HISTORIA | Una noche inolvidable
Por Manolo Rodríguez
Jugando en casa, el Real Betis nunca perdió un partido de Copa contra el Espanyol. En ninguna de las siete eliminatorias disputadas. Todo lo más, concedió un solo empate, a cero, en la edición de 1971, aquella que como recordábamos la semana pasada se decidió en Sarriá con la polémica tanda de penaltis que puso epílogo al partido jugado sobre las aguas.
El resto de los duelos, uno en el Patronato y todos los demás en Heliópolis, acabaron con victorias béticas, por lo general holgadas, y, en algunos casos, hasta con destellos fulgurantes de la mejor historia verdiblanca.
Así ocurrió en junio de 1961 cuando el Real Betis goleó de manera rotunda al Espanyol. Un vistoso 5-1 que tuvo un notable eco, ya que los blanquiazules venían de eliminar al FC Barcelona al que le habían ganado los dos partidos. Pero esa tarde, ante su público, el Betis fue un vendaval en el que destacó sobre todos Yanko Daucik (hijo del entrenador Fernando Daucik), que hizo dos tantos y dio otro.
También muy elocuente y generosa fue la victoria copera conseguida en 1966. En aquella temporada que había concluido con el doloroso descenso de Málaga. Pero apenas acabada la Liga, arrancó la Copa. Una buena manera de olvidar las penas. En dieciseisavos los verdiblancos eliminaron al Real Oviedo y en octavos les tocó el Espanyol, donde entonces aún jugaba el mitológico Alfredo Di Stéfano.
En Sarriá, ya lo contamos la semana pasada, ganaron los periquitos por 2-1. La vuelta se disputó en el Villamarín el 1 de mayo de 1966. A las cinco de la tarde. Enorme calor y media entrada. Arbitró el vasco Gómez Arribas y las alineaciones fueron las siguientes:
Real Betis: Vega; Aparicio, Ríos, Antón; Frasco, Azcárate; Girón, Quino, Landa, Dioni y Rogelio.
RCD Espanyol: Carmelo; Juan Manuel, Mingorance, Granero; Di Stéfano, Bergara I; Miralles, Rodilla, Re, Marcial y José María.
El partido del Real Betis fue impresionante. Arrasó por 4-0 (goles de Quino (2), Landa y Rogelio) y la prensa de Barcelona proclamó sin tapujos que la victoria local fue merecida, abultada e incluso corta.
El Betis pasó de ronda y la tarde la convirtió en historia Alfredo Di Stéfano, el más grande de todos los tiempos. Ese día Di Stéfano jugó en el Villamarín su último encuentro oficial como futbolista. Saltó al campo con la camiseta azul de su equipo, llevando a la espalda el dorsal número 6. Estaba a dos meses de cumplir cuarenta años y cada vez eran más intensos sus dolores de espalda. En el campo, actuando como medio organizador, se vio las caras con Quino, quien aún recuerda con emoción la cercanía del gran ídolo. Una experiencia única que se agigantaría años más tarde cuando el propio Di Stéfano, siendo entrenador del Valencia, le confiese que lo ha fichado para el club de Mestalla porque todavía recuerda aquel partidazo de Copa.
Pero, sin duda, la victoria más recordada por el beticismo es la última que se ha visto en Heliópolis en el torneo del KO. Aquella que sirvió para jugar una final que, además, se ganó. Fue el 18 de junio de 1977, festividad de San Germán, sábado.
Una noche de tórrido calor en la que la pelota echó a rodar en el Villamarín a las nueve y media de la noche. Los verdiblancos traían una desventaja de un gol del partido de ida y salieron en tromba desde el principio buscando la remontada. Las gradas estaban macizas, a pesar de que la entrada más cara costaba mil pesetas. Un dinero para la época.
Dirige el partido el colegiado castellano Lamo Castillo y los equipos salen con las siguientes formaciones:
Real Betis: Esnaola; Bizcoche, Biosca, Sabaté, Benítez; López, Alabanda (Cobo, m.110), Cardeñosa; Megido, Eulate (Del Pozo, m.73) y García Soriano.
RCD Espanyol: Echevarría; Longhi, Ferrer, Ortiz Aquino, Verdugo; Molinos, Solsona, José Manuel; Manolín Cuesta (Osorio, m.82), Caszely y Marañón (Cino, m.91).
A los 5 minutos el colegiado pasa por alto un claro derribo de Ferrer a Megido dentro del área. Parece penalti claro, pero no se señala. Ruge el público y el Betis ataca, aunque no culmina, Así termina el primer tiempo. Tras el descanso, el portero españolista comparece con un chaleco rojo después de haber vestido de azul en el periodo inicial. El árbitro interpreta que se puede confundir con la equipación completamente azul (medias blancas) que lucen los de Sarriá.
El segundo tiempo es más de lo mismo. Ataque sin gol. El Espanyol se limita a defenderse y los verdiblancos lo intentan de todos modos. García Soriano estrella el segundo balón en los postes y tanto infortunio suena a maldición. A otra maldición.
La vida, sin embargo, cambia como un relampagazo a tres minutos del final. Biosca avanza con el balón desde campo propio y los pericos se acorazan en su área cerrando todas las líneas de pase o centro. El central bético, entonces, desasistido, decide chutar desde fuera del área. El guardameta Echevarría pone las rodillas en tierra para blocar el balón, pero un bote lo sorprende. La pelota le pega en el hombro y acaba entrando mansa junto al poste derecho de la puerta de Gol Norte.
El grito de gol se oye a kilómetros de distancia. Incluso algunos aficionados saltan al campo para abrazar a los jugadores verdiblancos. Restablecida la normalidad el Espanyol tiene una clara oportunidad que Esnaola desbarata. Habrá prórroga.
En ese momento, la tensión es insoportable. Pero el consuelo llega pronto. En el minuto 2 de la prórroga. Córner que bota Cardeñosa en la esquina de Fondo con Gol Norte. Antes de pegarle a la pelota es evidente que Biosca viene pidiéndole el balón al entrar en el corazón del área. Allí la pone el '10'. Medida, como es norma. Biosca salta poderoso, le gana con mucho a Ferrer, y conecta un poderoso testarazo que no le da opción al portero. Todo se ha consumado.
De ahí al final el partido es una apoteosis. Una fiesta sin precedentes. El Betis domina a placer, llega a tirar hasta diez corners en la prolongación, y no le da opción a un Espanyol que saca bandera blanca. El graderío, enloquecido, grita sin parar: "Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid".
Esto ocurrió la última vez que el Espanyol jugó un partido de Copa en Heliópolis. Va a hacer 42 años, pero el recuerdo sigue siendo tan dulce como el primer día. La noche que desembocó en una final. Confiemos en que esta vez el camino lleve a una semifinal.