HISTORIA | Se fue Dioni y entró Landa
Por Manolo Rodríguez
Esta temporada, como todas, el reglamento del fútbol incorpora algunos cambios que intentan hacerlo más justo, más dinámico y más vistoso. Cosa que siempre se agradece.
Esta vez, la International Board (organismo internacional que componen las cuatro asociaciones del Reino Unido y la FIFA y que es la encargada de definir las reglas del fútbol a nivel mundial desde 1866) ha puesto su mirada en las manos, en la composición de las barreras, en el saque de puerta, en las cartulinas de amonestación para los entrenadores, en el bote neutral y en el perjuicio que pueda causar que la pelota tropiece en el árbitro.
Unas modificaciones que indudablemente tienen su importancia, aunque quizá no merezcan ser calificadas como trascendentales. Mejorarán determinados aspectos del juego, les darán equilibrio a otros y confiemos en que faciliten la tarea arbitral, a fin de que las decisiones de los jueces no estén permanentemente envueltas en la polémica y la controversia. Pero no revolucionarán los comportamientos ni las costumbres.
Algo muy diferente a lo ocurrido al inicio de la temporada 1969-70, hace ahora 50 años, cuando la International Board permitió que se pudieran realizar dos cambios de jugadores a lo largo del partido. Una medida que ha tenido una enorme repercusión desde entonces y que trajo un fútbol nuevo, en el que podían participar más actores, en el que las convocatorias de los equipos serían más amplias y en el que se les ofrecía a los entrenadores una mayor una riqueza táctica al poder modificar sus planteamientos iniciales con el relevo de algún jugador.
Hasta ese momento, sólo estaba permitido en España el cambio del portero por lesión y tan novedoso escenario lo cambió todo. Resultó tan fructífero que en la temporada 1994-95 se amplió el cupo de cambios y además de los dos permitidos se pudo hacer también el del portero. Una temporada después, en la 1995-96, se permitieron los tres cambios, sin limitar uno para el guardameta, y junto a ello se instituyeron otras normas tan modernas como la de los tres puntos por victoria, los dorsales fijos en categoría nacional y la ampliación del número de jugadores extranjeros.
Pero el principio de tanta novedad ya decíamos que está fechado en el verano de 1969. En aquel momento el Real Betis estaba en Segunda División y estrenaba la presidencia de Pepe Núñez, quien había llegado al puente de mando el 3 de julio de ese año en una histórica asamblea celebraba en el Colegio Claret.
Como es natural, el objetivo irrenunciable era el ascenso. Pero no la única urgencia. Al club se lo comían los bancos por la deuda que todavía se arrastraba desde la compra de Heliópolís en 1961 y, por ello, las mayores energías las dedicó el presidente Núñez en aquellos días a negociar a cara de perro una quita con las entidades bancarias.
En lo deportivo, se habían contratado los servicios del entrenador Miguel González, quien venía de dirigir en la campaña anterior al Atlético de Madrid. Un nombre prestigioso que fue futbolista grande con la camiseta rojiblanca. Aquel extremo rapidísimo que formara en la selección española con talentos sobrenaturales como Kubala, Di Stéfano, Luis Suárez o Gento.
En cuanto a los fichajes se apostó por gente que pudiera aportar en la categoría. Con horas de vuelo como el central Frigols (procedente del Sabadell) o cargados de juventud como el lateral cántabro Juan Manuel Cobo, quien con el paso de los años llegaría a ser el capitán que levantara la Copa del Rey de 1977. Junto a ellos llegaron también un recio zaguero como Patxi Torrens, un fino centrocampista con escasa presencia física como Nolito o el portero Arbea, un suplente que le guardara las espaldas al titular Villanova.
El equipo inició los entrenamientos el 23 de julio y apenas un mes más tarde sobrevino la primera gran crisis. Quino, que pretendía una mejora en su contrato, se declaró en rebeldía y no acudió a jugar en Córdoba el trofeo Montilla-Moriles, donde los verdiblancos derrotaron en la semifinal al Wiener Sport de Austria y perdieron la final contra el Sporting de Lisboa.
El martes 2 de septiembre se celebró en el Villamarín el homenaje a Quico Grau, un legendario defensa que había servido ejemplarmente al Real Betis durante una década, y Quino volvió al equipo. Se habían limado las asperezas con la directiva y el prodigioso delantero se reivindicó con dos goles. Los verdiblancos ganaron por 5-4 a la Portuguesa de Brasil, pero la mala fortuna provocó que Quino se lesionara con una luxación del codo izquierdo.
Tan desafortunado lance le impidió debutar en la Liga cuatro días más tarde, en el primer partido en el que se podrían cambiar dos jugadores. El rival fue el Sporting de Gijón, un equipazo que esa temporada acabaría ascendiendo como campeón. A los asturianos los dirigía Luis Carriega (quien años más tarde triunfaría como entrenador en Heliópolis) y esa tarde se estrenó como goleador en el campo del Betis Enrique Castro "Quini", un delantero que marcaría toda una época.
El telón del campeonato se alzó en el Villamarín a las seis de la tarde del sábado 6 de septiembre de 1969 y a las órdenes del colegiado madrileño Enrique López Montenegro los equipos presentaron las siguientes alineaciones:
Real Betis: Villanova; Telechía, Díaz, Cobo; Mellado, Frigols; Santi, Dioni, González, Nolito y Macario.
Sporting de Gijón: Castro; Echevarría, Alonso, De la Fuente; Puente, Herrero I; Herrero II, Quini, Paquito, Valdés y Churruca.
En el Betis faltaban Quino y Rogelio, ambos lesionados, y eso era mucha tela. Pero las cosas empezaron bien. A los 2 minutos marcó Macario y creció el optimismo. Fue un espejismo, porque los gijoneses, con gol de Quini, empataron pasada la media hora y, desde entonces, el partido lo gobernó más el Sporting que el Betis.
El primer cambio del partido, el que abría una época, lo realizaron los asturianos. A los 28 minutos abandonó el campo por lesión Herrero I y lo reemplazó José Manuel. Y también el segundo, al salir del campo Valdés a los 54 minutos, igualmente lesionado, para que lo sustituyera Salazar.
El Betis, por su parte, se tomó su tiempo. Miguel se lo pensó hasta veinte minutos antes del final. Entonces, retiró de la hierba a Dioni y sacó a un delantero rompedor, al ariete Jesús Landa, claramente con la intención de que el equipo tuviera más capacidad ofensiva.
Landa saltó al terreno de juego con el número 14 en el dorsal y peleó con decisión cada pelota que rondó el área. Pero el gol no llegó y el estreno verdiblanco en la competición acabó en tablas. Fue el principio de una campaña en la que el ascenso se quedó a dos puntos. El entrenador Miguel fue cesado tras 10 jornadas y su puesto en el banquillo lo ocupó el viejo zorro Antonio Barrios.
Habría que esperar un año para volver a la máxima categoría, pero aquella tarde de septiembre nos dejó el recuerdo del primer cambio de un jugador de campo en la historia verdiblanca. Un hecho, entonces insólito, que hoy ya forma parte del paisaje.
Se fue Dioni y entró Landa.