Bjeliça celebra con rabia el gol del Betis. Sus compañeros corren a abrazarle.

HISTORIA | El gol de Bjeliça

El Martes Santo de 1997 el Real Betis jugó y ganó en el Villamarín el partido de ida de la semifinal de Copa contra el Celta de Vigo

Por Manolo Rodríguez


En el estadio Benito Villamarín se jugó en Semana Santa uno de los partidos más importantes de la historia contemporánea del Real Betis. Nada más y nada menos que una semifinal de Copa. Todo un acontecimiento. El balón rodando por Heliópolis al mismo tiempo que las cofradías recorrían la ciudad y el incienso inundaba las calles.

Ocurrió el 25 de Marzo de 1997. Martes Santo. En el último tramo de aquella temporada formidable en la que los béticos soñaban y el Betis los invitaba al sueño.

La campaña en la que habían llegado Finidi, Prats, Nadj, Bjeliça y Luis Fernández para hacer aún más grande a un equipo en el que seguían ganando partidos los Alexis, Alfonso, Vidakovic, Jarni, Jaime, Olías, Josete, Stosic, Sabas o Pier. Un grupo formidable que seguía sostenido a base de esfuerzo y beticismo por aquella legendaria camada de canteranos de la que formaban parte Ureña, Merino, Márquez, Cañas o Roberto.

Ese equipazo, dirigido por Lorenzo Serra, ocupaba el tercer puesto en la Liga (con los mismos puntos que el Barcelona, segundo) y ya se había llevado por delante en la Copa al Écija, al Granada, al Tenerife y al Rayo Vallecano. Ocho partidos coperos y ocho victorias. 17 goles a favor y 2 en contra. Estaba justificada la ilusión.

En el sorteo, celebrado en Madrid el 14 de marzo, la suerte deparó que el Real Betis se enfrentaría al Celta de Vigo en la semifinal. Un rival de nivel. Podía haber sido peor si le hubiera tocado el Barcelona, pero también mejor si le hubiera correspondido la UD Las Palmas, entonces en Segunda.

Las dos únicas pegas achacables a lo dictaminado por el sorteo tenían que ver con el orden de los partidos y las fechas de celebración. No gustaba demasiado que la ida fuera en casa y menos aún que tan solemne momento coincidiera con la Semana Santa. Un trastorno evidente que no gustaba.

Junto a esto, se sabía ya que la vuelta en Vigo habría de afrontarla el Betis sin sus jugadores foráneos, todos ellos convocados por sus respectivas selecciones, en una fecha del calendario internacional que, sorprendentemente, coincidía con tan importante cita copera. Así pues, en Balaidos no podrian estar ni Finidi, ni Jarni, ni Vidakovic, ni Kowalczyk.

Obviamente, los gallegos no quisieron saber nada de cambiar el orden de los partidos y el encaje final de las fechas lo determinaron las televisiones: el Martes Santo se jugaría el Betis-Celta y el Miércoles Santo, el Las Palmas-Barcelona.

La Semana Santa de 1997 estaba siendo espléndida en Sevilla. Buen tiempo, mucha gente en las calles y brillantes procesiones. Extraordinario resultó el Lunes Santo que conmemoraba el 75 Aniversario de la constitución del día.

El cartel de ese año lo había pintado Juan Valdés y el Pregón lo había pronunciado Ignacio Montaño (quien fuera Comisario del Pabellón de Sevilla de la Expo-92 y destacado cofrade), que dejó para la posteridad aquellos versos dedicados al Gran Poder que decían: Pan moreno que se almena/ con la espina de la frente/ y custodia penitente/ en la madrugada plena. / Ante esa limpia patena/ toda Sevilla se asombre/ Y comulgue con el nombre/ que es plenitud de tu ser. / ¡Qué bien puesto Gran Poder/ al mismo Dios hecho hombre!

El Martes Santo, sin embargo, amaneció destemplado y muy ventoso. Incluso frío y desapacible en algunos momentos de la tarde/noche. Salieron todas las cofradías de la jornada y cuando ya estaban en la calle El Cerro, Los Javieres, San Esteban Los Estudiantes, San Benito, La Candelaria, La Bofetá y Santa Cruz, se puso en ebullición la caldera de Heliópolis.

A las nueve y media comienza el partido de ida de la semifinal de Copa en el Villamarín. Unos 30.000 espectadores en el estadio y partido retransmitido por Antena 3. Cada equipo tiene una baja de relieve: Jarni en el Betis y Mostovoi en el Celta, ambos por mor de sus compromisos con sus selecciones. Junto a esto, en el equipo verdiblanco, como viene ocurriendo durante toda la competición de Copa, la portería la ocupa el guardameta suplente Pedro Jaro.

Arbitra el colegiado madrileño José María García Aranda y las alineaciones son las siguientes:

Real Betis: Jaro: Merino, Ureña, Vidakovic (Roberto, m.46), Luis Fernández; Finidi,  Cañas, Alexis (Bjeliça, m.46), Olías; Alfonso y Kowalczyk (Sabas, m.73).

RC Celta: Dutruel; Adriano, Alejo, Del Solar, Berges; Dutuel (Josema, m.74), Merino, Mazinho, Eusebio (Bajcetic, m.90); Geli y Revivo (Moisés, m.85).

El Betis sale con fuerza, pero pasado el primer cuarto de hora salta a la vista que no está cómodo. El Celta aprieta en el mediocampo y los verdiblancos llegan poco. El partido se estanca y así van pasando los minutos. Parece más importante no encajar gol que meterlo. No sucede nada.

En el descanso, Alexis y Vidakovic revelan molestias y son reemplazados por Bjeliça y Roberto. Se mantiene la cautela, pero al Betis se le ve algo más fluido, incluso vertical. Para entonces, el Celta ya ha decidido meter el encuentro en la nevera. Sólo pretende descontar minutos.

Se quejan los jugadores verdiblancos de las reiteradas pérdidas de tiempo de los gallegos, que insisten una y otra vez en que se eche fuera el balón solicitando la asistencia para compañeros que se duelen de algún golpe. Eso irrita el ambiente, que aún se va a agriar más.

Pasa en el minuto 72. Hartos de estar hartos, los béticos no devuelven un balón. Siguen la jugada y Alfonso le pone una pelota prodigiosa a Nenad Bjeliça. La inapelable volea del croata desde dentro del área hace el resto. Es el 1-0 definitivo.

A partir de ahí, le expulsan un futbolista al Celta y se suceden los dimes y diretes que se van a alargar hasta el partido de vuelta. Cruces de declaraciones y ambiente de alto voltaje. El que acogerá a los verdiblancos en Vigo donde, a pesar de los pesares, el Real Betis Balompié se clasificará finalista de Copa por tercera vez en su historia.

Concluido el partido de ida, los aficionados béticos que han acudido al Villamarín aún tienen mucha noche para ver cofradías. Una noche en la que sigue soplando un viento que hace incómodo el tránsito de las Hermandades.

Pero, en conjunto, aquella Semana fue muy completa y feliz. En particular, la Madrugada, donde tendieron a resolverse algunos de los problemas que la venían lastimando en determinadas zonas de la ciudad como la Plaza de la Gavidia.

Y para el Betis significó el principio de una ilusión, envuelta en una fecha insólita para el fútbol en Sevilla.

Lo que no sabían los béticos es que al año siguiente, en 1998, también jugaría el Betis en el Villamarín el Martes Santo.

Pero esa ya es otra historia.