Espanyol-Betis sobre el agua de Sarriá. Imposible jugar. Díaz y Pachón intentan evitar el disparo de Lico. Al final, decidiría una polémica tanda de penaltis. (Haz click para ampliar la foto)

La tanda que marcó el futuro

Por Manolo Rodríguez

 

Las tandas de penaltis para resolver eliminatorias entraron en vigor de manera oficial en la temporada 1970-71. En Europa y en España. La idea se le atribuye al colegiado alemán Karl Wald, aunque la paternidad, realmente, fue andaluza. En concreto de Rafael Ballester, directivo del Cádiz, quien ya en 1962 encontró una fórmula para que pudiera haber un ganador del Trofeo Carranza si en el partido final el empate persistía tras la prórroga. Cada equipo lanzaría cinco penaltis consecutivamente.

De hecho, ya ese mismo verano se dilucidó el torneo con esta fórmula. El Barcelona le ganó al Zaragoza y los espectadores de aquella noche-madrugada pudieron presumir de haber visto la primera tanda de penaltis de la historia.

Pasaron los años y llegada la década de los 70 cada vez era más complejo encontrar fechas para que pudieran jugarse los partidos de desempate en las eliminatorias que acababan igualadas con el mismo número de goles tras la ida y la vuelta. Por ello, acabó imponiéndose la solución de los penaltis. Se estrenó en la Copa de Ferias (en un duelo que enfrentó en septiembre del 70 al Spartak Trnava y al Olympique de Marsella que ganaron los checos) y en esa misma campaña llegó a la Copa española, que entonces se llamaba Copa del Generalísimo.

A tal efecto, la Federación Española emite una circular ordenando esta nueva circunstancia, que dice textualmente: “Se lanzarán cinco penaltis sobre cada portería, alternadamente y con sorteo previo, para decidir qué equipo comienza y siendo lanzados estos goles de castigo por cinco jugadores distintos, escogidos de entre los que hayan terminado de jugar la prórroga. Las series de cinco penaltis proseguirán si no se decide el resultado en la primera, hasta que uno de los equipos supere al otro”.

En el primer cruce de la competición hubo dos eliminatorias que requirieron de esta norma: Vetusta-Mirandés y Gerona-Baracaldo. En ambos casos cada equipo lanza sus cinco penaltis consecutivamente y el perdedor acepta deportivamente lo ocurrido. 

En los dieciseisavos de final el sorteo empareja al Real Betis con el RCD Espanyol de Barcelona. Aquel es un Betis que galopa hacia el ascenso con paso firme y decidido. Lo entrena Antonio Barrios y tiene como goleadores a Isauro, González y Machicha.

El primer partido se juega en el Villamarín el sábado 24 de abril del 71. La Liga ya ha concluido en Primera, pero no en Segunda. Los verdiblancos son líderes destacados, aunque están en la obligación de no desatender las cinco finales que tienen por delante.

Tal vez por eso, el encuentro de ida resulta soso y anodino. Si tensión competitiva. Empate a cero y completa ausencia de fútbol ofensivo. Todo queda fiado al choque de  Sarriá.

La vuelta se disputa menos de una semana después. El viernes 30 de abril. Y en el Betis se acumulan las novedades. De momento, el entrenador Antonio Barrios no puede viajar. Lo operan días antes de un absceso en la parte posterior de un muslo y debe permanecer en Sevilla por prescripción facultativa. Al frente del equipo se pone Estaban Areta, entrenador del Triana, quien reconoce humildemente ante la prensa catalana que Barrios le ha dicho lo que hay que hacer y que él no va a tomar ninguna decisión. Que es “un mandao”.

Por otra parte, como portero suplente se desplaza el juvenil Pacum (Pedro Pérez Puertas), un chaval que actúa cedido en el Atlético Sanluqueño y que ocupa el banquillo ante la ausencia forzosa de Manolo Campos (titular en la Liga), que se halla haciendo el servicio militar. Junto a esto, son bajas obligadas por lesión Irizar, Trigueros, López, Benítez y Cobo, a las que hay que sumar la del joven Coradino que ya ha jugado la Copa con el filial.

Así pues, plantilla diezmada y pocas expectativas. Es lo que parece. Barcelona recibe al Betis con buen tiempo, pero el día del partido se desatan las aguas. Lluvia torrencial que no tiene fin. Los futbolistas que lo vivieron dicen que a media tarde daban miedo la negrura del cielo y los chaparrones que anegaban las calles. Nadie sale del hotel. 

El equipo se va para Sarriá en medio de la lluvia. Convencidos, casi todos, de que el partido no se va a jugar. Impresión que se acrecienta cuando pisan el césped. Una laguna, en particular en las bandas, donde claramente no corre el balón. Unos y otros hablan con el árbitro, el balear Rigo, quien sale un par de veces a testar el estado del terreno de juego. Y para sorpresa general, les anuncia que el encuentro se va a disputar.

Menos de media entrada en las tribunas cuando el Betis sale al campo. Con camiseta verde, calzón blanco y medias verdes con vuelta blanca. El Espanyol con sus colores habituales. Las alineaciones son las siguientes:

RCD Espanyol: Bertoméu; Osorio (Juan Manuel, m. 96), Griffa, Martínez; Lico, Granero; Amas (Rodilla, m. 70), Solsona, Lamata, Carbonell y José María.

Real Betis: Vilanova; Telechía, Frigols, Pachón; Ezequiel, (Mellado, m. 82), Díaz; Macario, Isauro, Machicha, González y Rogelio (Barba, m. 78).

Desde el principio, el partido se convierte en un ejercicio de supervivencia. No puede ser de otra manera. La pelota salta de charco en charco y tanto juego sobre las aguas provoca a veces situaciones de riesgo y en otras las evita. El gol merodea las porterías, pero no acaba de concretarse. Tras 120 minutos de juego, empate a cero. Y no ha parado de llover ni un solo momento.

Así pues, habrá que chutar penaltis. La primera tanda oficial de la historia entre equipos grandes. El árbitro sortea el orden y los campos y se encamina a la portería de Gol Norte. Empezará disparando el Betis. Sus cinco lanzamientos de manera consecutiva. 

Pepe González, Machicha y Manolo Díaz marcan. El cuarto lo tira Pachón y lo para Bertoméu. El quinto lo transforma Barba.  El Betis ha hecho cuatro.

A continuación, Rigo cruza el campo para dirigirse a la portería del Gol Sur. Comienza a lanzar el Espanyol. Anota Lamata, pero Solsona tira el segundo a las manos de Vilanova. El tercero lo lanza fuera Carbonell. Ha ganado el Betis.

Los aficionados béticos más animosos se tiran al campo y se mojan con sus futbolistas. Los acompañan hasta las casetas, donde Esteban Areta declara estar muy contento con  sus hombres. Al día siguiente, la expedición vuelve a Sevilla con la satisfacción del deber cumplido.

Sin embargo, tres días más tarde, el presidente del Espanyol, Manuel Meler, sorprende a la opinión pública con unas declaraciones en las que estima que no se ha aplicado correctamente el Reglamento en lo concerniente al procedimiento para ejecutar los lanzamientos de penaltis y eleva un recurso ante la FEF solicitando la repetición de los mismos.

Dice textualmente el presidente perico que “el Reglamento estipula que los castigos se tirarán alternadamente, y esto quiere decir un penalti cada equipo, hasta completar la serie, y no cinco seguidos por parte de cada rival ya que ello puede comportar una fuerza psicológica notable. Además esta vez, los penaltis se tiraron por series y sobre porterías distintas, cuando en toda competición se busca que las condiciones sean las mismas para los dos contendientes. Se da además la circunstancia de que, debido a lo embarrado del terreno de juego, el equipo que gozaba de un terreno más seco en los alrededores de la portería tenía cierta ventaja. En la segunda de las porterías donde se lanzaron castigos (Gol Sur donde lanzó el RCD Espanyol) el lodazal era tan grande que Rigo tuvo que contar los pertinentes pasos para señalizar el punto de penalti”.

En el Betis no abren la boca. No hace falta porque el debate se sofoca pronto. A las veinticuatro horas, 5 de mayo, el Comité de Competición de la FEF falla a favor de los intereses verdiblancos. Y lo razona del siguiente modo: “Visto el recurso presentado por el RCD Español de Barcelona, el Comité de Competición resuelve que, analizadas en su conjunto las normas reglamentarias, y aun cuando pueda haberse considerado que se prestaban a confusión, al estudiar la interpretación armónica del caso, siempre se alude a series de cinco penales y, en conclusión, se considera que la verdadera intervención de la frase de alternar los penales se considera siempre como serie, quedando en consecuencia desestimada la reclamación”.

El Betis sigue adelante sin más sobresaltos, pero la tanda de la lluvia en Sarriá va a modificar para siempre los criterios en torno a la fórmula para resolver a penaltis las eliminatorias empatadas con el mismo número de goles.

Por ello, al año siguiente se incluye en el reglamento federativo una normativa en la que se especifica que “ambos conjuntos se alternarán en la ejecución”. Es decir, como la conocemos hoy.

También en esto fue pionero el Real Betis, que aquella temporada 1970-71 terminó ascendiendo a Primera División y que en la Copa fue eliminado en octavos por el Valencia, vigente campeón de Liga.