La indignación del entrenador Del Sol
Por Manolo Rodríguez
La primera vez que el Real Betis fue a jugar a Leganés aún no existía el campo de Butarque. Corría el año 1994 y el equipo pepinero todavía disputaba sus partidos en el antiguo estadio municipal, donde en la actualidad se levantan la Plaza Mayor y el Ayuntamiento.
Entonces, el Betis andaba como un bólido hacia el ascenso. Lo guiaba Lorenzo Serra y aquel fue el octavo partido de los doce consecutivos que estuvo sin perder. Marcaron el Toro Aquino y Julio Soler y los verdiblancos se encaramaron con aquel triunfo al segundo puesto de la tabla, el que conservaron hasta el final y el que les acabó permitiendo volver a Primera tras la memorable tarde de Burgos.
Después, el Leganés desapareció de los caminos del Betis durante siete años. Hasta la temporada 2000-01. De nuevo en Segunda. Una campaña particularmente difícil para la afición bética, que aún se debatía entre el desánimo y la estupefacción tras el inesperado descenso del curso anterior. Una caída a los infiernos que no estaba en los libros de nadie. El hundimiento del imperio.
Esa sensación de vacío acompañó durante meses el trajín de la temporada. Se fueron muchos de los grandes mitos de los tiempos felices (Finidi, Alfonso, Alexis) y sobrevinieron conflictos desmesurados como aquel motín de los futbolistas en agosto de 2000. El que provocó que Lopera y los jugadores se declararan la guerra. Una imponente bronca que sólo pudo superarse gracias a la infinita paciencia y el loable sentido común con que el entrenador gallego Fernando Vázquez recompuso las relaciones.
Pero a Fernando Vázquez también se lo llevó por delante el volcán en erupción que era el Betis. Pasó en marzo de 2001. En la jornada 29, cuando los verdiblancos aún se hallaban en posición de ascenso. El cese lo promovió el secretario técnico, Faruk Hadzibegic, cuyas malas relaciones con Vázquez eran sobradamente conocidas.
Lopera, salomónico, no quiso oír al bosnio (que le propuso al Lobo Carrasco) y le dio el equipo al sabio y admirado Luis del Sol. El mito supremo que, con sus 65 años cumplidos, volvía para restañar las heridas de un Betis enfermo. Como hombre de fútbol que ya había visto pasar mucha agua por debajo de los puentes, trató los hechos con naturalidad e impuso cordura desde el primer momento. Sin dramas, ni grandilocuencias.
Sólo fue beligerante en lo que le correspondía, en la confección del equipo de trabajo que quería a su lado. Por eso, amenazó con rechazar el envite si no se aceptaba que Pedro Píriz (que previamente a su incorporación debía resolver unos trámites administrativos en la Universidad) fuera su preparador físico. Se lo dijo a Lopera delante de todos y aquello sonó a lo que era: una nueva demostración de su enorme personalidad y de sus profundas convicciones en que el entrenador debía tener las manos libres.
Algo que también se puso de manifiesto cuando en aquellos días le preguntaron que quién era el que iba a mandar en la caseta. Y dejó una frase para la historia al responder: “Aquí las decisiones las tomo yo, Luis del Sol, Cascajares por parte de madre”.
Seis semanas después de sentarse en el banquillo, el Betis de Luis del Sol llegó a Leganés. Para jugar por primera vez en el estadio de Butarque, que se había inaugurado en 1998. Una calurosa mañana de mayo, Domingo de Feria en Sevilla. El equipo seguía en posición de ascenso e incluso había aumentado la distancia con el cuarto clasificado. La cosa iba por buen camino, gracias, sobre todo, a los goles argentinos de Amato y Casas, particularmente de este último, a quien Del Sol parecía haber recuperado para la causa.
El Betis sale al campo vestido de marrón (esa equipación indescriptible que fue común aquel año) y a las órdenes del vasco Eduardo Pérez Izquierdo (triste protagonista) los equipos presentan las siguientes formaciones:
CD Leganés: Raúl; Julián Ronda, Fede, Macanás, Lambea; Óscar, Merino, Puñal, José Mari (Alex m.84); Miguel Ángel (Morales, m.86) y Makukula (Barbarín, m.88).
Real Betis: Prats; Merino (Capi, m.54), Belenguer, Rivas, Luis Fernández; Joaquín, Cañas, Castaño, Denilson; Amato (Cuéllar, m.88) y Casas.
El partido se complica desde el inicio. Apenas a los nueve minutos se adelanta en el marcador el Leganés con un gol de Puñal. Eso provoca que la imagen del Betis durante el primer tiempo no sea buena. Parece apático y le cuesta un mundo llegar a la puerta contraria.
Tras el descanso, las cosas empiezan a cambiar con la salida de Capi. El equipo se hace más profundo y crea una cascada de ocasiones que no se terminan de aprovechar. Incluso el portero Prats vuelve a tirar una falta desde el borde del área, aunque con poca fortuna. Sólo a diez minutos del final una poderosa volea de Casas establece el empate.
El punto sabe a poco. No gusta del todo. Pero lo que más ofende es lo que ocurre en el minuto 66, cuando el colegiado Pérez Izquierdo corre hacia la banda y expulsa a Luis del Sol después de mostrarle dos tarjetas amarillas consecutivas. Un lance que provoca las iras del técnico verdiblanco, que se va para el colegiado visiblemente airado. Lo tienen que parar sus jugadores. El mito está muy enfadado y grita con vehemencia que le expliquen las razones por las que lo expulsan.
Después, en la sala de prensa, Del Sol relata que le pidió al juez de línea y al cuarto árbitro que controlaran el tiempo que estaba perdiendo el equipo local. “Lo hice con toda corrección, afirma, sin voces ni malos modos”. Pero a instancias de su ayudante, el árbitro se acerca a él y le saca la tarjeta. Del Sol le pregunta entonces que porqué lo amonesta y le sacan la segunda. Tanta injusticia lo subleva. Hecho una furia tiene que ser agarrado por algunos jugadores, además de por el delegado Rafael Gordillo, por Paco Chaparro y por el masajista José María Montiel.
Se va al vestuario muy disgustado y siempre hará responsable de lo ocurrido al cuarto árbitro, quien, según su opinión, fue el que lo provocó todo. “Pero esto no tiene solución, la indefensión de los entrenadores ante el colectivo arbitral es absoluta”, dice.
El colegiado, sin embargo, tiene un detalle a última hora y añade un anexo al acta original en el que recoge las disculpas presentadas por Del Sol. Eso, sin duda, aligera su castigo, que se queda en un partido.
Partido, por cierto, que pierde el Betis en Heliópolis. Contra el Albacete y en otra mañana perversa ante las cámaras de Canal Plus, un mal fario que esa temporada sólo le permitió sumar cinco puntos de los treinta disputados. O sea, que no ganó nunca en sesión matinal.
Afortunadamente, el deseado ascenso llegó en la última jornada. Un nuevo servicio impagable que el gran Luis del Sol pudo prestarle al club de su vida, aunque, por medio, hubiera de pasar algunos tragos tan malos como el de aquella injusta expulsión en Leganés, la primera vez que el Betis jugó en Butarque.