Entre el cielo y el suelo
Cuesta trabajo hacer balance del año en la sección de FutSal del Real Betis tras haber sido capaces de lo mejor y lo peor, de despeñarse a los infiernos de un descenso de categoría al mismo tiempo, una semana después, de tocar el cielo con las manos al conquistar el mayor premio imaginable, o casi inimaginable, con el aún más dulce sabor de hacerlo en Sevilla, en San Pablo, y ante nuestra afición: la Copa de SM el Rey.
Es difícil explicar dónde queda la bisectriz entre el abismo y un título, cómo se cuenta lo de este plantel, que ha tenido momentos para todo en la competición liguera, en la que henos mirado en alguna ocasión -las menos- hacia arriba; otras, hacia los lados y las que más, para abajo. El fantasma del sótano clasificatorio estaba ahí, bien cerca, pero siempre pensamos que podríamos darle el regate a la fatalidad en las últimas fechas, porque había margen y talento. Pero quien anda con fuego acaba quemándose y no sería del todo justo obviar en estas reflexiones que todo estuvo y pasó por nuestra mano, desaprovechando preclaras oportunidades de haber cerrado la herida sin mayor rescoldo que una cicatriz que se borraría con el verano y las ilusiones inherentes a cada nueva campaña. No fue así, y no porque se escatimara el trabajo, pero esto es un juego donde pasan cosas y circunstancias como esta y toca, desde la serenidad, afrontar el panorama para lo que viene y pensar en hacer las cosas de una manera más eficiente para abordar el reto de la vuelta a la máxima categoría con la mayor de la humildad y la más voraz de las ambiciones.
Pero, parafraseando al poeta, como te diga una cosa, te digo la otra: ¿cómo se explica que un conjunto recién descendido, apenas siete días después del mazazo, sea capaz de escribir la más brillante página de su historia? Pues, como en alguna que otra situación análoga, metiendo al imponderable e imprevisible Real Betis Balompié de por medio.
Se jugaba la Final Four, como ya hemos dicho, en Sevilla. Y a ella, ya descendido, llegó el conjunto de Ramón Martínez, prácticamente destinado a ser un convidado de piedra. El rival en semifinales fue el Peñíscola, y contra todo pronóstico, los nuestros fueron muy superiores y merecedores del pase a una final donde nos esperaba otro hueso, el Jimbee Cartagena, que se puso hasta con dos goles de ventajas en los compases iniciales del partido, lo que quizás les hizo verse ganadores mucho antes de tiempo, Fue clave la reacción del técnico verdiblanco, que tras el segundo gol cartagenero, pidió un tiempo muerto para soltar la mejor de las consignas: no desengancharse del partido, sabedor de que cualquier lance a favor volvería a meternos en el mismo, como así fue solo unos minutos después en los que un penalti transformado por Piqueras volvía a arrojar luz sobre el panorama verdiblanco.
En la segunda parte, el cuadro bético salió a por todas. Piqueras volvía a anotar para igualar la contienda. San Pablo rugía. El Real Betis Futsal buscaba y merecía el tercero y acabó llegando con una "delicatessen" de Carrasco tras un pase filtrado de Piqueras para poner patas arriba a la grada. Betis Alé. Sin embargo, de sufrir sabemos y Motta ponía el 3-3 en los últimos minutos. Tocaba seguir aguantando el resultado, ya que Jimbee Cartagena se hizo con la pelota y salió con portero jugador. Se aguantó, con un Molina inmenso bajo palos sacando un disparo a falta de 40 segundos para el final. Ya en la prórroga, el respeto imperó en pista. Aun así, el rival dispuso de dos claras ocasiones para llevarse el partido, pero el destino ya estaba escrito. En los penaltis: Piqueras, Raúl Jiménez, Pablo Otero y Lin no fallaron. Raúl Sánchez se puso la capa de héroe parando el primer penalti. Y por último, Lemine, un viejo rockero, no falló el penalti decisivo. Final. Hicimos historia. La copa es nuestra.