Última formación inicial de la temporada, la cosechó un empate en el Santiago Bernabeu.

A Europa por cuarta vez consecutiva

Acabó la temporada, y, por cuarto año consecutivo, nuestro equipo volverá a disputar competición europea, algo sin parangón en la historia demuestra entidad. Bien es cierto que, para la 24/25, será la Conference League la competencia que nos aguarda, en un nuevo formato muy distinto a lo que hemos conocido en las últimas décadas, pero tal y como está el panorama futbolístico, no debemos más que celebrar nuestra participación continental y mirar, tal y como bien dijo Manuel Pellegrini en la rueda de prensa posterior al último choque liguero en nuestro estadio, la cantidad de equipos, de nuestra liga y de otras con similar potencial, que se quedan año tras año fuera de esta orla europea, en algunos o bastantes casos, con presupuestos y recursos infinitamente superiores a los que manejamos en verdiblanco.

Para alcanzar la clasificación, tuvimos un fin de curso donde hubo de todo, lesiones incluidas, como ha venido siendo habitual en la temporada, de futbolistas clave que obligaron al cuerpo técnico a replantear todo en las previas de cada partido de las últimas semanas, a donde llegamos más que bien colocados tras haber conseguido enderezar el rumbo de la nave durante el mes de abril.

Tras el importante triunfo en Pamplona, encaramos la recta final del campeonato dependiendo de nosotros mismos para certificar el pase a Europa League o Conference, a sabiendas, también, de que cualquier despiste nos costaría muy caro puesto que no eran pocos los equipos que venían por detrás dispuestos a adelantarnos en la línea de meta. En esa pelea hubo de todo, instantes donde nos veíamos más cerca de una competición que de estar fuera, y ratos donde el fatalismo pudo instalarse en parte de una afición más que acostumbrada a pensar que si podía salir cruz, saldría cruz.

De esa manera afrontamos el duelo ante el Almería, colista y ya descendido, pero bien alertados del peligro que puede tener un equipo en esas circunstancias. Pudimos ponernos por encima en el marcador hasta con dos goles de ventaja, pero los visitantes recortaron distancia en las postrimerías del primer tiempo para llevar de nuevo cierto nerviosismo al equipo y al ambiente, cosa que pareció despejarse de un plumazo tras el gol de Ayoze pero duró el suspiro que tardaron los visitantes en volver a recortar la diferencia. Bien está lo que bien acaba, y a pesar de los nervios, los tres puntos se quedaron en casa, en la que sería, a falta de tres jornadas, la última victoria de la campaña.

Apenas unos días después, jornada intersemanal en Gran Canaria, ante una UD Las Palmas que llevaba meses sin ganar y a quien los resultados de los rivales más cercanos colocaron al borde del abismo. Un choque en el que nos volvimos a poner por delante hasta en dos ocasiones, pero la ventaja fue recortada por los locales hasta firmar un empate a dos que satisfizo más a los amarillos que a los verdiblancos, contrariados por las lesiones de Guido e Isco, que ya no disputarían ni un minuto más en lo que restaba de curso.

Así nos llegó el duelo ante el rival directo, la Real Sociedad, en un Villamarín que registró la mejor entrada en partido oficial de la historia: más de 58000 espectadores, quienes pudieron comprobar cómo, tras quizás la mejor primera parte del año en cuanto a caudal ofensivo, nos íbamos a la caseta con un injusto 0-2 en contra, que acabó siendo el marcador final. Con ello quedaban sepultadas nuestras posibilidades de repetir participación en Europa League al mismo tiempo que certificábamos, gracias a la ventaja adquirida con respecto a nuestros perseguidores, para la Conference, convirtiendo el duelo de la última fecha, ante el Madrid, campeón de Liga y finalista de la Champions, una semana más tarde, en un mero trámite del que salimos más que airosos, siendo claros merecedores de una victoria que tuvimos cerca, y de la que solo nos descabalgaron ciertas decisiones arbitrales y algunas de las numerosísimas ausencias por lesión en las previas del viaje a la capital. De todo ello da claro ejemplo que solo 17 de 23 futbolistas posibles en cada convocatoria se pudieron vestir con la camiseta del Betis a la hora de comparecer en el coliseo blanco, convertido desde hace 7 años en un bastión bético, puesto que solo hemos cosechado una derrota y hemos conseguido dejar nuestra portería a cero hasta en seis ocasiones.

Se cerró, en lo estrictamente competitivo, un nuevo curso del que recordaremos la cuarta clasificación para Europa tras, quizás, la mayor plaga de lesiones que recordamos a lo largo de una temporada.