Robert da Pinho se abraza a Marcos Assunçao en el banquillo de El Madrigal' tras marcar el segundo tanto bético, ante la mirada de Lorenzo Serra y la sonrisa de Tardelli. (Haz click para ampliar la imagen)

Dos goles de Robert en el año de la Champions

Por Manolo Rodríguez

 

El mes de agosto de 2005 será inolvidable para el Betis y el Villarreal. Pocas cosas podrán pasar como lo vivido aquellos días. Quizás ninguna. Ambos equipo habían completado la temporada anterior una Liga histórica y a los dos se les abrió la posibilidad de jugar por primera vez la Champions League, la Copa de Europa, lo más grande.

El Villarreal había sido tercero en la tabla y a las órdenes del chileno Manuel Pellegrini tenía un equipo extraordinario en el que brillaban futbolistas tan imponentes como Riquelme, Forlán, Senna, Cazorla o Sorín.

El Real Betis, por su parte, seguía tocando el cielo con las manos. Cuarto en la Liga y campeón de Copa, aquella plantilla entrenada por Lorenzo Serra tenía al beticismo en éxtasis. Disfrutando de una felicidad que no se conocía en Heliópolis desde la primera etapa del líder balear en los años 90. Un sueño.

Villarreal y Betis se ganaron el derecho a jugar la previa de la Champions. Sortearon sus rivales en Nyon a finales de julio y al equipo de Castellón le tocó el Everton inglés. A los verdiblancos, el Mónaco. A partir de ahí, comenzó la cuenta atrás hacia el gran reto. Una apasionante aventura que venía a premiar a dos clubes de muy distinta procedencia.

El Villarreal había sido hasta pocos años antes un modesto en toda regla. Fundado en 1923, no llegó a Segunda hasta 1970 y apenas contaba cinco temporadas en Primera División. Una entidad a la que le había cambiado la vida su propietario Fernando Roig, que a su vez era presidente y dueño de la empresa Pamesa. Un ejemplo de los nuevos tiempos accionariales del fútbol español.

El Real Betis, como se sabe, era, y es, un club histórico. Un nombre superlativo al que sostiene una afición inabarcable. Una leyenda que después de haber vivido tanto se encontraba ahora con esta oportunidad tan hermosa.

Y ambos la aprovecharon. El Villarreal le ganó al Everton en los dos campos y el Real Betis logró empatar en Mónaco, gracias a los goles de Oliveira, tras la victoria mínima en Heliópolis que había firmado el 'Príncipe' Edú.

Después, con  la competición europea en marcha, sus caminos empezaron a divergir. El Betis se quedó en la fase de grupos, pero los castellonenses avanzaron ronda a ronda hasta plantarse en las semifinales. Allí, sin embargo, la crueldad del fútbol y un penalti fallado por Riquelme los hicieron ahogarse en la orilla. 

En la Liga, por su parte, también fue cada uno por su lado. El Villarreal, en los puestos altos; el Betis, en la zona menos vistosa de la tabla. Los amarillos se habían reforzado bien y los verdiblancos, francamente mal. Además, se había lesionado de gravedad Ricardo Oliveira, sin duda, la mayor garantía anotadora del equipo.

Por eso, llegado el mes de diciembre de 2005, en el Betis había preocupación. La situación era delicada y, evidentemente, faltaba gol. Entonces, Lorenzo Serra recomendó el fichaje del brasileño Robert da Pinho da Souza, un delantero de 24 años, procedente del PSV Eindhoven, que en seis años había jugado en Brasil, Suiza, Japón, Rusia, México y Holanda, cambiando ocho veces de equipo.

Robert debutó el 4 de enero de 2006 en un partido de Copa en Vigo y cuatro días más tarde se apuntó su primer gol (con una vaselina formidable) en Mallorca. Le dio otro aire al ataque e hizo buena la apuesta de Serra Ferrer. Le marcó también al AZ holandés en la Copa UEFA y a la Real en la Liga. Sus goles ayudaban.

En marzo fue el Betis a Villarreal. Al campo que entonces se llamaba El Madrigal. Los castellonenses esperaban la ida de cuartos de la Champions contra el Inter y los verdiblancos, ya eliminados en la UEFA, parecían haber mejorado su trayectoria liguera con un empate en el Bernabéu y una victoria en casa contra el Racing.

Los debutantes en la Copa de Europa se vieron las caras un sábado a las seis de la tarde. Vestidos como deben y con arbitraje del cántabro Teixeira Vitienes. Las alineaciones fueron las siguientes:

Villarreal CF: Viera; Josemi, Álvarez, Gonzalo, Arruabarrena;  Cazorla (Héctor Font, m.53), Josico, Senna (Sorín, m.59), Riquelme; Guille Franco y Forlán.

Real Betis: Contreras; Varela, Melli, Rivas, Luis Fernández (Nano, m.85); Joaquín, Arzu (Castellini, m.74), Rivera, Xisco (Assuncao, m.53); Edu y Robert.

A pesar de su inminente cita europea, el Villarreal no escatimó y salió con su equipo de gala. Pero el Betis fue tremendamente eficaz en los primeros lances. A los 10 minutos, Robert cabeceó espléndidamente un centro de Edú. Girando el cuello, marcando los tiempos y poniendo la pelota en la cepa del palo.

Aquello le dio otro aire al duelo. Afianzó a los verdiblancos, que a los 23 minutos abrieron mayor brecha en el marcador. Y otra vez fue Robert quien entró en el área con la ventaja ganada para fusilar a Viera en su salida.

Hasta el descanso siguió mandando el equipo de Lorenzo Serra, pero la segunda parte ya fue otra cosa. El Villarreal apretó, acortó la distancia en el marcador y provocó un final de partido en el que un sobresalto seguía a otro.

Los últimos minutos fueron de infarto. El Betis tuvo que ponerse heroico y así fue aguantando el chaparrón. A base de casta y algo de fortuna. Sobre todo, cuando ya en descuento Rivas derribó a Guille Franco dentro del área y el árbitro, en vez de penalti, pitó el final del partido.

Los tres puntos supieron a gloria. Realmente lo eran. Se alejaba el peligro y empezaba otra vida. La que traía el derbi que ya se anunciaba para una semana después y que también ganó el Real Betis. 

Y con otro gol de Robert. Ese trotamundos que recomendó Lorenzo Serra y que hizo 8 goles en apenas cuatro meses. Aquella temporada en que, por primera vez en la historia, el Real Betis y el Villarreal pudieron oír el himno de la Champions en sus estadios.