HISTORIA | El gol de Segundo
Por Manolo Rodríguez
La Real Sociedad de San Sebastián ganó su primera Liga en la temporada 1980/81. Toda una conmoción en el fútbol español que, desde 20 años antes, vivía una implacable dictadura madridista. El club del Bernabéu había campeonado en 14 de los torneos disputados en las últimas dos décadas y durante todo ese tiempo apenas les dejó un mínimo resquicio a otros equipos de honda raigambre competitiva como el At. Madrid, el FC Barcelona o el Valencia. Muy atrás quedaban ya los títulos obtenidos por el Athletic de Bilbao, el Betis y el Sevilla.
El éxito donostiarra se entendió como un simbólico asalto al poder de las clases medias. Un hecho nuevo y romántico en aquella España que empezaba a asomarse al cambio. La Real Sociedad era un club antiguo, cargado de valores, y presente desde los orígenes en los carteles de la Liga. Pero que nunca había podido alcanzar algo tan grande. De hecho, la campaña anterior hubo de conformarse con el subcampeonato, a pesar de que solo perdió un partido en todo el torneo.
En aquella Liga 1980/81 el Real Betis fue uno de los pocos equipos que no sucumbió contra los donostiarras en ninguno de los dos encuentros del torneo. En Atocha arrancó un brillante empate a dos, después de jugar un partido tan extraordinario que aún a día de hoy sigue recordando Julio Cardeñosa que fue, posiblemente, el mejor que disputó aquella portentosa generación de futbolistas verdiblancos. Un duelo que se igualó muy al final con un gol en propia puerta de Antolín Ortega, pero que pudo haber sentenciado Javier López en el último minuto con una volea prodigiosa que desvió increíblemente el portero realista Luis Arconada.
En Heliópolis, llegada la segunda vuelta, ganó el Betis 1-0 en la fría tarde del primer día de febrero de 1981. Se presentó la Real Sociedad vestida de rojo y el choque se anunció como vital para ambos equipos. Los verdiblancos, dirigidos por Luis Carriega, sumaban tres jornadas sin perder y venían de golear a la UD Las Palmas en el Insular. El equipo parecía haber cogido velocidad y se le auguraba un buen futuro en este tramo decisivo del campeonato. Unas expectativas que se confirmarían días después con la victoria grande por 0-4 en el Vicente Calderón ante el Atlético de Madrid, entonces líder.
La Real Sociedad, por su parte, se mantenía en el grupo que luchaba por el título. No parecía un aspirante claro, pero tampoco perdía la rueda de los grandes favoritos. Estaba ahí, esperando su momento, que acabaría por aparecer en las últimas 10 jornadas.
Arbitró el partido el colegiado valenciano García Carrión (el mismo, por cierto, de la final de Copa ganada por los verdiblancos en 1977) y las alineaciones fueron las siguientes:
Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Alex, Peruena, Gordillo; López (m.65, Segundo), Parra, Ortega, Cardeñosa; Morán y Diarte.
Real Sociedad: Arconada; Celayeta, Górriz, Cortabarría, Olaizola; Alonso, Diego, Zamora; Uralde (m.74, Baquero) Satrústegui y López Ufarte.
El Villamarín rozó el lleno y el partido fue más disputado que bonito. La Real Sociedad defendió con orden, como tenía por costumbre, y el Betis atacó sin mucho acierto. Resultó decisivo el marcaje que el lateral verdiblanco Paco Bizcocho (el mejor sobre el campo) le hizo a López Ufarte, la estrella más rutilante del equipo guipuzcoano, anulando de este modo toda la capacidad ofensiva de los visitantes. Tan excelente fue la actuación del defensa coriano que el propio entrenador bético, al concluir el choque, declaró en el diario ABC que: "Bizcocho fue la clave".
Con esas señas de identidad, el partido pareció ir entrando poco a poco en el callejón sin salida del 0-0. Un resultado que, a primera vista, no disgustaba demasiado a ninguno de los contendientes y que quizá respondía mayormente a lo esperado.
Pero a partir del minuto 65 empezaron a cambiar las cosas. Carriega hizo un movimiento valiente y sacó del campo al centrocampista López para dar entrada al extremo Segundo, un muchacho gallego que esa campaña se había revelado como un suplente de garantía para agitar los partidos desde el banquillo y que había cumplido sobradamente cuando le tocó ser titular desde el inicio. Del 4-4-2 el Betis pasó a un más agresivo 4-3-3 y comenzaron a merodear las escaramuzas sobre la portería de Arconada.
Hasta que a falta de 6 minutos para el final llegó el gol. El gol de Segundo, al cabecear en el primer palo un centro medido de Cardeñosa. Un tanto ganador que, pasados los años, sigue evocando con emoción el futbolista ferrolano, que ahora vive en La Línea de la Concepción. "El centro del maestro Cardeñosa fue perfecto y cuando salté a atacar la pelota me asusté porque no sabía si había rematado con la cabeza o con el hombro. Más que mirar a la portería miré a Cardeñosa y sólo cuando lo vi celebrarlo me quedé tranquilo".
El joven gallego
Segundo Ramos había llegado al Real Betis en el verano de 1980. Tenía 23 años y toda su carrera la había hecho en el equipo de su tierra, el histórico Racing de Ferrol. Era un extremo rápido, valiente y regateador al que ya se conocía en Heliópolis desde la temporada anterior. Concretamente, por una eliminatoria de Copa que enfrentó a los verdiblancos contra los ferrolanos. En el partido de ida, jugado en el Villamarín, el Betis se impuso por 5-1, pero, curiosamente, unas de las mayores ovaciones del público fueron para este joven gallego cuando le hizo a Esnaola el gol del honor visitante.
"Aquello me impresionó mucho", recuerda Segundo. "Esa noche estuve muy bien, pero no dejó de sorprenderme y de alegrarme que los aficionados me premiaran con sus aplausos. Era un reconocimiento que me hizo ver al Betis con muy buenos ojos".
Desde ese mismo momento, Carriega apuntó el nombre de Segundo en su agenda de objetivos. El propio entrenador verdiblanco inició las conversaciones con el club gallego y pasados unos meses las remató la dirección técnica. Segundo parecía una interesante apuesta de futuro para cubrir las bajas de extremos tan reputados como García Soriano y Anzarda y para convertirse en acompañante de delanteros tan imponentes como Morán y Diarte.
Fichó por el Betis en junio de 1980 por una cantidad cercana a los 5 millones de pesetas y firmó feliz en la antigua secretaría de Conde de Barajas flanqueado por el directivo Miguel Espina y por el responsable técnico, Pedro Buenaventura.
Desde el primer momento, fue prohijado por Carriega. Los unía el galleguismo y quizá por ello el entrenador lo trató como a ese pariente que llega a una tierra desconocida y necesita el calor familiar. También lo ayudó en esos primeros días un antiguo compañero en el Racing de Ferrol, el defensa Richard, fichado por el Betis un año antes, y con el que estuvo viviendo unos meses en su casa de Dos Hermanas.
Se estrenó como goleador en un partido de Copa jugado en Rota, pero mucho más eco encontró su primer gol en la Liga, ya que lo marcó en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán aquella tarde en que el Betis fue local en el campo del eterno rival enfrentándose a la UD Las Palmas. Un día muy singular, según recuerda, porque "fue la primera vez que salí de titular en la Liga y porque expulsaron a Cardeñosa a la media hora de partido y Carriega me llamó para que me retrasara y cubriera ese puesto en la línea media. Fíjate, yo haciendo de Cardeñosa?"
Sus compañeros más cercanos fueron precisamente Julio Cardeñosa, el Lobo Diarte, Ortega, Pozo y Rafael Gordillo y la única temporada en que vistió la camiseta verdiblanca disputó 24 encuentros de Liga y 2 de Copa, anotando 6 goles en total, de los cuales, indiscutiblemente, el más decisivo fue el que le hizo a la Real Sociedad.
En el verano de 1981 se marchó Carriega del club y lo relevó Luis Aragonés. Aquello ya fue otra cosa. Junto a esto, el Betis acometió el fichaje de Horacio Moyano, delantero argentino del Hércules, club que, por petición expresa de su entrenador, Koldo Aguirre, exigió que Segundo entrara en la operación. Así ocurrió y el extremo gallego abandonó la disciplina verdiblanca pensando que en tierras alicantinas tendría un mejor futuro.
Pero sólo se le dio bien la primera temporada en la que, curiosamente, marcó los dos goles de la victoria del Hércules en el Villamarín y también el tanto que le dio a su equipo el triunfo en el campo del Sevilla.
Después lo castigaron con saña las lesiones y su estrella se fue apagando poco a poco. En ese tiempo, su vínculo con el Betis, el que no perdió nunca, fue a través de Vicente Montiel, en cuyas manos se puso para intentar remediar sus problemas físicos. "Hubo meses, dice, en que pasaba más tiempo en Sevilla que en Alicante".
A partir de ahí, los caminos del fútbol lo llevaron a Murcia, La Línea, Marbella y desde hace muchos años tiene su vida hecha en el Campo de Gibraltar. Sigue con interés la actualidad del Betis y lo ve cada que se lo permiten sus nietos, "aunque ya procuro yo que el día que juega el Betis me dejen tranquilo".
Siempre se preguntó qué hubiera sido de su carrera si hubiese seguido en el Betis, pero esas cosas, como tantas otras, no tienen respuesta posible. La vida es como es y lo que perdura es la ilusión y la felicidad que lo acompañó durante su estancia, de solo un año, en las tierras de Heliópolis.
Igual que se mantiene en el recuerdo el gol que le hizo a la Real Sociedad en la temporada en que los donostiarras ganaron su primera Liga. El gol de Segundo.