Manuel Ruiz Rodríguez, a la izquierda, aparece en la imagen con Sabino Barinaga (en el centro) y el General Sáenz de Buruaga, a la derecha. Es el año del ascenso a Segunda División. (Foto Fondo Simó)

HISTORIA | El Real Betis recordará esta tarde la figura de Manuel Ruiz Rodríguez

Por Manolo Rodríguez

En el marco de la conmemoración del Centenario de Benito Villamarín, hoy se va a celebrar un nuevo acto dentro de la serie de homenajes In Memoriam con los que se viene  honrando a los grandes presidentes del Real Betis a lo largo de su historia.

En esta ocasión, el acto de reconocimiento y gratitud estará dedicado a la figura de Manuel Ruiz Rodríguez, presidente de 1952 a 1955, bajo cuyo mandato el Real Betis consiguió el ascenso a Segunda División.

Una gesta que, por derecho propio, forma parte de la galería de acontecimientos trascendentales que han marcado la historia del club. Así por ejemplo, lo ha definido el historiador Nicolás Salas, quien ha dejado escrito  que “esa fue una gesta heroica a partir de la cual todo empezó a cambiar”.

Manuel Ruiz Rodríguez, natural de Coria del Río, llegó a la presidencia del Real Betis en 1952, cuando el club ya cumplía cinco años en el desierto de la Tercera División y apenas contaba con 800 socios. Su primera campaña al frente de la entidad le permitió conocer lo que había. Y a partir de ahí obró en consecuencia.

Por ello, al inicio de la temporada 1953-54 se renovó por completo el equipo. Se forjó una plantilla mayoritariamente nutrida por jugadores vascos y al frente de la misma se situó a Francisco Gómez, uno de los campeones de Liga en el 35, que ya conocía desde una década antes lo que era sentarse en el banquillo de Heliópolis. 

Vinieron futbolistas como Pedro González, Cifuentes, Gabilondo, Óscar, Orive, Marcos Martín o Moruca y, como gran aliciente para la afición, en diciembre de 1953, se anunció el fichaje de Sabino Barinaga, uno de los jugadores más reconocidos del fútbol español, estrella rutilante en el Real Madrid y la Real Sociedad, que decidió recalar en Heliópolis cuando su vida deportiva ya empezaba a palidecer.

La contratación de Barinaga la facilitó el Capitán General Eduardo Sáenz de Buruaga, sin duda el primer cargo institucional que le prestó su auxilio al Betis en aquellos años difíciles en que todos los poderes preferían sentarse en otros palcos. Nombrado Presidente de Honor del Real Betis el 6 de septiembre de 1952, Sáenz de Buruaga llegará a erigirse en esos años en una de las figuras providenciales que permitieron la subsistencia del club y su posterior recuperación en tan delicados momentos.

La mañana en que Sabino Barinaga realizó su primer entrenamiento con la plantilla verdiblanca, Sáenz de Buruaga acudió al vestuario para saludarle. El General entró en la caseta, habló un momento con el entrenador Gómez, fue dándole la mano uno por uno a los jugadores y al llegar a Barinaga éste se levantó del banco, se cuadró vestido de futbolista, y llevándose la mano a la cabeza con saludo marcial le dijo: 

- Mi General, aquí hemos venido a subir al Betis.

Aquella temporada el club presidido por Manuel Ruiz pagó 1.000.000 de pesetas en concepto de fichas, una cantidad exorbitante para un equipo que estaba en Tercera División. Un enorme esfuerzo económico y de gestión que  dio sus frutos.

El Real Betis se proclamó campeón de la Tercera División (Grupo VI) batiendo todos los récords. De 36 partidos jugados ganó 25; empató 7 y sólo perdió 4. Marcó 81 tantos y sólo encajó 28. Logró sumar 57 puntos, 11 más que su inmediato perseguidor, el San Fernando.

El último partido lo disputó en Valdepeñas y el recibimiento multitudinario a los triunfadores se inició en Écija, desde donde se organizó una caravana que acompañó a los jugadores hasta Sevilla. Días antes, en Heliópolis, el entrenador Gómez había sido homenajeado por la afición con el lanzamiento de puros desde las tribunas. Un momento que pasará a la posteridad verdiblanca como la lluvia de puros, sin duda, el mejor tributo a este fumador empedernido, un hombre adusto, de gran honradez, que hacía luchar a sus jugadores hasta la extenuación.

Aquella vuelta a la civilización permitió que el genial dibujante Andrés Martínez de León pudiera decir que “El Betis fue mil veces alanceado, pero nunca muerto”. O que el poeta Montero Galvache escribiera más tarde que “el Betis siempre resucita de todas sus muertes”.

Manuel Ruiz Rodríguez, al decir de quienes lo trataron, fue un hombre serio, sencillo, humilde y noble. Un bético de una vez que le entregó su vida a este sentimiento. Un héroe que en 1952 tuvo el valor de ponerse al frente de una sociedad moral y materialmente deshecha y que tres años más tarde dejó al Betis sin deudas y con una masa social que ya superaba los 4.500 socios.   

Con él, en su Junta Directiva, estuvieron otros muchos béticos que también merecen reconocimiento. Luchadores ejemplares como José Cia, Alfonso Martínez, Francisco Cuéllar, Gonzalo Tavares, Antonio Pascual, Juan Nieto o Juan Polledo, por citar sólo a unos pocos de sus colaboradores, muchos de los cuales acompañaron después a Benito Villamarín en la dirección del club.

El mandato de Manuel Ruiz se prolongó hasta el mes de mayo de 1955 y su legado fue inmenso. Desbrozó la maleza de los peores años y preparó un nuevo camino por el que Benito Villamarín traería el futuro, la modernidad y la grandeza deportiva.

Murió joven, quizá extenuado por sus titánicos trabajos al servicio del Betis, y por ello resulta tan conveniente que los béticos de ahora mismo conozcan a esta personalidad insigne. Uno de esos béticos que hicieron posible que hoy seamos lo que somos.

En el transcurso del acto de homenaje que se celebrará en el descanso del partido de esta tarde, el presidente del Real Betis Balompié, Ángel Haro, hará entrega de una placa de reconocimiento a los familiares de este gran dirigente.

Don Manuel Ruiz Rodríguez falleció el 9 de octubre de 1956, a la edad de 56 años.