HISTORIA / Vallas en Heliópolis
Por Manolo Rodríguez
El 31 de marzo de 1976 se jugó en el Bernabéu la ida de la semifinal de la Copa de Europa que enfrentaba al Real Madrid contra el Bayern de Munich. Acabado el partido, un espectador saltó al campo y le propinó un violento puñetazo al árbitro austriaco Linemayer, que cayó fulminado. Al día siguiente, la foto de la agresión se pudo ver en todas partes.
Este desafortunado acontecimiento tendría consecuencias para el fútbol nacional en su conjunto. Se puso bajo sospecha la seguridad en los campos españoles y surgieron voces pidiendo que se vallara el perímetro del terreno de juego para evitar invasiones y actos violentos. Algo que ya tenía sonados precedentes en Europa desde que en 1975 se colocara una verja metálica en el templo londinense de Wembley.
En España no se actuó inmediatamente, pero la temporada 1976-77 les dio la razón a los alarmistas. En febrero del 77, en un encuentro Barcelona-Málaga, el árbitro madrileño Manuel Melero expulsó a Cruyff y varios aficionados saltaron al terreno de juego y agredieron al colegiado.
Una semana más tarde, en San Mamés, el portero del Atlético de Madrid, Miguel Reina, fue agredido por un espectador cuando se disponía a sacar de puerta y al terminar el encuentro varios seguidores bilbaínos intentaron golpear al colegiado guipuzcoano Guruceta, que había expulsado a Rojo.
Por último, en el mes de mayo, el árbitro sevillano Sánchez Ríos debió suspender un Valencia-Zaragoza a cinco minutos del final tras pitar un penalti contra los locales. El terreno se llenó de almohadillas y un nutrido grupo de aficionados invadió el campo con la intención de golpear al colegiado.
Así las cosas, la Federación y los organismos competentes cortaron por lo sano y les ordenaron a los clubes "la instalación de vallas, o fosos, o cualquier elemento de separación entre sus campos de juego y el lugar destinado al público". Unas medidas de protección que cada club, según sus posibilidades, podría ir incorporando a partir de ese momento, aunque con la obligatoriedad de que estuvieran dispuestas en todos los estadios para el inicio de la temporada 1977-78.
El Betis fue de los que esperó al verano y a finales del mes de agosto de 1977 se procedió a la instalación de la verja que cercaría el campo, con la evidente expectación de muchos aficionados que entraban al campo durante los entrenamientos para comprobar cómo se veía a través de ese enrejado de color verde, por supuesto.
Las vallas de protección entraron en uso en Heliópolis el sábado 10 de septiembre de 1977 en un Real Betis-FC Barcelona, correspondiente a la segunda jornada del campeonato. Empate a cero en partido igualadísimo y lleno absoluto en las tribunas.
Cuatro días después el Betis recibe al todopoderoso AC Milán. Empieza la gloriosa singladura por la Recopa y los béticos siguen en la nube de ser y sentirse campeones de Copa. El 2-0 con el que se imponen los verdiblancos eleva esta impresión a verdadero delirio. Todo es felicidad en aquellos días.
La salida siguiente se salda con un empate a uno en el Calderón ante el At. Madrid y el sábado 24 de septiembre llega al Villamarín el recién ascendido Cádiz. Nadie puede imaginar lo importantes que van a resultar las vallas de protección aquella noche.
El campo se vuelve a llenar y el Betis sale con el siguiente equipo: Esnaola; Bizcocho (Muhren, m.70), Biosca, Sabaté, Benítez; López, Alabanda, Cardeñosa; García Soriano, Eulate (Cobo, m.45) y Gordillo.
El Cádiz, por su parte, trae a varios conocidos de la parroquia heliopolitana: al delantero Quino, al entrenador Enrique Mateos y al lateral Lobato, que ha sido jugador verdiblanco hasta pocos meses antes. También juegan con los gaditanos Ortega y Villalba, que meses más tarde serán fichados por el Betis.
El árbitro es Jacinto de Sosa, un debutante. Colegiado madrileño al que cierta prensa ya empieza a perfilar como el paladín de la pureza arbitral contra los malos hábitos. Un juez intransigente y contestatario con las autoridades del estamento arbitral al que pertenece (en los años venideros lo sería mucho más) y que había adquirido cierta notoriedad por haber expulsado a Enrique Castro "Quini" la temporada anterior.
De Sosa abriría muchos frentes de polémica en el futuro, pero, sin duda, el primer antecedente será ese partido que enfrentaba al Betis con el Cádiz.
Todo empezó a suceder a los 20 minutos. El colegiado le muestra cartulina amarilla a Benítez por hacerle unas observaciones. Cardeñosa, que pasa por su lado, le dice: "Es el capitán, árbitro", a lo que reacciona De Sosa amonestando también al "10" del Betis. Cardeñosa, entonces, se va de la escena mientras que masculla: "Esto es de es risa". Pero el árbitro lo oye y le saca la segunda amarilla. A renglón seguido le muestra la roja y lo expulsa.
Allí arde Troya. El estadio se convierte en un clamor contra el colegiado. Cardeñosa, indignadísimo, se va del campo flanqueado por el delegado verdiblanco, Adolfo Palomino, y por el utillero Alberto Tenorio.
Con ese griterío, se pita en el minuto 36 un penalti a favor del Betis. Lo protesta el Cádiz y lo transforma Juan García Soriano. Pero lo más gordo está por llegar.
Minuto 45. Benítez disputa un balón y recibe un golpe. Cae al suelo y ahí se queda mientras que lo atiende el masajista Vicente Montiel. No termina de recuperarse y De Sosa pide que entre la camilla para que lo saquen del campo. Llegan hasta allí los uniformados de la Cruz Roja y cuando los tiene a su altura Benítez se levanta. Entonces, De Sosa, para sorpresa general, le saca la segunda tarjeta amarilla y también lo expulsa. Según escribe en el acta, por simular una lesión.
Esa segunda expulsión incendia al público. Las nuevas vallas son zarandeadas en varias zonas del campo y en el Gol Norte terminan cediendo. Se teme una invasión que no se produce por la inmediata reacción de los agentes del orden y, sobre todo, porque acaba el primer tiempo.
Pero el ambiente está muy feo y la preocupación es enorme. Tanta, que los mandos policiales informan de inmediato al Gobernador Civil, Luis Fernández-Fernández Madrid, y le piden que aumente el número de efectivos en el estadio, algo que también solicita De Sosa.
Esa es la voluntad, aunque la respuesta no podrá ser inmediata. La policía tiene abiertos otros frentes en la ciudad. Comienza entonces una tensa espera mientras que poco a poco van llegando los refuerzos. El descanso es interminable y dura ¡57 minutos! Seguramente el más largo en la historia contemporánea.
Cuando se reinicia el juego los ánimos ya son otros y en el campo también se nota que las cosas se han enfriado. El Betis, con nueve futbolistas, juega un gran segundo tiempo y acaba ganándole por 3-0 al Cádiz, con once. Gordillo marca un golazo de cabeza (el primero de su carrera en el Villamarín) y Alabanda hace el tercero.
Las vallas justificaron su existencia esa noche y nunca más, que recordemos, se vivieron situaciones tan al límite. Unas vallas, por cierto, que duraron poco en Heliópolis. Apenas tres temporadas. Cayeron, como las tribunas de Preferencia y Fondo, a consecuencia de las obras del Mundial-82 y en su lugar se colocó un foso.
El último partido con aquellas verjas fue el Real Betis-Valencia de mayo de 1980. Aquel que se disputó con la Tribuna de Fondo vacía. Ganó el Betis por 3-0 y también marcó Gordillo.