acabarás triunfando en el Betis".
El periodismo de la época también apretó solicitando su regreso al equipo y dos jornadas más tarde, en el Bernabéu, volvió a salir con el '10'. Y ahí se quedó. Al domingo siguiente cuajó un buen partido contra el Zaragoza y una semana más tarde llegó el partido contra el Athletic de Bilbao en San Mamés, el de su primer gol.
Un duelo que venía marcado por un cierto dramatismo, ya que 'los leones' andaban por los sótanos de la tabla viviendo unas circunstancias que no les eran comunes. Los entrenaba Rafael Iriondo (después tan querido en la casa de los béticos) y los rumores andaban disparados en el Bocho. Para colmo, Iribar y Rojo I, dos de los grandes emblemas rojiblancos, estaban con fiebre y eran serias dudas.
El Betis, por su parte, estaba en la obligación de hacer un buen resultado, puesto que el inmediato rival en Heliópolis sería el Barça de Cruyff. Un enemigo grande ante el que podría pasar cualquier cosa.
En las vísperas del partido de Bilbao, llegan noticias de que el Athletic está poniendo el campo como más le conviene: mojado y con barro. Abiertamente, la prensa de la época dice que en San Mamés están funcionando las mangueras. Quizá por eso, Ferenc Szusza compone una lista de expedicionarios en la que incluye a Telechía y Blanco, dos futbolistas de fuerza y trabajo, que acompañarán en el banquillo al portero suplente García Fernández y al delantero Juan Carlos Mamelli.
Pero no toca el equipo de salida que ya jugó una semana antes contra el Zaragoza en Heliópolis. Con estos quince jugadores viaja el viernes a Madrid en avión y desde ahí a Bilbao en coche-cama. El sábado luce el sol, pero San Mamés está embarrado.
El domingo 1 de diciembre de 1974, a las cinco de la tarde, la 'catedral' está llena hasta los topes. Aunque el ambiente parece enrarecido, la afición del Athletic no falta. Se confirma la baja de Chechu Rojo (al que suple el joven Dani), pero Iribar consigue recuperarse a tiempo.
Arbitra el encuentro el colegiado valenciano José Segrelles del Pilar y las alineaciones son las siguientes:
Athletic: Iribar; Escalza, Astrain, Guisasola (Martín, m.67), Madariaga; Rojo II, Villar, Amorrortu; Lasa (Igartua, m.63), Carlos y Dani,
Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Cobo; López, Alabanda, Cardeñosa; Del Pozo, Mendieta y Rogelio.
El inicio del partido está marcado por la emotividad. Tras las fotos de rigor, Rogelio, capitán del Betis, le entrega a Iribar una 'Giralda de Plata' como homenaje por haber llegado a los 46 partidos en la selección española, una marca de internacionalidades que hasta ese momento ostentaba otro mítico portero, el gran Ricardo Zamora. Algo que había ocurrido unos días antes, el 20 de noviembre de 1974, en un Escocia-España jugado en el estadio de Hampden Park de Glasgow y que concluyó con victoria hispana por 1-2.
Con la pelota en juego, el Real Betis (que viste con camiseta verde y calzón blanco) se impone desde el principio en San Mamés. Tiene el control y no sufre en absoluto. Este dominio va desgastando al Athletic, que cada vez parece más nervioso. Cardeñosa y Rogelio son los dueños del balón. En el descanso, el público silba a los suyos.
La segunda parte se inicia con los mismos auspicios y a los 14 minutos llega el gol. Un balón largo del Betis por la banda izquierda sorprende a Cardeñosa como hombre más adelantado, La pelota lo sobrepasa, los defensas la dejan pasar y ve que Iribar, saliendo del área, va a llegar antes. Se vuelve, su cubre la cara ante el riesgo del pelotazo, pero, de pronto, se encuentra el balón por delante y ya no queda nadie delante de la portería. Iribar le ha dado al aire. Marca a placer.
El gol incendia San Mamés y los verdiblancos van llevando plácidamente el partido hasta el final. Szusza no hace ni un solo cambio. Todo parece sentenciado hasta que a dos minutos del final Segrelles señala un sorprendente penalti por supuesto agarrón de Esnaola a Villar. Una barbaridad. Lo tira Villar, pero Esnaola intuye la dirección y desvía el cuero. Tres años más tarde, en la final de Copa, le parará otro.
Gana el Betis y Cardeñosa se estrena como goleador. El primero de los 60 que marcará en partidos oficiales en 11 temporadas y que lo llevarán a erigirse en el undécimo goleador histórico del equipo verdiblanco.
Después vendrían muchas tardes de gloria para aquel joven vallisoletano que, con el paso de los años, llegaría a convertirse en el gran ídolo de una amplia generación de aficionados, que siempre admiraron su prodigiosa visión del juego, su capacidad para dirigir al equipo y su enorme profesionalidad cada vez que se puso la camiseta del Betis.
Un dios de Heliópolis.