HISTORIA | El derbi del gol de Olías
Por Manolo Rodríguez
Hasta el restallante triunfo por 3-5 en enero de 2018, el mayor éxito contemporáneo del Real Betis en el campo del eterno rival se había firmado en el año 1996. El domingo 22 de diciembre, coincidiendo con la fecha en que se celebraba el sorteo de la lotería y a 48 horas de la Nochebuena. Una victoria inapelable por 0-3 en la que nada hubo que discutir. Un triunfo para el recuerdo. Una noche inolvidable.
Algo que no sorprendió a nadie porque, según todos los pronósticos, era lo que se esperaba. El Betis llegaba al partido situado en el cuarto puesto de la clasificación, mientras que el Sevilla malvivía en la zona de descenso. El Betis no había perdido ni un solo partido lejos de Heliópolis y el Sevilla apenas había ganado uno en su campo.
Pero ya se sabe. Los derbis son como son y puede pasar cualquier cosa. Un argumento que se manejó con abundancia en las largas vísperas que tuvo el choque de la máxima rivalidad. Quince días nada menos. Por medio, hubo un partido internacional (el España-Yugoslavia en el que, por cierto, jugaron juntos por primera vez en la selección Alfonso Pérez y Roberto Ríos) y esto hizo que la tensión del partido se alargara durante dos semanas. Llovieron las opiniones, se recordaron gestas y miserias, se manosearon estadísticas y se cruzaron apuestas.
La verdad, sin embargo, era la que era: el Sevilla estaba muy mal, viviendo sin duda sus peores momentos en la época moderna. Deportivamente, el equipo se hallaba hundido en los sótanos de la tabla y a nivel institucional resultaba evidente el divorcio de la afición con los dirigentes del momento, José María González de Caldas y Francisco Escobar.
Al frente del equipo blanco estaba un nombre clásico del fútbol español: José Antonio Camacho, el que fuera mítico defensa del Real Madrid y de la selección, quien no parecía ser capaz de solucionar los problemas. Por ello, el Sevilla aprovechó el parón liguero para reforzarse. Y fichó hasta a dos futbolistas que debutarían contra el Betis. Uno de ellos con mucho nombre: el yugoslavo Robert Prosinecki, que ya había jugado con anterioridad en el Real Madrid y en el FC Barcelona. El otro, un lateral danés de apellido Rytter, que procedía de un equipo tan poco conocido como el Lyngby BK. Dos fichajes que venían a sumarse a la reciente contratación estelar de Bebeto, el gran delantero brasileño que había sido figura en el Súper Depor, pero que por Nervión pasó como un fantasma.
El Betis, sin embargo, no necesitaba retoques. Lo traía todo puesto. La campaña a las órdenes de Lorenzo Serra estaba siendo muy exitosa y en el Villamarín no paraban de disfrutar con los prodigios de Alfonso, de Finidi, de Jarni, de Alexis, de Vidakovic y de toda esa pléyade de canteranos que ya parecían erigidos en símbolos de los béticos. De hecho, en el último partido jugado en Heliópolis le habían metido 5 goles al Logroñés y fuera de casa parecían un acorazado inabordable que ya contaba 4 victorias y 3 empates.
Los derbis, sin embargo, son lo que son. Y esa incertidumbre se mantuvo viva hasta que la pelota empezó a rodar en un Sánchez Pizjuán que ni siquiera se aproximó al lleno, aunque hubiera más de tres mil béticos en las tribunas. Arbitró el partido el vizcaíno José Javier Losantos Omar y las alineaciones fueron las siguientes:
Sevilla FC: Monchi; Rytter, Prieto, Ramis, Jiménez; Rafa Paz (Onésimo, m.56), Marcos, Almeyda, Prosinecki; Bebeto y Salva (Tevenet, m. 69).
Real Betis: Prats; Roberto, Vidakovic, Olías; Nadj, Merino, Alexis, Jarni; Finidi (Kowalczyk m.73), Alfonso (Sabas m.83) y Pier (Cañas, m.73).
En los primeros compases apretó el Sevilla. Lo natural, jugándose lo que se jugaba. El Betis se apoyó en su impresionante solidez defensiva y esperó que la lógica del fútbol fuera poniendo las cosas en su sitio. Algo que empezó a ocurrir a la media hora, más o menos. Los de Serra se hicieron dueños de la pelota y poco después llegaría el innecesario, pero claro, penalti que Prieto le hizo a Alfonso. Corría el minuto 40. Marcó Alexis y, en ese momento, todo el estadio empezó a ser consciente de que el Betis iba a ganar el partido.
El júbilo de los béticos
Lo que no esperaba nadie es que la paliza fuera ser tan inmisericorde. Apenas iban jugados 10 minutos de la segunda parte cuando Alfonso recibió un balón dentro del área. Fintó con astucia delante de cuatro defensas sevillistas, se perfiló, y, como en el futbolín, colocó la pelota en una esquina. Un pase a la red. El estallido del goleador fue impresionante y el júbilo entre los béticos, indescriptible.
Y lo mejor aún estaba por llegar. Apenas un minuto después, sin tiempo para bajar del tobogán de las emociones. Por el costado izquierdo llegó con el balón controlado Tomás Olías y en la esquina del área le salió Rytter. Lo quebró hacia dentro para eludirlo y, de pronto, con una sutileza impropia para un zurdo, le pegó con la pierna derecha. Suave y mansa, la pelota describió una parábola que sólo se detuvo cuando se estrelló contra el costado de la red del palo largo. Un golazo que desde ese día forma parte del imaginario de los béticos. Basta mencionar "el gol de Olías" para que todos sepan de lo que se habla, de cómo fue, cuándo fue y contra quien lo marcó.
A partir de ahí se acabó la disputa y empezó otra cosa. El Betis sometió al rival a base de pelota y a veces pasaron minutos enteros sin que ningún jugador sevillista tuviera contacto con el balón. En la retransmisión de Canal Plus, el narrador Carlos Martínez le pregunta en un cierto momento al recordado Michael Robinson si no podría el Betis hacer más sangre buscando la portería de Monchi. Le responde Robinson: "Como está haciendo daño el Betis es con estas posesiones largas, con este control absoluto, con este dominio. Eso sí que es superioridad".
Sólo juega el Betis y las tribunas lentamente se vacían. Cae un manto de impotencia sobre Nervión y al final del partido no hay apenas reacción. Dolor y silencio. En el palco no están ninguno de los dirigentes del momento y la gente no tiene ni a quien protestarle.
Quienes sí disfrutan en el palco son los directivos béticos. No ha acudido el presidente Ruiz Lopera (algo ya común en los derbis), pero sí su plana mayor directiva. Todos dan rienda suelta a la euforia y hablan de un resultado corto, de un Betis pletórico, de unas navidades inmejorables.
El entrenador bético, Lorenzo Serra, dice alegrarse "muchísimo y por muchísimas cosas", mientras que Finidi, debutante en estas lides, declara que ganarle al Sevilla es más importante que vencer al Real Madrid. Se anuncia que el presidente le va a pagar 500.000 pesetas a cada jugador y que, como propina, les va a regalar un visón para sus parejas.
Los periódicos saludan el triunfo verdiblanco con enorme énfasis. Baste como ejemplo lo que publica el diario AS: "Recital del Betis en el derbi", mientras que el diario ABC proclama sin sombra de duda que: "El Betis demostró su superioridad y terminó goleando en Nervión",
En fin, que se desborda la alegría en la acera verdiblanca. Y no es para menos. Hacía 61 años que el Betis no ganaba 0-3 en Nervión. Desde 1935, el año del título de Liga. Todas las coincidencias eran, pues, felices e ilusionantes. Muy ilusionantes.