HISTORIA | Intercambio de portugueses
En la temporada 1979/80, y en apenas 8 meses, vistieron la camiseta verdiblanca Antonio Oliveira y Francisco Lucas Vital, dos jugadores lusitanos llegados del Oporto
Por Manolo Rodríguez
Más de 70 años tardó el Real Betis en alinear a un jugador de nacionalidad portuguesa en la competición oficial. Mucho tiempo si se tiene en cuenta la estrecha relación de nuestro fútbol con el país lusitano y los antecedentes vividos en otros equipos, algunos de ellos cercanos.
Pero aún más llamativo resultó que después de siete décadas largas de ausencia el Betis fichara a dos jugadores portugueses con un intervalo de apenas 8 meses. Algo que ocurrió en la temporada 1979/80 cuando primero trajo a Antonio Oliveira y, posteriormente, a Francisco Antonio Lucas Vital, llegado este último para cubrir la baja de su compatriota, quien por esas fechas ya se hallaba gravemente afectado por el mal de la melancolía.
Aquello dio mucho que hablar en su tiempo y a continuación referiremos los pormenores de esos agitados días. Antes, sin embargo, quizá resulte de interés recorrer algunas operaciones previas que pudieron haber culminado con la contratación verdiblanca de algún futbolista de Portugal.
Sin ánimo de ser exhaustivos, podría recordarse que ya en 1958, recién ascendido el Real Betis a Primera División, estuvo a prueba en Heliópolis un defensa llamado Walter que no interesó a los técnicos de la época. Y también ese mismo verano la directiva presidida por Benito Villamarín abordó la contratación del centrocampista Mario Torres, que procedía del Académica de Coimbra y que apenas unos meses antes había debutado con la selección lusitana en un partido contra España en Madrid. Se decía que era un futbolista de larga zancada y buen pie, aunque quizá algo lento.
Torres fichó por 3 años, pero el entrenador Barrios no lo puso nunca y prefirió volver a su ciudad natal donde, además, encontró la posibilidad de ejercer como doctor en Medicina.
Algo similar, aunque por distintos motivos, le ocurrió en el verano de 1976 a Carlos Alinho, un defensa de poblado bigote que llamaba mucho la atención por su pelo afro. Un tipo duro que había estado cerca del Atlético de Madrid un año antes y que venía de triunfar en el Oporto, el Sporting de Lisboa y la selección de su país.
Empezó a jugar los amistosos de pretemporada, pero desde el principio se supo que su contratación estaba condicionada a que Attila Ladinszky adquiriera la nacionalidad española, ya que las dos plazas de jugadores extranjeros que se permitían entonces estaban ocupadas por el jugador húngaro y por el holandés Gerrie Muhren.
Y fue el caso que Ladinszky nunca se nacionalizó español (tampoco puso mucho interés, según confesaban los directivos de la época), por lo que Alinho hubo de ser cedido al Benfica de Lisboa, donde también tuvo un excelente rendimiento.
Por cierto, que, como nota trágica, debe ser dicho que Carlos Alinho falleció en junio de 2008 tras precipitarse por el hueco de un ascensor en un hotel de la localidad angoleña de Benguela. Contaba 59 años y tenía a sus espaldas una larga y brillante carrera como entrenador en Portugal y como seleccionador en Cabo Verde y Angola. Incluso vivió una experiencia en el fútbol español en 2001 dirigiendo al CD Badajoz.
Por fin, en 1979 el Real Betis fichó al primer jugador lusitano que se pondría la camiseta verdiblanca en competición oficial. Y no era un cualquiera, no. Era nada más y nada menos que Antonio Luís Alves Ribeiro de Oliveira, seguramente la figura más emergente del fútbol portugués en aquel tiempo. Un centrocampista elegante y finísimo que había tenido pretendientes en media Europa. El "menino" por el que todos suspiraban.
Lo fichó el presidente Juan Mauduit como demostración de que su mandato recién estrenado estaría cargado de ambiciones y los futbolistas de entonces siguen recordando la enorme calidad de aquel jugador que movía la pelota a una velocidad supersónica.
Según las cifras que se ofrecieron en su momento, costó muy por encima de los 40 millones de pesetas, pero apenas se le vio más que en algunos partidos de verano. Hacía cosas extraordinarias, pero dolorosamente eran muy pocas. Dado que el Betis tenía ya en el mediocampo a un organizador excepcional como Julio Cardeñosa, el entrenador Carriega lo colocaba como media punta caído a la banda izquierda y por ahí no terminó nunca de funcionar.
Con el paso de las semanas se fue apagando y apenas gozó de la titularidad en las primeras 6 jornadas. Después, estuvo saliendo y entrando del equipo hasta que jugó por última vez en Mestalla (un solo minuto) cuando se acabó la primera vuelta del campeonato. Únicamente diez partidos. Un solo gol. Muy poco para tanto dinero.
A finales de enero de 1980 quedaba claro que Oliveira era un problema, que el mismo futbolista agravaba por sus continuos viajes a Oporto y por la profunda saudade que no ocultaba. Añoraba su tierra, estaba lejos de sus negocios y, además, se dijo que en Sevilla tuvo algunos problemas de salud que aún lastraron más su rendimiento.
Total, que él quería irse y el Betis que se fuera. Cuentan que llegó a llorar en la antigua secretaría de Conde de Barajas solicitando que le rescindieran el contrato y lo dejaran volver a su país. Pero, claro, Mauduit no podía tirar el dinero ni debilitar al equipo de cara a la segunda vuelta. Por ello, después de darle muchas vueltas se pensó que una salida razonable sería intercambiar a Oliveira por otro futbolista del Oporto.
La llegada de Vital
Asesorados por el intermediario Roberto Dale, la negociación con el Oporto se le encomendó al entonces secretario de la Junta Directiva (y años más tarde presidente) Gerardo Martínez Retamero, quien se desplazó a Portugal acompañado del contador Paco García de la Borbolla.
Viajaron a Vigo en avión y de ahí en taxi hasta Oporto. Allí los esperaba una cena con el presidente portista Americo de Sa. Negociaron durante horas, primero con gran tensión y después en un tono más relajado, hasta que alcanzaron el acuerdo de que el Betis traspasaría a Oliveira a cambio de contratar a un delantero centro llamado Francisco Lucas Vital y de rebajar significativamente los compromisos de pago que la entidad verdiblanca había contraído con el fichaje de Oliveira.
¿Pero quién era Vital? Según se decía, un futbolista de área, goleador y valiente, que vivía a la sombra del gran artillero Fernando Gomes, figura indiscutida del fútbol luso y que un año más tarde ficharía por el Sporting de Gijón.
Vital era un suplente, pero al entrenador Carriega le pareció un refuerzo aceptable. Apenas verlo entrenar dijo que le pegaba bien con las dos piernas y que había llegado con gran disposición para trabajar con el grupo. Todo lo contrario que Oliveira, al que el técnico gallego había dado por imposible desde hacía mucho, confesando que la morriña, las lesiones y el desánimo lo habían convertido en un futbolista irrecuperable.
El nuevo fichaje tardó en llegar porque la niebla obligó al cierre del aeropuerto de Lavacolla, debiendo permanecer un día en un hotel de Santiago, y lo primero que declaró fue: "Yo juego de punta de lanza". Firmó un contrato de año y medio con el Betis el 5 de febrero de 1980, tenía 25 años y se había casado la víspera de su viaje a Sevilla.
En sus primeros días como bético le sorprendió sobremanera la dureza de los entrenamientos. "¿Esto es así todos los días?" le llegó a preguntar incrédulo a sus compañeros. Pero se adaptó bien y a Carriega le entró por el ojo. Tanto, que al partido siguiente lo sacó en Almería de titular. El duelo acabó con empate a uno y las crónicas alabaron su espíritu de lucha y su bravura en el área contraria. En algún medio incluso lo llamaron: "Gladiador del área".
En Heliópolis debutó con victoria una semana más tarde ante el Zaragoza y su primer gol (y único) lo marcó también contra el Almería en una eliminatoria copera. Una jugada de Morán por la banda derecha que Vital remató sin parar con un gran disparo.
Aquella fue una buena temporada para el Betis (muy principalmente en la segunda vuelta), pero tampoco Vital acabó de echar raíces, a pesar de que en apenas tres meses jugó 13 partidos de Liga y 2 de Copa.
Y al concluir la campaña se fue. Negoció con el club y obtuvo la carta de libertad. Renunció a la temporada que aún le quedaba y pudo fichar por el Benfica, sin duda, un gran destino. Estuvo jugando en su país hasta 1988 y después cubrió una amplia singladura como entrenador y técnico formativo en diversos clubes portugueses.
Oliveira y Vital, en el mismo año, fueron los primeros futbolistas portugueses que jugaron partidos oficiales en el Real Betis y desde entonces, en distintas etapas, han desfilado por el Villamarín otros compatriotas como Calado, Joao Tomás, Ricardo, Nelson, Miguel Lopes, Agra, William Carvalho y Rui Silva. Pero nunca ha vuelto a haber, como entonces, un intercambio similar al que protagonizaron aquellos dos jugadores llegados de Oporto.