HISTORIA | El único gol de Antonio Oliveira
Por Manolo Rodríguez
En el mes de junio de 1979 llegó a la presidencia del Real Betis el abogado Juan Mauduit, un bético de largo recorrido que había tenido mucho protagonismo durante el mandato de Pepe Núñez. El club había vuelto a la máxima categoría tras el doloroso purgatorio de la campaña anterior y en el ambiente estaba la necesidad de reforzar al equipo para que no volviera a repetirse lo ocurrido después de ganar la Copa.
Por esta razón, la Junta Directiva hizo dos contrataciones que costaron un dinero muy por encima de lo que estaba acostumbrado a gastar el club. Casi de inmediato, se fichó al veloz extremo Enrique Morán, figura grande en el Sporting de Gijón y flamante internacional, quien aterrizó en Heliópolis a cambio de 30 millones de pesetas. Una cifra muy respetable.
Y aquello sólo era el principio. Así lo confirmaban los propios directivos sin dar más pistas. Se sucedieron los rumores y por fin en julio se anunció que esa gran estrella que se esperaba era el portugués Antonio Luis Ribeiro de Oliveira, el mejor futbolista del país lusitano, el emblema del FC Porto, club con el que acababa de proclamarse campeón de Liga.
El traspaso de Oliveira alcanzó los 48 millones de pesetas, la cantidad más alta pagada por el Real Betis hasta entonces. Un dineral para la época. La afición lo recibió con los brazos abiertos, pero ya desde el principio la cosa estuvo esquinada. El jugador tardó varios días en incorporarse a los entrenamientos, justificó su retraso diciendo que había sufrido hasta tres reventones de neumáticos en su traslado por carretera y siempre se mostró esquivo, distante, extraño.
Pero cuando empezó el fútbol de pretemporada mostró algunas de esas calidades evidentes que tenía. Estuvo bien en el trofeo Concepción Arenal de Ferrol; jugó un buen partido en el Colombino contra el Beveren belga y aunque se le vio menos en el Ciudad de Sevilla tampoco desentonó como para preocuparse.
El entrenador bético, León Lasa, lo colocaba como media punta caído a la banda izquierda y en esa posición debutó en el campeonato de Liga el sábado 8 de septiembre de 1979. El rival en ese primer partido fue el Rayo Vallecano, un equipo que cumplía su tercer año en Primera y que había fichado ese verano al renombrado goleador uruguayo Fernando Morena.
Una noche de expectación en Heliópolis que, desgraciadamente, no terminó bien. Mucha gente en las tribunas y clamoroso recibimiento a los verdiblancos. Arbitró el colegiado asturiano Acebal Pezón y las alineaciones fueron las siguientes:
Real Betis: Esnaola; Bizcocho, Richard, Peruena (Alex, m.30), Gordillo; Ortega, Alabanda, Benítez; Morán, Hugo Cabezas (Anzarda, m.65) y Oliveira.
Rayo Vallecano: Mora; Anero, Tanco, Uceda, Rocamora; Custodio, Nieto, Robles, Salazar (Francisco, m.65); Morena y Alvarito (José Mari, m.76).
Oliveira arrancó el partido de modo brillante. Erigido en el faro del equipo en ausencia de Cardeñosa, dirigió el juego verdiblanco durante toda la primera parte. Incluso abrió el marcador. En el minuto 17, al transformar con un tiro seco y raso el penalti que le habían hecho a él mismo. Fue su único gol con la camiseta del Betis.
Después, se fue apagando conforme pasaban los minutos (al final ganó el Rayo por 1-2 en el último momento) y lo ocurrido aquella noche pareció un anticipo de lo que iba a ocurrirle durante su estancia en Heliópolis.
Apenas fue titular en las primeras seis jornadas (cuatro de ellas ya con Carriega en el banquillo) y desde entonces estuvo saliendo y entrando del equipo hasta que disputó su último partido en Mestalla (un solo minuto) cuando se acabó la primera vuelta del campeonato. Únicamente diez partidos. Un solo gol. Muy poco para 48 millones.
A partir de ahí se dijo siempre que Oliveira, que era un '10' excelente, tuvo la mala suerte de fichar por un equipo donde había un "10" aún más extraordinario y sobrenatural. Un líder como Julio Cardeñosa que era casi un semidiós para los béticos.
Junto a esto, el portugués fue perdiendo la ilusión a medida que pasaban los meses. Atacado por la morriña que le producía la lejanía de su país, a donde viajaba cada fin de semana que no era convocado, solicitó que, por el bien de todos, se le permitiera volver anticipadamente al FC Porto que tanto lo quería.
Y así ocurrió. Llegado el mes de febrero de 1980 fue intercambiado por su compatriota Francisco Antonio Lucas Vital, quien traía un perfil de delantero centro puro muy distinto al de Oliveira. Vital jugó 13 partidos de Liga y 2 de Copa en los que firmó un solo gol, marcado en Heliópolis contra el Almería en una eliminatoria copera.
Oliveira y Vital fueron los primeros futbolistas portugueses que jugaron en el Real Betis y desde entonces, en distintas etapas, han desfilado por el Benito Villamarín otros compatriotas como Calado, Joao Tomás, Ricardo, Nelson, Miguel Lopes, Agra y, en la actualidad, el excelente William Carvalho.
Como es sabido, Antonio Luis Ribeiro de Oliveira volvió al Real Betis en agosto de 1998, esta vez como entrenador. Vino para sustituir a Luis Aragonés, que sorprendentemente había dimitido tres días antes. Pero tampoco esta vez salieron bien las cosas. Al contrario, empeoraron.
Desde el principio cundió el desconcierto entre los futbolistas, con los que jamás se entendió. No se sentían amparados por un entrenador que, claramente, no controlaba el vestuario. Junto a eso, sus diferencias con el accionista mayoritario también parecían evidentes. Y los resultados (con sendos fracasos en el Colombino y en el Carranza) hicieron el resto.
Total, que duró como entrenador? ¡23 días! Un desairado récord que aún se estropeó más con las acusadoras y feas manifestaciones de los dirigentes y del propio técnico.
Así de mal acabó la segunda aventura verdiblanca de Antonio Oliveira, el que fuera en su momento el fichaje más caro en la historia del Real Betis. El autor de un solo gol. El que le hizo al Rayo Vallecano una calurosa noche de agosto de 1979.