HISTORIA | El recuerdo de Paquirri
Por Manolo Rodríguez
Se cumplen 35 años de la muerte del torero Francisco Rivera Paquirri. La tragedia de Pozoblanco. El miércoles 26 de septiembre de 1984, un astado de la ganadería de Sayalero y Bandrés, de nombre "Avispado", hería mortalmente en la plaza de toros de esta localidad cordobesa a la gran figura del toreo de esos años.
Paquirri fue intervenido de urgencia en la enfermería de la plaza e inmediatamente trasladado a Córdoba. Pero nunca llegó. En el Hospital Militar de la capital cordobesa ya ingresó cadáver.
Aquella desgracia fue un terremoto en la España de la época. Algo fuera de lo común. La onda expansiva de la noticia provocó una conmoción desconocida en el ámbito de la fiesta y, por extensión, en la sociedad de aquel tiempo, ya que al reconocido liderazgo de Paquirri en el escalafón taurino debía unirse la popularidad alcanzada por su matrimonio con Isabel Pantoja, una de las más importantes cantantes españolas del momento, así como por el reciente nacimiento en febrero de 1984 del primer hijo de esta unión, Francisco José, hoy conocido como Kiko Rivera.
Con anterioridad, Paquirri estuvo casado con Carmen Ordóñez, hija del legendario torero Antonio Ordóñez, con quien había tenido dos hijos, Francisco Rivera Ordóñez y Cayetano Rivera Ordóñez, ambos, como su padre y su abuelo materno, matadores de toros.
El cuerpo del torero, que se había velado entre cuatro hachones en el piso familiar del barrio sevillano de Los Remedios, fue enterrado el viernes 28 de septiembre en el cementerio de la capital hispalense en medio de una extraordinaria manifestación de duelo.
El desgarrado dolor de Isabel Pantoja, el funeral en la iglesia del Colegio de los Padres Blancos, la vuelta al ruedo en la plaza de la Real Maestranza y el último viaje hasta el camposanto rodeado por las multitudes dejaron escenas impresionantes que, desde entonces, forman parte del imaginario colectivo de la ciudad de Sevilla.
La aflicción fue general en todos los sectores de la sociedad, pero, muy particularmente, entre la familia bética.
Paquirri era un bético reconocido, socio numerario del club, que, incluso, se hallaba en conversaciones con el presidente Gerardo Martínez Retamero para formar parte de la directiva de la entidad en un futuro cercano.
El periodista Luis Carlos Peris, que definió a Paquirri como "un sevillano vocacional", ha dejado escrito que "el sentimiento bético le venía de muy atrás, de cuando entrenaba de chaval en el campo del Barbate y el entrenador del equipo barbateño, Rafael Fernández Villarín, le enseñó a querer al Betis".
Ese sentimiento se hizo más firme en los primeros años de la década de los 80 y de ello fue responsable principal el directivo bético Gregorio Conejo Muñoz de Toro (tristemente fallecido el pasado mes de marzo), íntimo amigo del matrimonio Rivera-Pantoja.
A partir de entonces, el diestro acude con regularidad a los partidos del Betis en el Villamarín, frecuenta el antepalco y a los dirigentes, y se liga de una manera abierta y decidida con los destinos del club.
De hecho, recién estrenado el mes de enero de 1984, Paquirri y su mujer, que se halla a punto de dar a luz, invitan a la plantilla del Betis y a su plana mayor directiva y técnica a una jornada campera en su finca de "La Cantora".
La capea tiene lugar el martes 3 de enero. Un día de invierno soleado y hermoso. El Betis viene de ganarle con autoridad al Valladolid en Heliópolis y tiene en puertas la visita del Real Madrid, al que también goleará por 4-1 en una noche de clamores.
De la fiesta de "La Cantora" se conservan escenas extraordinarias. Rafael Gordillo cantando acompañado de la guitarra; Esnaola haciendo sonar la caña; el entrenador Pepe Alzate y la mayor parte de los jugadores toreando; Alex bailando sevillanas con Isabel Pantoja, y Cardeñosa y Gordillo posando con el matrimonio anfitrión en compañía de Juan Antonio Ruiz Espartaco, otro torero bético que también participó en tan alegre jornada.
Un mes más tarde, cuando nace Francisco José Rivera Pantoja, el Real Betis lo da de alta de inmediato como socio del club, aunque el devenir de las cosas llevará posteriormente a este joven a militar en otros afectos futbolísticos.
El legado bético de la familia Rivera quedó desde entonces en manos de Fran Rivera, hijo mayor del primer enlace de Paquirri con Carmina Ordóñez, quien, siguiendo los pasos de su padre, ha estado siempre al servicio del club. Bético hondo y sentido, Fran Rivera no dudó en convertirse en imagen de la entidad para participar en campañas de captación de abonados que ayudaran a equilibrar la sociedad después de los años nefandos con que se cerró la primera década del siglo XXI.
Hondamente impresionada, la plantilla del Real Betis acudió al funeral de Paquirri en la iglesia del Colegio de los Padres Blancos. Esa misma tarde visitó la tumba del torero la expedición del FC Barcelona, que, al día siguiente jugaba en el Villamarín en partido de Liga. Acudieron directamente desde el aeropuerto, depositaron un ramo de flores en el panteón y su entrenador Terry Venables declaró que "cuando un hombre triunfa por su talento y por su valentía en la profesión que realiza, es una desgracia que la gente se vea privada de sus virtudes y que él desaparezca de forma tan dramática. Lamento mucho la tragedia de un hombre al que yo no conocía".
La noche del 29 de septiembre los jugadores verdiblancos saltan al campo con brazaletes negros, capitaneados por Rafael Gordillo, su mejor amigo en la plantilla bética, a pesar de que Julio Cardeñosa ?el capitán natural por antigüedad y también buen amigo- está en el once titular. Así lo han decidido en el vestuario como otro símbolo de reconocimiento a quien fuera un bético de ley.
El Betis sale con Esnaola; Diego, Alex, Mantilla, Gordillo; Ortega, Parra, Cardeñosa, Suárez; Rincón y Paco. De salida en el segundo tiempo. Calderón ocupa la plaza de Ortega y en el minuto 62 Calleja reemplaza a Diego.
Antes del comienzo del partido el estadio reza un emocionado padrenuestro, al tiempo que guarda un solemne minuto de silencio.
Para entonces, alguien ha depositado ya en el sillón cercano al palco que habitualmente ocupaba Paquirri un par de claveles rojos como muestra de dolor, respeto y recuerdo.
El recuerdo que permanentemente, pasados ya 35 años, le guarda al Real Betis Balompié a quien fue uno de los suyos y cuyo sentimiento se ve continuado en la figura de su primogénito.