HISTORIA | García Traid, Amato y un Getafe cada vez
Por Manolo Rodríguez
A lo largo de los años, el devenir de la Liga en Primera División le ha traído y llevado al Real Betis viejos y nuevos rivales con los que medir sus fuerzas en el torneo. Hasta cierto punto, algo natural. Las circunstancias cambian y hubo clubes que tras cumplir ciclos históricos que en su momento los encumbraron en la élite cayeron después a categorías inferiores y, en determinados casos, hasta se vieron abocados a la desaparición. Como ocurrió, por ejemplo, con la UD Salamanca, todo un clásico de mediados de los 70 y principios de los 80.
Quedan igualmente muy lejanos esos primeros tiempos en los que visitaba el Patronato aquel fundador de la Liga que fue el Arenas de Guecho y, asimismo, también cabe recordar la larga marcha por la máxima categoría de equipos hoy tan apartados de los lugares de honor como el Hércules de Alicante, el Murcia, el Rácing de Santander o el Deportivo de la Coruña.
Por el contrario, en las últimas décadas, ha emergido un nuevo grupo de clubes que ya van camino de merecer el tratamiento de históricos en el campeonato. Y entre estos hijos del siglo XXI, nadie merece tanto esta consideración como el Getafe CF. Una entidad moderna que desde 2004 sólo ha faltado una temporada en Primera División, la 2016/17, campaña que empleó para recuperar de inmediato el sitio perdido en el ejercicio anterior.
Con estos números, y desde ese año 2004, el Getafe ha cubierto ya más temporadas en la máxima categoría que algunos otros equipos de importante pasado, entre los que se pueden citar a la Real Sociedad, Celta de Vigo, Levante, Osasuna e incluso al propio Real Betis.
Pero las dos primera veces que el Getafe acudió a Heliópolis fue en Segunda. Y en su primera visita ni siquiera era este club del que estamos hablando, sino el que fuera pionero en aquella localidad del sur de Madrid, desaparecido años más tarde por mor de las deudas económicas.
Ese equipo se llamaba entonces Club Getafe Deportivo y compareció en el Villamarín en la jornada 27 de la Liga 1978/79. Vestido de completo azul como casi siempre ha sido norma. El partido acabó con empate a dos, marcando Gordillo y Hugo Cabezas los goles verdiblancos. El Betis, como no podía ser de otra manera, era el gran favorito de la categoría y tenía el irrenunciable objetivo de ascender.
Y en esas estaba (2º en la tabla), aunque atravesando una crisis que se iría haciendo mayor a medida que avanzaran las jornadas. Por ello, empezaba a estar muy cuestionado su entrenador, José Luis García Traid, un técnico joven y exitoso que no conseguía acertar con aquella plantilla exuberante en la que aún se hallaban prácticamente todos los campeones del 77.
Aquel lluvioso día de marzo las cosas empezaron muy mal. El Getafe salió embalado y al cuarto de hora ya ganaba por 0-2. Una sorpresa que dejó perplejo al estadio. Así las cosas, el entrenador tomó medidas imperativas y a los veinte minutos retiró del campo a los dos laterales (nada más y nada menos que a Bizcocho y a Benítez) para reemplazarlos por López y Sabaté. Se enmendó algo el entuerto, pero no dio para ganar. El público, a pesar de todo, apoyó, animó y se alegró del punto rescatado.
Al final del partido, García Traid reconoció no estar conforme con el rendimiento de los suyos y volvió a reiterar que la pelea por el ascenso iba a ser muy larga. Pero él ya no la vio. Fue cesado menos de un mes más tarde y se hizo cargo del equipo León Lasa, con el que el Betis acabó recuperando la categoría perdida un año antes.
También esa tarde fue noticia Rafael Gordillo. Y no sólo por su gol vistiendo la camiseta número 11 (que era la que aún lucía aquella temporada), sino porque al día siguiente contrajo matrimonio. Una boda de celebración breve, ya que pocas horas después de pasar por la vicaría la joven estrella del Real Betis se incorporó a la concentración de la selección olímpica en Almería para disputar un partido que España le ganó por un rotundo 3-0 al combinado de Holanda. Gordillo, al decir de las crónicas, estuvo enorme.
La segunda visita del club madrileño al Villamarín ya fue bajo su denominación actual de Getafe Club de Fútbol, la que tiene desde 1983. Ocurrió en la temporada 2000/01 cuando faltaban 4 jornadas para el final del campeonato. Los azulones iban muy mal en la clasificación, a punto de irse a Segunda B, como acabaría ocurriendo, y el Betis, por su parte, se estaba jugando la vida en ese sprint final de la temporada. Tenía que subir como fuera y, de momento, los números avalaban la ilusión y la necesidad.
Hasta ese momento ya había pasado de todo. Fue el año de los fichajes, entre otros, de Amato, Casas, Belenguer, Pavon, Fabao y, por supuesto, la temporada en que debutó el genial Joaquín y explotó Capi. Las idas y venidas en la campaña acabaron provocando en el mes de marzo el cese del entrenador Fernando Vázquez y desde entonces se sentaba en el banquillo el prestigioso Luis del Sol.
Las cosas habían mejorado, pero todo era un drama detrás de otro. Una ansiedad creciente que no se acababa nunca. Entonces fue cuando llegó el Getafe, en un partido que se programó para las ocho de la tarde con un calor sofocante. Tanto, que los termómetros marcaban 36 grados.
En los prolegómenos del partido hizo el saque de honor el juvenil Melli, que acababa de proclamarse campeón de Europa en Inglaterra con la selección sub-16, tras derrotar en la final a Francia, formando parte de una escuadra en la que oficiaba como padre y entrenador el ex jugador bético Juan Santisteban.
Melli era el cuarto de los jóvenes canteranos béticos que obtenía tal entorchado con la selección sub-16 a lo largo de la historia. En años anteriores ya lo habían conseguido Monsalvete (1986), Cuéllar (1988) y David Relaño (1999). Dos temporadas más tarde, el barbateño debutaría con el primer equipo, iniciando una carrera que lo mantendría durante 8 años en la plantilla verdiblanca.
Aquel partido contra el Getafe lo dominó el Betis desde el principio, aunque con pocas ocasiones. Todo quedó fiado a la segunda parte, en medio de un calor bochornoso y asfixiante. Por fin, en el minuto 56, el árbitro extremeño Valle Gil vio lo que no vio casi nadie: un flagrante agarrón a Gabriel Amato a la salida de un córner cuando la pelota venía por el aire. Penalti que transformó el propio Amato con un tiro seco a la derecha del portero.
El Betis ganó el encuentro y encaró el final de una Liga que acabó bien, aunque no faltaran, como nunca faltan, las angustias y los sobresaltos. Las muescas eternas en el sufrido corazón de los béticos.
A partir de ese día las visitas del Getafe siempre han sido en Primera División, la categoría en la que ya empieza a ser un clásico y que sólo ha perdido una vez en tres lustros largos. Un descenso, por cierto, que se consumó en el Benito Villamarín en un partido que el Betis ganó para los béticos y para su historia. Sin mirar lo que dejaba atrás y sin preguntar a quién le venía bien el propio bien verdiblanco.
Como ha sido siempre con los muy distintos rivales que el devenir de la Liga le ha traído y llevado al Real Betis Balompié a lo largo de los tiempos.