HISTORIA | El regate de Calderón

Por Manolo Rodríguez

 

Durante las cuatro temporadas que vistió la camiseta verdiblanca (1983-1987), el argentino Gabriel Humberto Calderón dejó en el estadio Benito Villamarín preciosas muestras de su clase. Goles tan hermosos como aquellos que le hizo al Real Madrid y al Athletic de Bilbao en 1984; su extraordinario hat-trick ante el Sporting de Gijón y, sobre todo, ese recital de imponentes faltas que antes de su lanzamiento provocaban en Heliópolis silencios de Maestranza.

Una colección de acciones ejemplares que alcanzaron su momento cumbre en la temporada que sería la última de Calderón en el equipo verdiblanco. Un gol de bandera que anotó el sábado 21 de febrero de 1987 contra el Atlético de Madrid. Esa noche en que un único y mágico regate del argentino superó hasta a cuatro jugadores contrarios antes de clavar el balón en las redes por debajo de las piernas del portero. Un recuerdo para siempre.

Tan señalado partido se disputó en el Villamarín cuando apenas faltaban seis jornadas para que concluyera esa Liga que fue llamada la del play-off. Un nuevo formato de competición que había confeccionado de manera bien intencionada la Liga de Fútbol Profesional, pero que pronto se revelaría como un completo fracaso.

Básicamente, consistía en lo siguiente: al final de la Liga regular ?que ese año aún disputaban 18 equipos en Primera División-, y según la clasificación obtenida, se establecerían tres grupos de seis equipos cada uno, que volverían a jugar entre sí, aunque respetando los puntos que hubieran obtenido en la primera fase de la Liga. El grupo de los seis primeros jugaría, lógicamente, por el título de Liga y por los puestos de clasificación europea. El de los seis últimos, lo haría, naturalmente, para evitar el descenso. Y el campeón del grupo intermedio participaría en un torneo triangular con el campeón de Liga y de Copa que se llamaría "Copa de la Liga". Torneo, por cierto, que no se llegó a disputar nunca.

Los rectores de la LFP pensaban que de este modo se alargaría la emoción del campeonato, habría posibilidad de más y mejores taquillas y se disputaría un tramo final de competición en el que cada equipo lucharía contra sus iguales por un mismo objetivo.

Pero nada de eso ocurrió. Todo salió al revés. Muy principalmente para los equipos encuadrados en el grupo intermedio (en el que finalmente hubo de jugar el Betis), que, al final, no tuvieron nada que disputarse. Ello alejó al público de los estadios y provocó que la temporada se hiciera eterna.

Como es lógico, estas cosas aún no se conocían cuando saltaron al terreno de juego béticos y colchoneros. Hacía un frío que pelaba y en las tribunas se hablaba más de la jornada electoral que había vivido el club ese día que de las variables deportivas que presentaba el encuentro. Lo cual no quiere decir que el duelo no tuviera su enjundia, ya que el Real Betis estaba octavo en la tabla con 27 puntos, exactamente los mismos que sumaba el Atlético de Madrid, ambos empatados a puntos con la Real Sociedad, que era sexto. Y como se decía antes, el gran objetivo era meterse entre los seis primeros para poder competir en el grupo que lucharía por los puestos de clasificación europea.

Sin embargo, era inevitable que las elecciones presidenciales fueran el gran asunto que ya se venía arrastrando desde hacía semanas. Contendían el presidente Gerardo Martínez Retamero (que había adelantado los comicios para presentarse a la reelección) y el candidato alternativo Hugo Galera Davidson, un eminente catedrático de Anatomía Patológica, que era la cabeza visible de la oposición al retamerismo.

Las urnas se abrieron a las once de la mañana y a lo largo de la fría y lluviosa jornada votó un 63% del cuerpo electoral, o, lo que es lo mismo, 1.050 socios compromisarios de los 1.653 que tenían derecho a voto.

El día transcurrió sin incidentes y a las seis de la tarde se cerró el plazo de votación. Después, comenzó el recuento, que concluyó a las ocho. Los resultados no dejaron lugar a dudas: Retamero dobló en número de votos a Galera. 695 contra 342, con 7 papeletas nulas y 6 en blanco. La megafonía lo puso en conocimiento del público cuando se jugaban los últimos minutos del primer tiempo.

En ese momento, el partido iba empatado a uno. El choque, televisado en directo por Televisión Española, había comenzado a las siete y media con arbitraje del gallego García de Loza. Los equipos presentaron las siguientes alineaciones:

Real Betis: Cervantes; Calleja, Alex, Hadzibegic, Diego; Gail, Parra (Reyes, m.62), Chano; Rincón, Gabino (Ito, m. 68) y Calderón.  

Atlético de Madrid: Mejías; Tomás, Arteche, Sergio, Rodolfo; Julio Prieto, Landáburu, Marina (Mínguez, m.25), Quique Ramos (Llorente, m.34); Julio Salinas y Da Silva.

Los del Manzanares, dirigidos por Luis Aragonés, y vestidos completamente de rojo, abren el marcador en el minuto 20. Elaborada jugada de ataque que culmina Da Silva. Un cuarto de hora después empata el Betis. Gabino es derribado dentro del área y el árbitro pita penalti. Lo transforma Calderón.

En la segunda parte, la lluvia se intensifica y el estado del campo empieza a complicar el juego. Pocas ocasiones y apariencia de empate. El entrenador verdiblanco, Luis del Sol, releva a Joaquín Parra (con molestias en el abductor) y Gabriel Calderón se coloca el brazalete de capitán. Unos minutos después surge el prodigio.

Un balón largo por la banda izquierda lo rescata Reyes antes de que se vaya por la línea de fondo. En la portería de Gol Norte. Recorta hacia el área y le cede la pelota a Ito, que se la da a la primera a Calderón, que viene de cara. El argentino recibe y hasta cuatro defensas atléticos le salen al paso intentando dejar en fuera de juego al posible receptor de su pase. 

Calderón, entonces, realiza una maniobra impensable. Conforme le llega el balón, tira un regate seco hacia la izquierda que limpia con un solo toque a todos sus oponentes. Los defensas del Atlético pasan de largo y Calderón se queda solo delante del portero. Espera la salida y con la zurda coloca el balón entre las piernas de Mejías. Un golazo que decide el partido. 

El estadio se lo premia con una enorme ovación y se corea su nombre hasta que termina el duelo. Otra noche grande del argentino que aún haría cuatro goles más antes de que acabara la temporada. Hasta 17 marcó en esa campaña.

Después, ya saben que las cosas se torcieron y que pocos meses más tarde abandonó el Real Betis con destino a Francia. Pero jamás se irán del recuerdo los prodigios que regaló en Heliópolis. Como aquel regate contra el Atlético de Madrid en febrero de 1987.