HISTORIA | Recuerdos de una semana
Por Manolo Rodríguez
La semana que se va ha tenido como protagonistas absolutos a los campeones de Liga de 1935. Aquellos gigantes que alcanzaron el mayor logro de la historia verdiblanca y que dejaron en el corazón de los béticos un legado que sobrevivirá a todas las generaciones.
Pero estos días pasados, coincidiendo precisamente con la simbólica e inolvidable fecha del 28 de abril, también han traído otros recuerdos que hablan del Betis eterno y de algunos de sus hijos más queridos y predilectos.
Dos nombres en particular vuelven a la memoria. Los de Vicente Montiel y José María de la Concha, ambos fallecidos un 28 de abril. El primero, en 1999 y el segundo, en 2005.
"Manos mágicas"
Vicente Montiel fue mucho más que el masajista del Real Betis. Fue una referencia y un ejemplo para varias generaciones de béticos. Alguien que siempre estaba ahí, al quite, con su bolsa y con su toalla, con su chándal y con sus gafas, con su escudo del Betis y su agua milagrosa.
Llegado al club en la temporada 1957/58, aquella del ascenso a Primera tras la travesía del desierto, fue, desde entonces, como una prolongación de todas las alineaciones, como un trozo de Betis perpetuado en el tiempo después de que Benito Villamarín le ofreciera el puesto.
En la década de los 70, un periodista radiofónico, Juan Carlos Yáñez, lo bautizó como "manos mágicas", una descripción, sin duda, muy certera, ya que le hacía justicia a las nuevas técnicas de masaje que había traído al fútbol el kinesiólogo verdiblanco.
Quizá por esto, el 23 de mayo de 1972 debutó con la selección española que dirigía Ladislao Kubala. Fue en un España-Argentina disputado en Madrid y, posteriormente, aún acudió a otras dos citas internacionales contra Yugoslavia y Grecia.
En su larga travesía por los mares verdiblancos vivió momentos muy gozosos, pero también la mayor tragedia de aquellos años: la muerte de Andrés Aranda, el viejo luchador que entonces entrenaba al primer equipo y que falleció prácticamente en sus brazos en el hotel de Aracena donde se hallaba concentrada la plantilla bética en 1965.
Bético de raíz, Vicente Montiel admiró a Villamarín, consideró a Del Sol como el mejor futbolista del Betis de todos los tiempos, y jamás reveló un solo secreto del vestuario, donde conoció a muchos entrenadores, de los cuales Domingo Balmanya y Rafael Iriondo fueron sus mejores amigos.
En 37 años, la primera vez que faltó en el banquillo del Betis fue el jueves 9 de marzo de 1994, en La Romareda de Zaragoza, justo la misma noche en que los verdiblancos disputaban una semifinal de Copa.
En esos días, Vicente Montiel estaba enfermo. Desde dos temporadas antes encontraba en Heliópolis la ayuda y el auxilio de su hijo José María y ya por entonces se sabía que cada vez se hallaba más indefenso ante los embates de un mal que, para desconsuelo de todos los béticos, se lo acabó llevando al cuarto anillo el 28 de abril de 1999, cuando contaba 66 años.
Vicente Montiel se fue al cielo de los béticos después de recibir la insignia de oro y brillantes del club. La que quizá muy pocos hayan merecido más que el eterno masajista verdiblanco. Lo honró el estadio con un cálido y emocionado minuto de silencio en un partido Betis-Mallorca y los jugadores lucieron una camiseta que decía: "Va por ti, Vicente".
De la Concha
José María de la Concha, por su parte, ha sido, sin duda, uno de los nombres capitales del Real Betis a lo largo de la historia. Una figura ampliamente glosada, que lo fue todo en un Betis que siempre estuvo en su corazón. Un testigo excepcional del Betis y de sus circunstancias. Del Betis de siempre.
Su vinculación al club fue tan intensa, tan cercana, que difícilmente puede encontrarse algún pasaje de la vida de la entidad en la que estuviera ausente esta gran personalidad del beticismo.
Jugador, directivo, autor del diseño del actual escudo de la entidad, secretario técnico que construyó el legendario equipo de 1977 y siempre defensor impenitente de la causa bética, José María de la Concha falleció siendo el socio número uno del Real Betis.
Nacido en Buenos Aires en 1915, llegó a la Puebla de Cazalla cuando apenas contaba siete años. Por razones de trabajo, su familia se trasladó a Sevilla en 1928 y un año más tarde se inscribió como socio infantil del Betis.
En 1934 ingresó en el Betis como jugador no profesional, por lo que cuando el equipo bético se proclamó campeón de Liga en 1935, De la Concha ya estaba vinculado al club, del que fue directivo por primera vez en 1940, con tan sólo 24 años.
A partir de ahí, yendo y viniendo por los caminos del fútbol, fue ayudante preferente del legendario Pepe Valera en la resurrección de la cantera y hombre de absoluta confianza de Benito Villamarín, quien en la década de los 60 lo convirtió en alto ejecutivo técnico de la entidad y le pidió que gestionara la posibilidad de que el Betis pudiera participar en la Copa de Ciudades en Feria.
Y ya se sabe que, con el correr de los años, construyó, jugador a jugador, aquel equipo que obtuvo el título de campeón de Copa en 1977.
José María de la Concha volvió a ser directivo en los años 90 con el presidente Hugo Galera y, como ya hemos recordado en alguna ocasión, falleció en Sevilla el 28 de abril de 2005, a la edad de 89 años. Nueve días más tarde, el 7 de mayo, más de 45.000 personas guardaron en su memoria un sobrecogedor minuto de silencio en Heliópolis, antes de iniciarse el partido que el Real Betis le ganó al eterno rival.
Robinson en Heliópolis
También estos días, el mundo del fútbol se ha visto conmocionado por la muerte precipitada de Michael Robinson. Un dolor al que sumó el Real Betis con un sentido pésame en el que decía textualmente: "Sólo nos queda darte las gracias. Por hacer que tanta gente amara este deporte. Por contarnos siempre las alegrías y tristeza del fútbol con una sonrisa. Por tu voz inconfundible. Nuestro más sincero pésame a familiares y amigos. Descansa en paz, Michael Robinson".
Robinson ha sido una leyenda en el mundo de la comunicación y el acento más reconocible del fútbol español durante las tres últimas décadas. Pero, como se sabe, antes fue futbolista. Campeón de Europa con el Liverpool y delantero poderoso y rompedor en Osasuna.
Precisamente defendiendo la camiseta rojilla vino dos veces al Villamarín en la década de los 80. La primera, el 8 de marzo de 1987. Empate a cero y un recuerdo que hoy rescatamos: Robinson falló un penalti ya en la segunda parte. Aquel era el Betis que entrenaba Del Sol y al partido le dio cierto color que esa tarde cumplía 100 partidos como colegiado en Primera el vizcaíno Urizar Azpitarte, un árbitro con el que el Betis pocas veces tuvo suerte. Le pitó en 15 ocasiones y el Betis sólo ganó en 2.
La segunda visita de Robinson a Heliópolis fue un año largo después. En mayo del 88. Un partido dramático que el Betis tenía que ganar sí o sí para salvarse. Y lo ganó por 1-0 con un gol de Gabino. En el banquillo estaba el recordado Pedro Buenaventura y una semana más tarde vencieron en Las Palmas y evitaron cualquier riesgo de descenso o promoción.
En enero de 1989 jugó Michael Robinson su último partido en España. Fue en Pamplona, en El Sadar, y? contra el Betis. A los 31 minutos su rodilla dijo basta. Aquel encuentro lo ganaron los navarros por 3-1.
Nadie sabía entonces que su último partido de Liga como comentarista sería en el Benito Villamarín. La noche del 8 de marzo de 2020, cuando el Real Betis derrotó al Real Madrid y cerró el círculo de su relación con Michael Robinson.
Ese amigo del fútbol al que sólo nos queda darle las gracias.