HISTORIA | El año de los 118 goles
Por Manolo Rodríguez
La temporada 1950/51 fue la más goleadora en la historia del Real Betis. Nada menos que 118 goles hicieron los verdiblancos durante una larga campaña en Tercera División que incluyó las 30 jornadas del campeonato liguero, más otras 10 correspondientes a la liguilla de ascenso. Total, 40 partidos en los que el Betis marcó casi 3 goles en cada uno de ellos.
Así lo atestiguan las sonoras palizas que les infligió en Heliópolis a varios de sus rivales, entre las que destacan los 8 goles que, respectivamente, le hizo al San Fernando y al España de Tánger; los 6 que le metió al Tetuán y al Larache; los 5 que anotó contra el Recreativo de Huelva (en dos ocasiones), Algeciras y Recreativo de Granada o los 4 que le marcó al At. Malagueño, Utrera, Almería, Larache, Iliturgi, Jaén (a este último tanto dentro como fuera)
Fue una barbaridad, pero, dolorosamente, aquella explosión goleadora no sirvió para nada a nivel competitivo. El Betis no ascendió, sumiendo en la tristeza a una hinchada que se había hecho muchas ilusiones. Algo que reconocía con profundo dolor el presidente de la entidad, Pascual Aparicio, cuando declaró en el diario "Sevilla" que: "Es lógico el desencanto de los seguidores, que la Directiva comparte, ya que además de dolerle la situación como béticos, significa el fracaso de una serie de esfuerzos y la esterilización de grandes sacrificios económicos de sus componentes, donde no figura, por cierto, ningún potentado".
Era comprensible tanta decepción, porque aquella temporada arrancó con muchas esperanzas. Pascual Aparicio había sido reelegido presidente en julio de 1950 y como entrenador se mantenía Andrés Aranda, un nombre mítico de amplio predicamento entre la afición.
Entre los fichajes se contaban algunos futbolistas de interés, como el portero Palma, el defensa Perales, los centrocampistas Félix y Genaro y los delanteros Vergara, Moya, Ubis y Manuel Domínguez, muy particularmente este último, que se acabaría convirtiendo en el gran suceso de la campaña.
Domínguez I, como ha pasado a la historiografía bética (ya que su hermano también jugaba en aquel equipo), había nacido en Santander, pero se crió en Triana. Se inició en el Calavera, entonces filial, y con 19 años debutó con el Betis en la Liga. Fue en 1945, pero no echó raíces. Se marchó al Recreativo de Huelva, el Decano lo cedió al Jerez Deportivo, y fue fichado de nuevo por los verdiblancos en la temporada 1950/51.
Y ese año explotó de un modo imponente. Según ha contabilizado con detalle el investigador Alfonso del Castillo, marcó 54 goles en aquella temporada, anotando en 27 de los 39 partidos que disputó entre la Liga regular y la liguilla de ascenso.
Memorables fueron sus actuaciones ante el San Fernando, al que le hizo 5 tantos en una tarde, y contra el Español de Tetuán, Recreativo de Granada y España de Tánger, en los que consiguió 4. Amén de los cuatro hat-trick obtenidos, respectivamente, frente al Atlético Malagueño, Larache, Jaén y Cacereño.
Manuel Domínguez, según los relatos de la época, era un delantero centro de poderoso disparo y excelente remate de cabeza. Se le reconocían buenos fundamentos técnicos (eso que antiguamente se definía como un jugador de clase) y quizá el aspecto que más discusiones suscitaba entre la afición era su aparente frialdad o apatía, algo que también de manera permanente le recriminaban en los periódicos.
Aún así, su prestación goleadora esa campaña fue escalofriante. 54 goles eran muchos goles. De hecho, es, desde entonces, la cifra más alta conseguida por un jugador bético en una temporada y a la que sólo se aproximan, muy de lejos, los 32 tantos anotados por Quino en el ejercicio 1968/69 o los 31 de Rubén Castro en la campaña 2014/15. Domínguez, por supuesto, fue el máximo goleador de todas las categorías nacionales ese año.
El ascenso que no pudo ser
Sin embargo, como ya hemos dicho, al Betis se le escapó el ascenso. Fue segundo en el grupo sexto de la Tercera División y se ganó el derecho a disputar una liguilla final que lo enfrentaría al Recreativo de Huelva (campeón de su grupo) y a los dos primeros clasificados de los grupos cuarto (Cacereño y Guadalajara) y quinto (Atlético Baleares y Alicante). Diez partidos a todo o nada. De ahí saldrían los dos ascendidos.
A falta de tres jornadas para el final de la liguilla el Betis era líder, aunque le aguardaban un par de partidos muy difíciles. Dos salidas decisivas. Perdió la primera en Mallorca contra el Atlético Baleares, pero seguía dependiendo de sí mismo. Ahora debía viajar a Alicante.
Los verdiblancos no volvieron a Sevilla desde tierras mallorquinas, sino que acudieron a Valencia donde disputaron entre semana un encuentro amistoso contra el Mestalla que les permitió costear el caro desplazamiento a Palma y Alicante. Unas pesetas para aliviar la carga. Así se funcionaba entonces.
El choque de Alicante era una auténtica final. Ahí estaba el ascenso. Por ello, la expectación fue creciendo como la espuma a medida que pasaban los días. Tanto, que a mitad de semana se conoció que Radio Sevilla retransmitiría en directo el partido. Para ello, se confirmó la autorización de los contendientes y se le pidió el preceptivo permiso a la Federación Española, a través de la Andaluza. Y como medida que garantizara la neutralidad, se convino que la narración del partido la realizara un locutor valenciano.
Así ocurrió. A las 6 de la tarde del domingo 1 de julio de 1951 el estadio de Bardín estaba lleno hasta los topes y a través de la radio los béticos pudieron oír las malas noticias que llegaban desde Alicante. Perdió el Betis por 3-1 y se quedó sin posibilidad alguna. Según contó Alfonso Jaramillo, delegado directivo en aquel encuentro, el relato del locutor valenciano no se ajustó en absoluto a la realidad y muchas de las cosas que contó fueron inexactas, tanto en las jugadas de los goles encajados como en el planteamiento ordenado por Andrés Aranda.
Es el caso que el final de temporada fue muy amargo. Demasiado. Se cerró el ejercicio con una victoria por 5-3 que le negó el ascenso al Recreativo de Huelva, pero lo que quedó fue la desolación. Eran muy malos tiempos y así lo confesó el presidente Aparicio, reconociendo que el resultado económico de la temporada había sido un desastre: "La liguilla dichosa ha sido antieconómica. En este aspecto, tan grave es haberse quedado fuera como haberse clasificado. Hace años que el Betis tiene planteado este dilema: o se forma un conjunto fuerte para subir de una vez, o se empieza de nuevo".
Pero no había dinero para acometer un ambicioso reforzamiento de la plantilla. Una cruda realidad que no ocultaba el presidente del Betis al declarar en el diario "Sevilla" que: "Esa penuria ha repercutido en el rendimiento de los jugadores, pues ha habido que hacer fichajes medios o inconvenientes. El beneficio que la tranquilidad produce en la sociedad no se da en un estado en el que permanentemente se está buscando una ineludible solución".
Sí, era ineludible ascender, pero todavía habría que esperar tres años. La afición respondía, pero no se encontraban dirigentes que tuvieran el arrojo de garantizar aportaciones económicas imprescindibles para remediar la situación del club. Un panorama muy delicado que pone en valor lo que han cambiado los tiempos. Aquellos sí que eran problemas dramáticos y no los que se pueden encontrar hoy por mucho que algunos béticos recientes hayan querido ver en los últimos años unos males como los que no se habían conocido nunca.
Rumores de traspaso
Quizá por ello, por la imperiosa necesidad de cuadrar las cuentas, durante todo el verano de 1951 el culebrón que más se asomó a la prensa fue el del posible traspaso de Domínguez. Era natural que un goleador tan portentoso despertara el interés de medio mundo.
Primero se habló de las ofertas del Valencia y del Zaragoza, pero cuando crujieron las columnas del templo fue cuando se publicó que el Sevilla estaba dispuesto a ficharlo y el Betis a traspasarlo. 250.00 pesetas y tres jugadores se dijo que pagaría el eterno rival.
Eran los primeros días de agosto y la controversia fue subiendo de tono. En los periódicos vio la luz una carta de 72 socios críticos con Pascual Aparicio en la que acusaban al mandatario de "los continuos e ininterrumpidos desaciertos cometidos por dicho señor en el transcurso de los tres años que lleva al frente de nuestro club, tanto en el orden deportivo como en el económico". Y, naturalmente, lo culpaban de "vender y licenciar jugadores según su personal criterio", en clara alusión a la posible venta de Domínguez.
Ante esta arremetida, la directiva del Real Betis envió al diario "Sevilla" una nota informativa que apareció en la edición del viernes 3 de agosto y que se publicó en los siguientes términos: "Con relación a los rumores que han venido circulando estos días sobre el traspaso de Domínguez al Sevilla, la directiva del Real Betis Balompié cree oportuno aclararlos y nos comunica por escrito la inexistencia de tales negociaciones. No han existido, ni es propósito del Betis desprenderse del inteligente delantero centro. Publicamos la aclaración con mucho gusto, ya que con ella servimos una vez más al Betis y se tranquiliza a los socios y simpatizantes del club verdiblanco".
Después de todo aquello, Domínguez se quedó en el Betis, donde jugó un par de temporadas más. Siguió haciendo goles (94 en total, a lo largo de su carrera bética), pero jamás volvió a estar cerca de los 54 que lo encumbraron en la temporada 1950/51. Nunca pudo conocerse si hubiera sido conveniente traspasarlo. Lo que sí sabemos es que no cesó el clima de hostilidad contra Pascual Aparicio, quien hubo de dimitir en 1951. Pero tampoco aquello remedió nada.
Menos mal que la historia ("el tribunal del tiempo", como solía llamarlo el recordado periodista Nicolás Salas) termina poniendo a cada uno en su sitio. De tal modo, que Pascual Aparicio García es reconocido hoy día como uno de los "mártires" de los años de plomo en la Tercera División y como un generoso mecenas que puso su vida y su hacienda al servicio del club. De los que tanto se quejaban se sabe menos o quizás nada.
Valórenlo los partidarios del tanto chillar y del continuo rasgar de vestiduras. Las cosas son como son, las diga quien las diga. Y aquel año, ni siquiera con 118 goles a favor, fue posible el ascenso.
Pero nos queda la memoria.