El gol olímpico de Jarni
Por Manolo Rodríguez
En el Real Betis, los goles directos de córner han sido, por lo general, cosa de Rogelio. De Rogelio Sosa Ramírez, la zurda de caoba. Un prodigio de futbolista por tantas cosas que, además, nos legó para la posteridad un puñado de goles desde el banderín de córner. Esa extraña suerte que la comunidad futbolística define ahora como gol olímpico porque el primero del que se tiene noticia se lo hicieron a los uruguayos cuando los charrúas eran vigentes campeones olímpicos. Allá por 1924, en un Argentina-Uruguay que, al decir de las crónicas, acabó literalmente a palos.
Rogelio fue un maestro pegándole a la pelota desde la esquina. Principalmente en la década de los 60, que fue su época más inspirada. Según confiesa, su secreto “era darle el pellizco al balón con el dedo gordo para que bajara, pero golpeándolo muy fuerte”. Como si eso estuviera al alcance de la mayoría de los mortales. Una ecuación casi metafísica que, entre bromas, reconoce Rogelio que sólo era posible “porque, al mismo tiempo, todos los corianos que estaban en el estadio soplaban para que la pelota llegara a su destino”.
En particular, recuerda como si hubiera ocurrido ayer uno de estos goles de córner en Heliópolis. Uno que hizo en mayo del 69 y que refleja con toda exactitud cómo son los estados de ánimo de los aficionados.
“Vino a jugar el Salamanca –dice- y el partido salió bastante malo. Hacía un frio que pelaba y el público, como es lógico, estaba bastante molesto con el juego del equipo. Faltando cuatro minutos hubo un córner a favor nuestro, en la esquina que une Gol Sur con la tribuna de Preferencia. Cuando llegué a colocar el balón la gente se metió conmigo. Lógico. Frasco, que jugaba en el Salamanca y había sido compañero mío, se desgañitaba diciéndole a su portero que estuviera atento, que yo tenía mucho peligro. Le metí el pie al balón y lo clavé. El estadio, entonces, se volvió loco. Así es esto”.
Si, así es esto. Pero Rogelio se fue un día de 1978 y con él pareció que se iba la magia. Y de hecho se fue, ya que hubieron de pasar décadas hasta que pudiera verse de nuevo el sereno vuelo del balón viajando desde el banderín de córner hasta las redes contrarias.
Tanto tiempo pasó que hubo generaciones de béticos que jamás disfrutaron de algo así de hermoso. Por eso, fue tan celebrado que Robert Jarni devolviera ese vértigo y esas emociones en un Real Betis-RC Celta, jugado en el Villamarín en enero de 1998. Un serio partido de Liga que los verdiblancos ganaron por 2-0 y que ya para siempre será recordado como el del gol olímpico de Jarni.
Aquella temporada, la 1997-98, era la primera sin Serra Ferrer. El Betis venía de jugar la final de Copa y la afición, en principio, pareció reconfortada porque el sucesor de Lorenzo fuera alguien tan prestigioso como Luis Aragonés, que, además, tenía un pasado bético como futbolista.
Después, con el paso de los meses, se fue abriendo entre la tribuna y el entrenador una brecha que tenía difícil soldadura. De cualquier modo, en enero del 98 daba la impresión de que el Betis podría agarrarse al grupo de cabeza en cuanto que encadenara dos o tres victorias. Sobre todo, porque le habían aplazado dos encuentros (contra el Barcelona y el Valladolid) y eso permitía hacer las cuentas de la lechera, a pesar de que anduviera por el octavo puesto de la tabla.
En esas, llegó el Celta a Heliópolis. Un buen partido, porque también los gallegos se movían por los puestos altos. Casi se llenó el estadio, y a las órdenes del árbitro madrileño García Aranda los equipos presentaron las siguientes alineaciones:
Real Betis: Prats; Solozábal, Vidakovic, Olías (Merino, m.67); Jaime, Nadj, Alexis, Jarni; Finidi, Oli (Fernando, m.74) y Alfonso (Márquez, m.84).
RC Celta: Dutruel; Michel, Óscar Vales, Djorovic, Berges; Ito (Bruno Caires, m.62), Mazinho, Karpin, Mostovoi; Revivo y Cadete (Sánchez, m.62).
El choque arranca con perfiles muy tácticos. Apenas hay ocasiones, hasta que a la media hora los vigueses (vestidos completamente de azul) ceden un córner por el costado izquierdo de su zaga. En la esquina de Fondo con Gol Norte. Acude al balón Robert Jarni que lo coloca con mimo y le pega con su prodigiosa pierna izquierda. La pelota sale violentísima, no muy alta, y pasa por delante de todos los jugadores que van a la corta. Después, cierra su trayectoria súbitamente y cae como una piedra sobre el segundo palo. Tan fuerte va que ni siquiera Oli, en la misma raya de gol, acierta a meterle la cabeza.
El estallido de júbilo es imponente. El Betis ha abierto el marcador, se ha puesto en ventaja, y, por primera vez desde hace décadas los aficionados han podido ver un gol directo de córner. En la esquina, Robert Jarni muestra su alegría y su sorpresa, mientras que los compañeros acuden a abrazarlo. Al terminar el partido, confesará el croata que es la primera vez que marca un gol de esa manera.
A partir de ese momento se encarrila el pleito y los verdiblancos acaban ganando el partido con solvencia. Incluso hacen otro gol, marcado este por Alexis, tras jugada de Oli, pase extraordinario de Finidi y remate final del canario con enorme sutileza y calidad. Ni siquiera la expulsión de Juan Merino pone la victoria en riesgo.
El resultado relanza al Betis, que se acerca a su objetivo de clasificarse para la UEFA. Pero en los vestuarios sólo se habla del gol olímpico de Robert Jarni. El presidente Lopera, tan dado a colorear las historias, declara que ese tanto le va a costar un jamón de pata negra porque así está estipulado en el contrato del croata. O sea, que un gol directo de córner se premia con un jamón. Jarni dice no saber nada de eso, pero que agradecerá cualquier regalo.
Y, como parece lógico, quien siente una felicidad muy especial es Rogelio Sosa Ramírez, la zurda de caoba, que lo ve desde el banquillo, en su calidad de segundo entrenador.
De pronto, le han quitado 30 años de encima. Su legado ya tiene heredero.