Los jugadores del Real Betis celebran el gol de la victoria marcado por Landa.

HISTORIA | El Trofeo Amberes

Por Manolo Rodríguez

 

El miércoles 22 de noviembre de 1967 le concedieron al Real Betis Balompié el Trofeo Amberes, un prestigioso galardón que otorgaban los diarios Marca y Arriba y con el que se premiaba a la sociedad futbolística que hubiera aportado más y mejores jugadores de su cantera regional. En definitiva, una recompensa a aquellos clubes que se distinguían por el cuidado y promoción de sus escalafones inferiores.

El jurado que concedió aquel premio estuvo presidido por el entonces delegado nacional de Educación Física y Deportes, Juan Antonio Samaranch (que años más tarde llegaría a ostentar la máxima jefatura del Comité Olímpico Internacional) y recibía tal denominación como homenaje al racial inicio de la selección española de fútbol en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920, justo donde se acuñó el término de la 'furia española'.

En el Real Betis, presidido por el ganadero Julio de la Puerta, la noticia fue acogida con evidente satisfacción. Una gran alegría que, además, se compadecía con la realidad, ya que en esos años el club verdiblanco era, sin duda, un modelo en el trabajo de base.

Una labor que había comenzado heroicamente en los años 50 y que recibió un importante impulso con la llegada al puente de mando de Benito Villamarín. A partir de ese momento empezó a haber dinero y pudo consolidarse la brillante misión apostólica de tres hombres excepcionales como Andrés Aranda, Pepe Valera y José María de la Concha, que fueron, sin duda, las piedras angulares sobre las que se construyó el fútbol formativo en Heliópolis.

De hecho, en aquel noviembre de 1967 la cantera del Real Betis la integraban 600 jugadores, distribuidos en 5 equipos infantiles, 6 juveniles, 3 de categoría regional y un filial, el Triana Balompié, que militaba en Tercera División. Y junto a esto, tenía distribuidos jugadores en 18 clubes nacionales de Segunda y Tercera División y otros muchos en equipos de categoría regional.

Pero lo más importante y revelador de este trabajo de base estaba en la plantilla del primer equipo, donde esa temporada militaban hasta once jugadores procedentes de la cantera, en concreto, Antón, Frasco, Ezequiel, Dioni, Macario, González, Quino, Cristo, Rogelio, Demetrio y Telechía.

Y con la mayor parte de ellos desembarcó el Real Betis cuatro días más tarde de la concesión del Trofeo Amberes en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán para disputar el primer derbi de la temporada. El domingo 26 de noviembre de 1967. Una fecha inolvidable.

Era la décima jornada del campeonato y al Betis, recién ascendido y lleno de debutantes, le estaba costando hacerse a la categoría. En el banquillo, había empezado la campaña César Rodríguez, una gloria del FC Barcelona y hombre de gran experiencia, pero al que, como a todos, acabaron por voltearlo los resultados. Apenas siete jornadas duró en el cargo.

Entonces, le dieron el equipo a Pepe Valera, al 'mister Valera', como lo llamó siempre aquella pléyade de muchachos que sobrevivió al Betis de la postguerra.

Pepe Valera era ya un mito en la historia bética. Jugador campeón de Liga en 1935 y técnico y hombre de la casa desde que regresara de sus tareas militares para organizar los escalafones inferiores. Un personaje crucial que en diversas etapas fue entrenador y secretario técnico, descubriendo a futbolistas tan grandes como Del Sol o Quino.

Fue un hermoso guiño del destino que el Real Betis recibiera el Trofeo Amberes cuando al primer equipo lo entrenaba Pepe Valera, uno de sus grandes artífices. Y aún más que ese equipo de muchachos fuera capaz de ganar en Nervión a sus órdenes.

Durante la semana previa al partido hubo cautela y mucho silencio. Tanto, que los verdiblancos ni siquiera quisieron revelar donde quedarían concentrados en las vísperas del choque. Ambas escuadras se hallaban en la parte baja de la tabla y esto le confería al duelo un carácter decisivo que nadie negaba.

En el Sevilla, la duda estaba en los defensas Isabelo y Toni y en el Betis se especulaba con la titularidad de Quino, que fue probado la misma mañana del encuentro. Los tres jugaron. Nadie se excedió en sus palabras y, como titularon los periódicos de la época, se respiraba un “ambiente sereno ante la confrontación de los eternos rivales hispalenses”.

El partido arranca a las cuatro y media de la tarde de un domingo desapacible. Llueve en los prolegómenos sobre un campo pesado y con barro. Casi lleno. Arbitra el catalán Pintado (que también dirigirá el encuentro de la segunda vuelta) y los equipos salen con los siguientes equipos:

Sevilla FC: Rodri; Isabelo, Costas, Toni; Eloy, Pazos; Polo, Pintado, Bergara, Redondo e Hita.

Real Betis: Vilanova; Aparicio, Telechía, Antón; Pachón, Azcárate; Macario, Quino, Landa, González y Rogelio.

El Betis viste con camiseta verdiblanca y calzón negro y en la alineación se cuentan hasta seis canteranos.  Gente de la casa que sabe lo que hay. Tesón, voluntad y constancia en el esfuerzo. Esto son los valores que se destacan en el equipo de Heliópolis.

El marcador lo abre el Sevilla FC al cuarto de hora. Empata el Betis en el 31. Pase al hueco de Landa que Pepe González aprovecha para fusilar a Rodri. Así se llega al descanso.

En la continuación, vuelve a golpear muy pronto el equipo de casa. 2-1. A partir de ese momento, reaccionan los verdiblancos, que se hacen dueños del partido. Llegan con facilidad a la puerta contraria y vuelven a equilibrar el marcador a los 67 minutos. Rogelio lanza una falta que se estrella en el poste y Quino con habilidad empuja el rebote a la red.

El Sevilla pierde presencia y el Betis encuentra espacios para el contragolpe. Faltan 18 minutos para el final cuando Aparicio le mete un balón profundo a Landa. El '9' del Betis la controla, deja clavado a su marcador al cambiar de ritmo y bate al portero con un tiro raso. Es el 2-3. El gol de victoria.

Sus compañeros corren para abrazar a Landa, pero éste ha tomado otro camino. Tiene una cuenta que saldar. Se va para el banquillo visitante y le manda un recado al entrenador del Sevilla FC, el viejo zorro Antonio Barrios, que la temporada anterior había dirigido al equipo verdiblanco, donde mantuvo en el ostracismo al delantero guipuzcoano.

Consiguen apartarlo de la zona de conflicto y todo vuelve a la normalidad. Una normalidad victoriosa que provoca que se desborde la alegría en el vestuario. El júbilo es indescriptible. Sólo el muy caballeroso Pepe Valera mantiene las formas diplomáticas y en un rincón de la sala de masajes hace unas declaraciones que deberían oír todos los jugadores del Real Betis que alguna vez jueguen en Nervión. Dice: “En estos partidos de rivalidad los nervios y la desmoralización juegan un factor muy importante, y aquellos que se dejen arrastrar por el nerviosismo o la desmoralización están perdidos. Por muy buenos equipos que sean”.

Valera destaca igualmente la solidez con la que han actuado sus jóvenes futbolistas y el presidente, como era común en aquel tiempo, dobla la prima.

Todo es, pues, felicidad en esa semana en que la cantera del Real Betis mereció el Trofeo Amberes. La misma semana en que hasta seis jugadores de la cantera arrancaron  en el Sánchez Pizjuán una victoria que aún se recuerda.