HISTORIA | Cuando Rogelio jugó en la selección

El mito verdiblanco vistió la camiseta nacional en 1966 en un partido preparatorio que careció de rango oficial por tratarse de un enfrentamiento contra un equipo de club

Por Manolo Rodríguez

 

El 23 de marzo de 1967 debutó con la selección española sub-23 el gran Rogelio Sosa, a quien hoy volvemos a recordar, quizá porque siga resultando tan doloroso asumir que ya no está con nosotros. Fue en el campo del Espanyol, en el entonces "Estadio de la Carretera de Sarriá", un nombre que trae la nostalgia de aquellos vetustos carruseles radiofónicos de las tardes de domingo.

 Y aunque Rogelio había formado parte de la selección que en 1965 ganó el Campeonato del Mundo Militar, pareció que aquel encuentro en Sarriá era el que más lo aproximaba al fútbol internacional de selecciones. Un partido contra el combinado francés y compartiendo alineación con algunos futbolistas después tan importantes como De Felipe, Marcial, Uriarte, Claramunt o Vavá.

 Sin embargo, lo que no se conoce mucho, y ahora queremos resaltar, es que Rogelio Sosa jugó un partido con la selección española absoluta. Un encuentro preparatorio de cara al Mundial de 1966 que, sin embargo, careció de rango oficial por tratarse de un enfrentamiento contra un equipo de club y no contra una selección.

 Aquello ocurrió el miércoles 27 de abril de 1966 en Valencia, en el estadio de Mestalla. En aquellas fechas, el seleccionador nacional, José Villalonga, andaba haciendo pruebas para el inmediato campeonato del mundo que se celebraría en Inglaterra y le pidió a la Federación que organizara algunos encuentros en los que pudiera ir viendo a esos futbolistas todavía primerizos con los que se podría ir contando de futuro.

 Para ello, nada mejor que concertar amistosos con equipos extranjeros que pudieran servir de sparrings en estas pruebas. Partidos sin gran exigencia, llenos de probaturas y de cambios, y que, además, no comprometieran en exceso el prestigio del fútbol español en el caso de una eventual derrota.

 El primero de estos encuentros preparatorios se disputó el 13 de abril en Zaragoza contra el Saint Trond, subcampeón de la Liga belga. Ganó España por aplastamiento (6-1) y tuvieron su primera oportunidad algunos futbolistas después grandes como Tonono, Violeta o Lico.

La siguiente cita fue en Valencia dos semanas más tarde. Y ahí apareció Rogelio, la gran estrella de un Betis que a principios de ese mes de abril se había ido a Segunda en Málaga. El club vivía deprimido por el dolor del descenso y el reciente traspaso al Valencia de su goleador Fernando Ansola, pero había ilusión por recomponer la figura en la Copa.

El torneo del KO estaba recién iniciado y los verdiblancos ya habían eliminado con contundencia al Oviedo en los dieciseisavos de final. En esas fechas, disputaban los cuartos contra el Espanyol. Perdieron 2-1 en Sarriá en el choque de ida y ahora aguardaban la vuelta en Heliópolis.

Por medio, se coló el partido de la selección. Contra el Girondins de Burdeos francés. Al concluir el partido contra el Espanyol, Rogelio se unió desde Barcelona al grupo de quince convocados y el martes le anunció Villalonga que iba a ser titular. Jugaría de extremo izquierdo.

Mestalla registra media entrada en noche lluviosa y dirige el encuentro el colegiado inglés Ernie Crawford. España sale con el siguiente equipo: Iribar; Zorriqueta, Zoco (Tonono), Sanchis (Arnal); Lico, Glaría; Amas, Amancio, Ansola (Vavá), Guillot (Paquito) y Rogelio.

La selección gana con comodidad por 6-0 al Girondins. Rogelio está bien y participa en algunas de las jugadas que culminan con los goles de Ansola (2); Paquito (2), Vavá y Amas. Las reseñas periodísticas ponderan el buen nivel de los futbolistas jóvenes que están llamando a las puertas de la selección.

Esa misma noche en que España golea los franceses, se enfrentan en Málaga las selecciones de aficionados de España e Italia, en partido correspondiente a la primera eliminatoria de la Copa de Europa. Y también ahí hay presencia bética. Hasta dos jugadores del Real Betis visten la camiseta roja: el defensa Antón y el delantero Quino. Gana España por 2-0, marcando Quino uno de los tantos de la victoria.

Cuatro días más tarde, el Betis golea al Espanyol en Heliópolis y avanza a los cuartos de final de Copa, donde se encontrará con el Real Madrid. Una eliminatoria épica cuyo recuerdo aún permanece en el tiempo.

Rogelio vuelve de jugar en la selección y refrenda su liderazgo con partidos excepcionales en aquella Copa tan sorprendente. Le hará dos goles al Madrid en Heliópolis (e incluso fallará un penalti) y, sobre todo, firmará una obra de arte en San Mamés batiendo a Iribar con un imponente disparo desde fuera del área.

Pero no será convocado para el tercer y último partido del combinado nacional. El que se jugará el 4 de mayo de 1966 en el imponente estadio del FC Barcelona contra el Meidericher SV de Alemania. La única derrota de aquella trilogía de amistosos. Ganaron los teutones por 0-1.

Sin embargo, por azares del destino, Rogelio jugará en el Nou Camp un mes más tarde. Pero no con la camiseta del Betis, sino con la blaugrana del Barça. Será en un partido amistoso contra el Vasco de Gama brasileño que sirve para homenajear a un veterano entrenador barcelonista de los años 30 y 40. El coriano refuerza al equipo culé junto con otros futbolistas emergentes del futbol español, entre ellos el también bético Antón, los ilicitanos Lico y Vavá y el espanyolista Marcial. Una historia curiosa que algún día merecerá ser contada con más detalle.

Casi un año después llegaría la llamada para la sub-23, cuando el Betis cocía a fuego lento el ascenso culminado en la promoción contra el Granada. Rogelio, entonces, era ya un futbolista muy cotizado, pretendido por los más grandes y símbolo vivo de la entidad.

Pero ni lo traspasaron nunca ni volvió a repetir con la camiseta nacional. Permaneció vinculado al escudo de las trece barras y entró en el Olimpo de los dioses sin necesidad de haberse hecho presente en los grandes foros internacionales. 

Su mayor grandeza, el honor que lo acompañará siempre, será su identificación con el alma del Betis y su manera de escenificar todo lo que el Betis representa. Eso que, sin medida, provoca que el aire de Heliópolis sea distinto e imprevisible. Lo que él tenía.

Y su prodigiosa zurda de caoba, claro.