Gabi Amato salta jubiloso tras marcar el penalti ante el Getafe. Por detrás, Joaquín y Capì celebran el gol con el argentino.

HISTORIA | El penalti de Amato y el calor insoportable

En 2001, el Real Betis derrotó al Getafe en Heliópolis, a falta de cuatro jornadas para el ascenso, en un partido angustioso por la preocupación y las altas temperaturas

Por Manolo Rodríguez

 

Año 2001. Mayo está alto y hace mucho calor en Sevilla. Un calor insoportable. El día 27 de ese mes visita Heliópolis el Getafe a falta de cuatro jornadas para que concluya el campeonato. La segunda vez en su historia que los azulones vienen al campo del Betis en Liga. Ambas en Segunda, aunque con la salvedad de que en la primera de ellas (1979-80) se llamaban Club Getafe Deportivo y desde 1983 son el Getafe Club de Fútbol, por mor de las deudas económicas que acabaron con el antiguo equipo.

Esa campaña los madrileños van muy mal en la clasificación. A punto de irse a Segunda B, como acabará ocurriendo. El Betis, por su parte, se está jugando la vida en ese sprint final de la temporada. Tiene que subir como sea y, de momento, los números avalan la ilusión y la necesidad. A cuatro fechas, los verdiblancos están en posición de ascenso. Son terceros en la tabla con cuatro puntos de ventaja sobre el Atlético de Madrid.

Hasta ese momento ya ha pasado de todo. Es el año de los fichaje, entre otros, de Amato, Casas, Belenguer, Pavon, Fabao y, por supuesto, la temporada en que debuta el genial Joaquín y explota Capi. El verano fue tumultuoso por aquello que se llamó el 'Motín de Mérida' y las idas y venidas en la campaña acabaron provocando en el mes de marzo el cese del entrenador Fernando Vázquez. Desde entonces, se sienta en el banquillo el prestigioso Luis del Sol. En ese tiempo las cosas han mejorado, aunque con algunos accidentes tan pronunciados como la derrota un par de semanas antes ante el Albacete en casa.

En la visita siguiente, en Gijón, el Real Betis saca el partido adelante con dos goles de Amato, uno de ellos tras centro primoroso de Joaquín. El equipo cumple con su extrema obligación, a pesar de que juega gran parte del encuentro con uno menos por la expulsión de Belenguer.

Desde ese momento, todo será un drama detrás de otro. Una angustia creciente que no se acabará nunca. Y lo primero es la visita del Getafe. El partido se programa para las ocho de la tarde, pero el calor es sofocante. 36 grados marcan los termómetros.

En los prolegómenos del partido, hace el saque de honor el juvenil Melli, que acaba de proclamarse campeón de Europa en Inglaterra con la selección sub-16, tras derrotar en la final a Francia, formando parte de una escuadra en la que oficia como padre y entrenador Juan Santisteban. La estrella más rutilante de esa generación es Fernando Torres y en ella se cuentan, asimismo, jugadores de futuro como Moyá, Flaño, Gavilán y Carlos García, que años más tarde sería jugador del Betis.

Melli es el cuarto de los jóvenes canteranos béticos que obtiene tal entorchado con la selección sub-16 a lo largo de la historia. En años anteriores ya lo habían conseguido Monsalvete (1986), Cuéllar (1988) y David Relaño (1999). Por ello, recibió el aplauso general del público cuando le ofreció su medalla antes de que diera comienzo el  Betis-Getafe. Dos temporadas más tarde debutaría con el primer equipo, iniciando una carrera que lo mantendría durante ocho años en la plantilla verdiblanca.

Tras el homenaje a Melli se guarda un sentido minuto de silencio por el ex portero del FC Barcelona, Javier Urruticoechea, trágicamente fallecido el jueves anterior en un accidente de tráfico.

Dirige el partido el colegiado extremeño Fidel Valle Gil y los equipos salen con las siguientes alineaciones:

Real Betis: Prats; Fabao, Belenguer, Filipescu (Casas, 54), Rivas; Joaquín, Castaño, Cañas, Denilson (César, 83); Capi (Merino, 70) y Amato.

Getafe CF: Pablo; Bouli, Dika, Cañizares, Alain; Darino (Trigo, 81), Mariano Juan (Parrado, 65), Pulido, Marín; Vidal (Alfredo, 65) y Maikel.

Desde el principio domina el Betis con claridad, aunque con pocas ocasiones. Sólo las llegadas de Joaquín (al que le hacen un claro penalti a los 12 minutos) animaban un poco la espesura mediocampista, pero sin más historia. Así, le resultó fácil al Getafe esconderse detrás de la mata y dejar que los minutos fueran pasando sin pena ni gloria.

No ocurrió nada y todo quedó fiado a la segunda parte, en medio de un calor bochornoso y asfixiante. La tarde se estaba convirtiendo en claustrofóbica y eterna. Algo similar a lo que ocurriría dos semanas más tarde contra el Recreativo.

Por fin, en el minuto 56, el árbitro extremeño Valle Gil ve lo que no ve casi nadie: un flagrante agarrón a Amato a la salida de un córner cuando la pelota viene por el aire. Penalti que transforma el propio Amato con un tiro seco a la derecha del portero.

Con el tanteo de cara, al Betis le puede el instinto de conservación. Se va metiendo atrás y no gana para sustos. Veinte minutos interminables en los que ni los cambios ordenados por Del Sol, ni la propia desesperación del entrenador, sirvieron para mitigar la ansiedad. Lo mejor fue que se acabó.

En la caseta, el veterano técnico, siempre tan sabio y realista, se queja, y es lógico, del calor, del asfixiante calor que ha sido dueño de la pradera durante toda la tarde. Justifica los muchos nervios de sus jugadores, aunque lamenta “tanta precipitación en los pases”. Y dice: “Este es un paso importante si nosotros no perdemos…”

Pero el Betis perdió seis días más tarde. El Sábado del Rocío. Dos mil béticos acompañaron al equipo hasta el campo del Levante, donde comprobaron con dolor que el ascenso aún debía esperar.

Quedaban dos jornadas para que la Liga terminara y los verdiblancos era segundos en la tabla, un punto por encima del tercero (Tenerife) y del cuarto (Atlético de Madrid), equipos ambos con los que tenía el gol average perdido. Por consiguiente, o ganaba los dos partidos que restaban o debería despedirse del sueño.

Y gracias a Dios los ganó, primero al Recre y en la última jornada al Jaén. Dos muescas más en el sufrido corazón de los béticos. Esos aficionados que vivieron entre angustias y sobresaltos el final de la Liga, pero que, al final, como siempre, pudieron comprobar que su entrega, su pasión y su amor a los colores se habían visto correspondidos.

Muy especialmente aquel día en que 38.000 espectadores debieron esperar 56 minutos a que llegara el deseado gol contra el Getafe. El que hizo Amato de penalti. La tarde del calor y la preocupación.