El Cardenal Arzobispo saluda a los concentrados del Real Betis en el Seminario de Umbrete. A su izquierda, puede verse a los jugadores Azcárate, Campillo, Demetrio, Frasco, Aparicio y Pachón.

HISTORIA | La visita del Cardenal

Por Manolo Rodríguez

 

En vísperas de un partido contra el RCD Espanyol los jugadores del Real Betis recibieron una visita muy especial. Acudió a verlos a la concentración el Cardenal Arzobispo de Sevilla, José María Bueno Monreal, nada más y nada menos que un Príncipe de la Iglesia. Algo poco común en el mundo del fútbol.

Ocurrió el sábado 16 de diciembre de 1967 y aquello fue muy comentado en la ciudad y en los medios informativos. No era para menos en la España de la época. Sobre todo, porque tan insólito encuentro tuviera lugar en un edificio que era propiedad de la Iglesia diocesana de Sevilla.

En concreto, la reunión se celebró en el Seminario de Umbrete (actual Colegio Marcelo Spinola), lugar elegido por los béticos para preparar el partido contra los catalanes. En ese Palacio Arzobispal que se construyera en el siglo XVIII para residencia y lugar de descanso de arzobispos y venerables sacerdotes. Una de las obras fundamentales del barroco sevillano que recuerda bastante en su estructura y forma al Palacio Arzobispal de Sevilla y se une a la Parroquia por un bello arco cuya función era permitir el paso del Prelado y de su séquito hacia la iglesia cuando éste se encontraba de visita en esta bella localidad del Aljarafe sevillano.

Allí llegó el Betis en la temporada 1967-68 por una serie de circunstancias sobrevenidas. Al inicio de esa campaña, el equipo verdiblanco, bajo la dirección técnica de César Rodríguez, había comenzado a concentrarse en el hotel Oromana, en Alcalá de Guadaira. Pero a César lo echaron en la séptima jornada y le dieron el equipo al mítico Pepe Valera, uno de los grandes nombres de la historia bética.

Valera debutó en el Bernabéu, mantuvo la concentración prepartido en Oromana cuando jugó el Málaga en el Villamarín y a la semana siguiente se echó encima el primer derbi de la temporada contra el Sevilla. Entonces, el Betis se vio en el dilema de elegir un lugar donde concentrar a sus jugadores antes de acudir a Nervión, ya que el eterno rival tenía derecho preferente para utilizar las instalaciones de Oromana, que también eran las habituales cada vez que los blancos actuaban en casa.

En realidad, nada nuevo, ya que circunstancias así se habían producido en innumerables ocasiones a lo largo de los años. Algo que, por lo general, se resolvía llevando al equipo a Jerez o alguna otra localidad alejada de Sevilla, a fin de mantener el clima de aislamiento y tranquilidad que requería un choque de esa trascendencia.

Sin embargo, esta vez, Pepe Valera optó por concentrar al equipo en el Seminario de Umbrete. Valera era un hombre bien relacionado con todos los estamentos de la ciudad y devoto cofrade de la Hermandad de la Carretería, en la que le cupo el honor de ostentar el número uno de su nómina cuando falleció en el año 2006. Ello le permitió abrirle las puertas del Palacio de Umbrete al Real Betis Balompié.

Eso sí, tal medida requirió gran discreción. Tanta, que ni siquiera se informó de manera pública del lugar de concentración. El periodismo obviamente lo sabía y algunos respetaron el pacto de silencio y algunos otros (pocos) lo contaron. Se trataba de no importunar a los sacerdotes que se encontraban en el recinto religioso y evitar aglomeraciones no deseadas.

Los futbolistas de aquella época recuerdan el lugar como un sitio tranquilo, pero muy frío, y eso a pesar de que en cada habitación contaban con un calentador que, al parecer, no era suficiente. La mañana del partido cruzaban la calle y se tomaban un café en los bares cercanos al Arco. Con la normalidad de antes.

El duelo de Nervión lo ganó el Betis por 2-3 con goles de González, Quino y Landa y siete días después acudió a Heliópolis la Real Sociedad. Supersticiosos como somos casi todos, Valera decidió mantener la concentración del equipo en Umbrete y prescindir de la pernocta en Oromana.

Y volvieron a imponerse. Esta vez por 4-1, en partido memorable de Quino, que hizo dos tantos y dejó el sello de futbolista grande. Otra vez González y Landa hicieron el resto de los goles. En esta ocasión, quizá animados por el carácter de talismán del Seminario y porque el encuentro contra los donostiarras no arrastraba la expectación que genera todo derbi, sí se informó en los periódicos del lugar donde el Betis se hallaba preparando el choque. Se contó sin reservas.

A continuación, acudió a Zaragoza (donde perdió después de tres victorias consecutivas) y el siguiente turno casero fue en el Villamarín contra el Espanyol, el primer partido, por cierto, que se televisaría en directo desde el campo del Real Betis.

El sábado 16 de diciembre de 1967 el equipo vuelve a concentrarse en el Seminario de Umbrete. Catorce jugadores. Los porteros Villanova y Campillo; los defensas, Aparicio, Telechía, Antón y Pachón; los centrocampistas Azcárate, Dioni y Frasco y los delanteros, Macario, Quino, Landa, González y Cristo. En contra de lo que es habitual cuando juegan en casa, a los futbolistas se les pide que vistan el uniforme oficial. Chaqueta azul con el escudo en el bolsillo izquierdo, corbata del mismo color y pantalón gris.

A media tarde los jugadores son convocados en el salón principal del Palacio. Entonces llega el Cardenal Arzobispo Bueno Monreal. Se acomoda frente a ellos y le pide al capitán Miguel Azcárate que se coloque a su izquierda. Les saluda uno por uno, les estrecha la mano, y les dirige la palabra. Primero, agradece que el Real Betis haya elegido este centro religioso para preparar sus partidos y después les pide textualmente que: "Sepáis fundir vuestra condición de deportistas con la de buenos cristianos".

En nombre del grupo le contesta Azcárate. Le da las gracias por la deferencia tenida para con el club y los futbolistas y le garantiza que siempre lucharán en buena lid, "con espíritu deportivo", para alcanzar los mayores éxitos. Para terminar, le ofrece la victoria ante el Espanyol (que no se produjo) en el inmediato partido que deben disputar.

Tras el acto protocolario, el Cardenal Arzobispo permanece unos minutos con los jugadores, directivos y técnicos. Hablan de fútbol y de la marcha de la temporada. Después, se retira a las dependencias del Seminario.

Los que vivieron aquel momento lo recuerdan con afecto. Bueno Monreal era un hombre cercano y afable que llevaba en Sevilla desde 1954, cuando llegó a la archidiócesis como coadjutor de pleno derecho para apartar del poder al controvertido Cardenal Segura.

Tres años más tarde recibió el nombramiento como Arzobispo; en 1958 fue creado Cardenal y durante 33 años permaneció al frente de la Iglesia de Sevilla. Falleció en 1987 y hoy sus restos reposan en la Capilla de San José, en la Catedral, donde una sencilla lápida de bronce recuerda su paso por la ciudad.

El Real Betis, por su parte, perdió el partido contra el Espanyol y también el siguiente en casa contra el Atlético de Madrid. Hasta ahí llegó el efecto Seminario. Al domingo siguiente volvieron a Oromana y fueron derrotados por el Valencia. Cesaron a Valera y se hizo cargo del equipo Sabino Barinaga, otro clásico.

Y con Barinaga al mando, ni Umbrete ni Oromana. El nuevo técnico decidió que las concentraciones prepartido fueran en el hotel La Rábida. Pero tampoco cambió el signo de los acontecimientos. Desgraciadamente.