HISTORIA | El viaje de nunca acabar
Por Manolo Rodríguez
En enero de 1960 el Real Betis visitó el campo de Mestalla y se impuso al Valencia por 1-2. Era la primera victoria después de la Guerra Civil en el feudo levantino. Un triunfo de nivel en un campo que se daba (y se sigue dando) bastante mal por lo general.
Aquella victoria era la quinta consecutiva (a la que debía unírsele un empate) desde que Sabino Barinaga se hiciera cargo del equipo invirtiendo los papeles con el anterior entrenador, el uruguayo Enrique Fernández, que pasó a la secretaría técnica, mientras que Barinaga, viniendo de los despachos, se puso al frente del banquillo.
Seis jornadas consecutivas sin perder eran un gran logro, sobre todo, si se tiene en cuenta que Luis del Sol estaba fuera del equipo por una lesión y que hacía pocos días que había dado la cara la extraña enfermedad que aquejaba al joven y prometedor delantero Xanin. Un muchacho de apenas 22 años al que el médico del club, el doctor José del Barco Calzadilla, le había realizado unas pruebas que no hacían presagiar nada bueno. El médico tuvo claro desde el principio que el futbolista presentaba alarmantes síntomas de una leucemia, aunque, prudentemente, decidió someterse a los posteriores dictámenes de los doctores de San Sebastián donde residía la familia del jugador.
Los dos puntos obtenidos en Valencia fueron muy valorados por la afición bética, pero mucho más cuando se conocieron las penalidades vividas por la expedición verdiblanca en su desplazamiento a tierras levantinas. Una odisea provocada por el frío y la nieve que merece ser contada.
Para contextualizar el eterno viaje, lo primero que debe ser dicho es que antes de jugar en Valencia el Betis debió desplazarse a Las Palmas para enfrentarse al equipo amarillo. Una doble salida que se inició el jueves 7 de enero cuando, en avión, el grupo expedicionario partió con destino a las Islas Canarias.
El domingo 10 jugó y ganó en el estadio Insular por 1-2, con goles de Lasa y Rojas. Fue el rejón definitivo a la Unión Deportiva, que ya no abandonaría la cola de la clasificación. Una victoria, al decir de las crónicas, basada en la seguridad defensiva, en el excelente trabajo del portero Otero y en el acierto del contragolpe.
De Las Palmas voló la expedición bética a Santa Cruz, donde el martes 12 derrotó en el estadio Heliodoro Rodríguez López al CD Tenerife (entonces en Segunda) en partido amistoso. La siguiente escala era Madrid, a donde llegó al día siguiente.
El jueves 14 acudieron al Bernabéu a realizar una sesión de entrenamiento y allí coincidieron con los jugadores del Real Madrid. Barinaga era un hombre muy cercano a la casa blanca y todo fueron facilidades. El entrenador del Real Betis lucía el traje oficial del club, con un vistoso escudo en el bolsillo de la chaqueta, y Di Stéfano saludó a los
expedicionarios béticos, manteniendo una larga charla con Barinaga, con su compatriota Hugo Rojas, "el Tanque", y con el directivo que iba al frente del grupo, el tesorero de la entidad, Francisco García Fernández.
Al día siguiente, viernes 15, y cuando ya se había sumado a la expedición el defensa Portu, llegado desde Sevilla en avión, comenzó el inacabable periplo hacia tierras valencianas. El viaje de nunca acabar.
A la una de la tarde salieron de Madrid en autocar y no llegaron a Valencia hasta las 3 de la madrugada del sábado. Es decir, 14 horas para recorrer 350 kilómetros, a una media de 25 kilómetros por hora. La causa de tanta lentitud fue la nieve, la muchísima nieve que había caído en los días previos y que incluso ha dejado para la posteridad el dato de que la nevada de 1960 en Valencia fue la mayor del siglo XX y la última de esas dimensiones que se recuerda en la capital del Turia.
La prensa de la época llegó a publicar lo siguiente: "Se tienen noticias de que nieva en toda la provincia y ha cuajado en toda la huerta, existiendo temores por la naranja ante una posible helada. En Alzira, la nieve alcanza una altura de ocho centímetros. Se reciben noticias del Rincón de Ademuz de que aquella zona está incomunicada por carretera y por teléfono. Allí la nieve alcanza 50 centímetros de espesor y continúa nevando".
Ese era el horizonte que veían desde el autobús los jugadores béticos. Paisaje blanco a paso de tortuga y permanentes paradas para colocarle las cadenas al vehículo. A las cinco de la tarde en la provincia de Cuenca la temperatura era de 7 grados bajo cero.
Al llegar a Motilla de Palancar, a eso de las ocho, decidieron parar a cenar. Allí recibieron preocupantes noticias: un camión atravesado en el Puerto de Contreras ponía en riesgo la continuidad del viaje. Esperaron con ansiedad y a las diez y media pudieron volver al autobús. Por fin, pasadas las tres de la madrugada entraban en sus habitaciones en el hotel Excelsior. La mejor novedad deportiva era que Eusebio Ríos (dudoso por lesión) sería de la partida y que Barinaga podría alinear el mismo equipo que ganó en Las Palmas.
La mañana del sábado se les fue a los futbolistas en dormir. Algo natural. Por la tarde fueron todos a presenciar el partido de Segunda que enfrentaba al filial valencianista, el Mestalla, contra el Rayo Vallecano. El frío era tremendo. Se subieron los cuellos de los abrigos, se metieron las manos en los bolsillos y, según contaron los periodistas que los acompañaban, en un momento dado Valderas se levantó de su asiento y se puso a aplaudir. Al ser preguntado, dijo que no se le ocurría otra forma de calentarse las manos.
A las cuatro de la tarde del domingo 17 de enero se pone el balón en juego en Mestalla. Buena entrada y terreno de juego en condiciones aceptables para como ha sido la semana. Arbitra el colegiado castellano Benito Novella y los equipos salen con los siguientes onces:
Valencia CF: Pesudo; Piquer, Sócrates, Mestre; Roberto, Sendra; Mañó, Héctor Núñez, Aveiro, Walter y Joel.
Real Betis: Otero; Grau, Ríos, Santos; Bosch, Valderas; Berni, Lasa, Rojas, Vila y Areta.
Desde el comienzo mismo, el partido se convierte en una refriega. Una pelea metro a metro en la que saltan chispas en algunos duelos. Particularmente, en el que protagonizan el brasileño Walter, creador del juego local, y su secante bético, Esteban Areta.
Al descanso se van con 0-0 (Otero está enorme), pero antes del cuarto de hora de la continuación abre el marcador el Valencia. Marca Roberto. Sin embargo, no hay tiempo para que los locales asienten su ventaja, ya que un minuto más tarde empata el Betis al rematar Rojas desde cerca una jugada nacida en un saque de falta.
Para entonces, el equipo verdiblanco juega con el viento a favor (helado y cortante) y eso le ofrece una cierta ventaja. Pasa de dominado a dominador y enseguida se pone en ventaja con una bonita vaselina de León Lasa que supera a Pesudo.
De ahí hasta el final pasan pocas cosas. El Valencia ataca a la desesperada, pero la única ocasión clara la tuvo el bético Ángel Berni (el primer paraguayo que vistió la camiseta verdiblanca), a quien se le escapó el gol por muy poco.
Tras aquella victoria, el equipo de Barinaga, feliz por lo conseguido, se coloca sexto en la tabla y nadie se acuerda en la caseta del viaje de ida y, lo que es más trascendente, del que les espera de regreso a Sevilla.
Porque la vuelta también se las trajo. Apenas terminado el choque los expedicionarios volvieron al autobús. La primera escala fue Alicante, donde pararon a tomar café. Cena en ruta y llegada a Murcia a la una y media de la madrugada. Allí pernoctaron.
A la mañana siguiente, salieron a las ocho y media y después de capear el temporal en el Puerto de la Mora llegaron a Granada a las dos de la tarde. Almorzaron en la ciudad de la Alhambra y regresaron a Sevilla a las nueve de la noche. Más de doce horas (almuerzo incluido) para 523 km.
Aun así, al domingo siguiente volvieron a ganar. Esta vez al Espanyol. La sexta victoria consecutiva.