HISTORIA | Los extranjeros de 1973
Por Manolo Rodríguez
El verano de 1973 fue trascendente e histórico para el fútbol español. Ahora se está cumpliendo medio siglo. Fue entonces cuando se autorizó la contratación de jugadores extranjeros tras un largo periodo de 11 años en el que las fronteras permanecieron cerradas a los futbolistas llegados de otros países, con la única salvedad de esos que fueron llamados "oriundos", o lo que es lo mismo, jugadores que pudieran demostrar que eran descendientes de españoles y que no hubiesen debutado con otra selección nacional.
Esta casuística de extranjeros sí o extranjeros no, ha sido algo tan antiguo como el propio fútbol patrio. Ya en la protohistoria de la Liga, y según ha referido el periodista Alfredo Relaño, "el reglamento del profesionalismo aprobado en España en 1926 establecía que los jugadores extranjeros podrían actuar en los clubes españoles solo como aficionados. Para jugar como profesionales en los campeonatos oficiales tendrían que estar inscritos antes de la fecha de entrada en vigor de este reglamento, y solo podrían alcanzar esa condición después de haber pasado dos años de residencia en nuestro país".
Una norma esta que fue derogada en 1933 y que desde ese momento sufrió diversos vaivenes de aperturas y cierres (Guerra Civil mediante) hasta que en 1953 la Delegación Nacional de Deportes, presidida entonces por el General Moscardó, decidió prohibir terminantemente la contratación de jugadores extranjeros, ya que, según se razonaba en la resolución: "Con la participación de dichos jugadores extranjeros en nuestras competiciones nada ha ganado el prestigio del deporte español y su contratación implica, en cambio, un volumen económico cada vez más considerable".
Así estuvieron las cosas hasta que una leve corriente liberalizadora permitió en 1956 que se pudieran fichar dos futbolistas por club, siempre que uno de ellos fuese iberoamericano o filipino (países con los que España tenía tratados de doble nacionalidad). En base a esta medida pudieron llegar al Real Betis en 1957 el argentino Raúl Rodríguez Seoane y en 1958 el brasileño Wilson Moreira y el húngaro Janos Kuszmann, si bien a este último se le concedió casi de inmediato la nacionalidad española, como a todos los magiares huidos de su país en 1956, ya que Franco y el Régimen eran partidarios de escenificar que España le abría generosamente los brazos a quienes fueran capaces de renunciar al paraíso comunista.
Tres años más tarde, en 1959, se autorizó el fichaje de dos jugadores por club sin discriminación de nacionalidades (por ahí llegaron al Betis el argentino Hugo Rojas, el paraguayo Ángel Berni, el checo Yanko Daucik, el austriaco Helmut Senekowitsch y el brasileño Liert da Silva), pero el fracaso de la selección española en el Mundial de Chile de 1962 determinó una nueva y drástica negativa al producto extranjero. Se volvieron a cerrar las fronteras, ahora a cal y canto, bajo el argumento de que los futbolistas llegados de fuera impedían la progresión de los jugadores nacionales.
Desde ese momento, hubieron de pasar 11 largos años hasta que se permitiera de nuevo el fichaje de jugadores llegados de otras latitudes. Por medio sí que hubo toda clase de picaresca con los "oriundos", jugadores sudamericanos venidos a España invocando que sus abuelos eran de una aldea gallega cuyos registros municipales desaparecieron en la guerra o presentando incompletas partidas de nacimiento que no había manera humana de verificar.
De los "oriundos" se podría escribir todo un ensayo, que no es el objeto de este artículo, que le dio mucho color y polémica al futbol español durante casi dos décadas. Los equipos vascos, el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad, iniciaron contra ellos una cruzada que adquirió tintes obsesivos y, junto a esto, siempre sobrevoló la idea de que en estas prácticas participaron por igual funcionarios corruptos, intermediarios sin escrúpulos y clubes necesitados de caras nuevas que atrajeran a sus públicos.
Algún día merecerá la pena detenerse en la singularidad de los oriundos que pasaron por el Real Betis, entre los que alguno triunfó hasta convertirse en figura, como fue el caso de Eduardo Anzarda. Otros dieron un buen rendimiento general, como Hugo Cabezas; los hubo que ilusionaron durante un tiempo para palidecer más tarde, como pasó con Rodolfo Orife; y los que, directamente, fracasaron del modo más rotundo, como ocurrió con Raúl, Medina y Jurado.
Jorge Olmedo
Pero estábamos en el verano de 1973, fecha en que se autorizó que cada club pudiera fichar dos futbolistas sin limitación de nacionalidad o de internacionalidad. Aquello fue un suceso que puso a correr a todos los agentes futbolísticos, que no pararon de ofrecer jugadores durante semanas. Ríanse ustedes de la agitación de los actuales mercados. Eso sí que desató la ansiedad de los clubes, buscando cada uno su mirlo blanco más allá de nuestras fronteras, con el natural sobresalto que provocaban los mil nombres que cada día aparecían en los periódicos.
El Real Betis, como era propio durante el mandato de Pepe Núñez, se tomó las cosas con calma. A mediados de julio de 1973 recibió el ofrecimiento de un intermediario que le habló de un futbolista argentino que actuaba en el Deportivo Cali de Colombia. Era un centrocampista de buen pie que llegaba al gol con claridad. Se llamaba Jorge Héctor Olmedo Méndez y tenía 28 años.
Tras las primeras conversaciones, el futbolista empezó a entrenar en Heliópolis a las órdenes de Ferenc Szusza y aceptó acudir a prueba al Trofeo Ciudad de la Línea. Todo un reto que superó con matrícula de honor. No se puede jugar mejor que lo hizo Olmedo en aquellos dos partidos en el Campo de Gibraltar. La final del torneo, en la que el Betis derrotó por penaltis a Os Belenenses de Portugal, la retransmitió en directo Televisión Española y futbolistas tan grandes como Julio Cardeñosa, que la vio en su Valladolid natal, donde jugaba entonces, aún recuerda la profunda impresión que le causó ese jugador extraordinario que estaba probando el Betis. Un fuera de serie, pensó.
Tal fue el impacto de su fútbol que a la vuelta de La Línea lo fichó el Betis sin dudarlo. Se oficializó el 7 de agosto y, desde ese día, Jorge Olmedo se convirtió en el primer extranjero que fichaba el equipo verdiblanco tras la apertura de las fronteras en 1973. Todo un honor.
Juan Carlos Mamelli
La contratación del segundo extranjero debió esperar más. El Betis andaba buscando un delantero centro, un goleador que no tenía. Rumores hubo muchos, pero quien recaló en el Villamarín, también a prueba, fue un yugoslavo de 31 años, procedente del Estrella Roja. Vojin Lazarevic se llamaba. Un "9" tanque con mucho cuerpo y regular técnica.
Hizo la pretemporada con el equipo en Cataluña, jugó el Ciudad de Sevilla, y se acabó yendo porque a Szusza nunca le entró por el ojo. De Lazarevic, pasado el tiempo, sólo se recuerdan sus dificultades para superar el calor de la Sevilla de agosto. Se llegó a decir que se pasaba toda la noche mojado y que se daba cabezazos contra la pared cuando el bochorno le impedía dormir. Esnaola, compañero de hotel, lo confirma.
Esto ocurría a una semana del comienzo del campeonato y el Betis seguía sin resolver el problema del ariete. Todos los representantes ofrecían jugadores y por ahí vino la sugerencia de probar en Huelva al uruguayo Daniel Quevedo, delantero de Peñarol de Montevideo. Jugó y no gustó.
Entonces, el intermediario Roberto Dale volvió a la carga con un nombre que ya tenia ofrecido desde hacía semanas, el del argentino Juan Carlos Mamelli, un goleador de 27 años, que actuaba en el Nacional de Montevideo. Esta vez hubo acuerdo y el futbolista, al que llamaban "Palito", llegó a Sevilla el 30 de agosto procedente de Grecia, donde su equipo estaba de gira. El Betis pagó 8 millones de pesetas, firmó por 3 años y de inmediato marchó a Montevideo para recoger a su esposa y regresar a Sevilla.
Olmedo y Mamelli se presentaron en el Villamarín el sábado 8 de septiembre contra el San Andrés, segunda jornada de Liga, y estuvieron bien, como fue común durante toda la primera vuelta. Olmedo dirigía las operaciones en el mediocampo y Mamelli arrancó metiendo goles a todo tren, en particular, dos recordados tantos al eterno rival. 3-0 ganó el Betis esa tarde y "Palito" subió a los altares.
Aquella campaña, que fue la del ascenso a Primera, el entrenador Ferenc Szusza había dispuesto una dupla ofensiva con mucha altura que conformaban Aramburu y Mamelli. Los sabios lanzamientos de córner de Rogelio los peinaba Aramburu en la corta y Mamelli los acababa rematando. Aquellos dos gigantes se hicieron muy famosos para la afición y entre ambos anotaron 15 goles.
Olmedo, por su parte, era elegante y estético. El balón cosido al pie, la cabeza alta y controles y pases de mucha calidad. Tenía un aspecto de galán de cine que dio mucho que hablar en la ciudad cuando se supo que en noviembre se había casado por poderes con la Miss Colombia 1972, Ana Lucía Agudelo. Pareció que sería una figura para muchos años, pero su fútbol fue decayendo conforme pasaban las semanas. Algo similar le ocurrió a Mamelli, por lo que la temporada 1974/75 empezó cargada de dudas para ambos.
De hecho, Jorge Olmedo acabó por irse en el verano del 74, tras el fichaje de Cardeñosa y la llegada del paraguayo Celso Mendieta, que fue quien ocupó su plaza de extranjero. Mendieta era una pantera, valiente hasta la temeridad y con una gran fortaleza física. Szusza lo prefirió como "9" y esto relegó a Mamelli a una suplencia de la que no salió hasta la 8ª jornada, en la que jugó unos minutos en el Bernabéu, precisamente la histórica noche en la que el técnico verdiblanco alineó por primera vez a Antonio Biosca como defensa central, una decisión que con el paso de los años se revelaría crucial.
En su segunda campaña en el Betis, Mamelli jugó muy poco, casi nada. No metió ni un gol y los antiguos favores del público se convirtieron ahora en recelos y críticas. Así las cosas, abandonó la entidad en julio de 1975 para fichar en Argentina por River Plate, aunque sus últimos años como jugador los disfrutó en el Uruguay que lo prohijó y en el que sigue viviendo en la actualidad.
Jorge Olmedo, por su parte, tras retornar al fútbol colombiano, donde incluso llegó a entrenar al Independiente de Medellín, tuvo la desgracia de morir muy joven, el 3 de julio de 2009, a la edad de 65 años. Una dolorosa pérdida.
Ellos, estos dos argentinos, Olmedo y Mamelli, fueron, hace ahora 50 años, los primeros extranjeros del Real Betis en esa nueva etapa de apertura de fronteras que tan ingenua parece en comparación con todo lo que ha venido después, principalmente a partir de la "Ley Bosman". Por eso hemos querido recordarlos, porque sus nombres no sólo estarán asociados para siempre a la historia de nuestro club, sino porque también están vinculados a los de otros futbolistas extranjeros llegados ese mismo año de 1973. Jugadores tan grandes como Cruyff, Sotil, Netzer, Más, Ayala, Heredia, Keita, Arrúa, Carnevali, Caszely, etc.