HISTORIA | El partido de las palomas
En 1988, el Real Betis fue el primer equipo que visitó el Estadio de Balaídos tras el trágico asesinato del gerente del Celta en el transcurso de un atraco
Por Manolo Rodríguez
El 20 de octubre de 1988 fue una fecha trágica para el fútbol español. El día en que fue asesinado el gerente del Celta, Joaquín Fernández Santomé, Quinocho, en el transcurso de un atraco a la sede social del club. Dos individuos encapuchados entraron a robar en las oficinas y apuñalaron al gerente cuando este se enfrentó a ellos.
Quinocho, de 55 años de edad, era una institución en la entidad viguesa, a la que había estado vinculado desde 1953. Defensa derecho recio y cumplidor, más tarde pasó por el Castellón, donde fue primero jugador y luego secretario técnico, hasta que en 1974 se hizo cargo de la gerencia del Celta.
Su muerte provocó una conmoción enorme entre la plantilla de jugadores y en el seno de la afición. Se le consideraba una personalidad en el mundo del fútbol y su pérdida fue llorada en todas partes. También en el Real Betis, donde Quinocho tenía muy buenos amigos. Particularmente, Antonio Picchi, que en aquellos momentos oficiaba como adjunto al presidente Martínez Retamero, y que durante muchos años había sido el eterno y admirado gerente de la entidad, uno de los hombres con mayor predicamento en el seno del beticismo.
Eusebio Ríos, entrenador bético entonces, mantenía asimismo una estrecha relación con Quinocho. Prácticamente coetáneos, eran viejos navegantes en las encrucijadas del fútbol y durante los dos últimos años se habían visto mucho en los ambientes gallegos, ya que Ríos había estado dirigiendo al Deportivo de la Coruña.
La capilla ardiente se instaló en el estadio de Balaídos y el sábado 22 de octubre tuvo lugar el sepelio. Miles de personas acompañaron el féretro hasta el cementerio de Pereiró a pesar de la intensa lluvia, mientras que desde los balcones se lanzaban flores al paso de la comitiva.
Ese mismo sábado se debería haber disputado el partido Real Sociedad-Celta de la octava jornada de Liga, encuentro que, como es lógico, fue suspendido. Así pues, el equipo celeste no volvería a competir hasta el domingo 30 de octubre, fecha en la que recibiría en campo propio… al Real Betis.
Un Betis que había iniciado la temporada entre dudas, pero que pareció empezar a reaccionar justo el día después del entierro de Quinocho. Llegó a Heliópolis el Murcia y los verdiblancos ganaron con desahogo por 3-0, los tres goles de Hipólito Rincón y todos en el primer tiempo.
En el club vigués hicieron terapia de grupo durante la semana previa al partido. La viuda de Quinocho se reunió con los futbolistas y les pidió que siguieran defendiendo la camiseta celeste con el mismo ardor de siempre, que la vida seguía y que su esposo fallecido le enseñó siempre que lo más importante era el Celta.
En los mismos términos se expresaron el presidente de la entidad, José Luis Rivadulla, y el técnico, Manuel Díaz Novoa. El ambiente en la ciudad gallega seguía pesaroso y triste. Como si no lograra superar una tragedia tan inesperada.
El Betis, por su parte, intentó aislarse de la emotividad que llegaba desde Vigo. Eusebío Ríos trabajó con sus hombres y, desgraciadamente, acabó confirmando que Pato Yáñez sería baja. Por el contrario, recuperó a Calderé. En cualquier caso, la Junta Directiva que preside Martínez Retamero es consciente de que debe sumarse al dolor del equipo rival.
El equipo viaja el sábado 29 en avión. A la mañana siguiente, una representación de los expedicionarios, capitaneados por Eusebio Ríos, se traslada desde el hotel al cementerio de Pereiró, donde depositan una corona de flores en la tumba de Quinocho. Un acto cargado de simbolismo que se acompaña de un sentido padrenuestro.
Por la tarde, en el estadio de Balaídos se dan cita algo más de 15.000 espectadores. Media entrada. Tarde que arranca lluviosa, aunque, a ratos, se dejan ver algunos rayos de sol. Los equipos salen al campo con brazaletes negros. El trío arbitral lo lleva blanco.
Enseguida se pide silencio desde la megafonía. Y el minuto que honra la memoria de Quinocho es impresionante, conmovedor. Los jugadores del Real Betis comentarán más tarde que nunca habían vivido un momento igual, tan sentido.
A continuación, desde la banda se sueltan 500 palomas que cruzan al vuelo el terreno de juego. Una bandada que cautiva a los espectadores y que proclama la paz desde los cielos gallegos. El aleteo es acompañado de una gran ovación. Los futbolistas asisten perplejos a lo que ven. El partido de las palomas.
Arbitra el canario Merino González y los equipos salen con las siguientes alineaciones:
RC Celta: Maté; Atilano, Espinosa, Gustavo (Lito, m.80), Rodolfo; Vicente, Julio Prieto, Zambrano; Maric (Mosquera, m.80), Amarildo y Camilo.
Real Betis: Pumpido; Calleja, Sánchez Vallés, Gail, Rubén Bilbao; Chano, Calderé (Julio, m.66), Recha, López Ufarte (Zafra, m.81); Rincón y 'Puma' Rodríguez.
Con la pelota en juego, manda el fútbol. Y el fútbol es apasionado y tenso. Ambas escuadras luchan sobre el campo mojado y durante la primera mitad es el Celta quien tiene las mejores ocasiones. Pero Pumpido está muy bien. Para todo lo que le llega y la defensa lo acompaña con oficio y orden. En especial Sánchez Vallés, que a pesar de la diferencia de altura puede siempre con Amarildo en el juego aéreo.
A los diez minutos de la segunda parte, un rechace de la zaga celeste lo recoge Recha en el borde del área. Se escora a la izquierda, entra la zona de castigo y Gustavo lo derriba por detrás cuando busca puerta. Cae de un modo espectacular y acaba chocando con Espinosa. El penalti es incuestionable y así lo sanciona Merino González.
Pero Gail lo desperdicia con un tiro muy centrado que acaba rechazando Maté. El defensor bético confesaría después que quiso tirar fuerte para evitar el barro que tenía el césped y que eso impidió que le diera mejor dirección a la pelota.
A partir de ese momento no pasaron muchas cosas y el choque acabó con el empate a cero con que se inició. Un negativo menos para aquel Betis que no terminaría de enderezarse en todo el campeonato.
Al salir de Balaídos, el tema de conversación seguía siendo la tragedia que había atravesado al Celta. Los futbolistas del Betis que jugaron aquel partido aún lo cuentan. Recuerdan la emoción del momento y, sobre todo, las palomas.
Siete años después, en 1995, el Celta creó un trofeo estival con el nombre de 'Memorial Quinocho'. Un torneo de verano que el Real Betis disputó en 1998 y 1999.