HISTORIA | El primer fichaje en el mercado de invierno
El rumano Iulian Filipescu abrió en enero de 1999 la relación de jugadores contratados por el Real Betis para reforzar al equipo en el segundo tramo de la temporada.
Por Manolo Rodríguez
Llega a su final un nuevo capítulo de eso que modernamente se conoce en el fútbol europeo como el "mercado de invierno". Un mes de enero de rumores y nervios en el que los equipos se afanan en reforzar sus plantillas de cara a la recta final de la temporada y, si es posible, en deshacerse, asimismo, de algunos de los jugadores que no han ofrecido el rendimiento adecuado en los meses anteriores. Máxime en esta época reciente en la que tan urgidos están todos los clubes (al menos en España) por respetar el debido equilibrio entre ingresos y gastos, así como por cumplir los reglamentos que los obligan a mantener un determinado número de futbolistas en nómina.
Ya escribimos una vez que esta es una normativa cuyo origen está fechado hace unas tres décadas. En los 90 del pasado siglo. Hasta entonces, era posible fichar en cualquier momento del año y la única limitación venía determinada por el hecho de que el futbolista traspasado o cedido no pudiera jugar una misma competición con dos equipos diferentes. Una salvedad que ahora sí que es posible eludir en enero.
En España, en concreto, el mercado de fichajes de invierno se instauró en la temporada 1994/95, aunque durante 5 campañas el Real Betis no hizo uso de ella. No tenía por qué, realmente, ya que aquellos años resultaron muy fecundos para los intereses verdiblancos. Fue la época de la consolidación en Primera, de la vuelta a Europa, del subcampeonato copero y del reinado en Heliópolis de mitos vivientes como Alfonso, Jarni, Finidi, Alexis, Prats, Merino, Cañas, Roberto, etc.
Pero aquella época triunfal se fue apagando y ya en el curso 1998/99 se hizo preciso realizar un retoque en la plantilla en el mes de enero. Y fue en ese momento cuando llegó al Real Betis Iulian Filipescu, el primer jugador contratado en el mercado invernal. Un buen futbolista rumano que procedía del Galatasaray turco y cuyo fichaje se hizo público el viernes 15 de enero de 1999.
Tenía 25 años, había sido 20 veces internacional con la selección de Rumania (con la que jugó el Mundial de 1998) y durante las 3 últimas campañas había militado en la escuadra de Estambul, tras sus inicios en el Steaua de Bucarest.
Firmó por lo que restaba de temporada y 7 más. Un largo contrato, marca de la casa en aquel tiempo. Tras unas duras negociaciones del máximo responsable del club, Manuel Ruiz de Lopera, con su representante, Ion Becalli, la operación quedó cerrada en 8 millones de dólares que lo comprendían todo.
Filipescu, que el mismo día de su fichaje había defendido los colores del Galatasaray en un amistoso contra el Barcelona disputado en Málaga, llegó muy tarde al despacho de Lopera, pocas horas antes de que se cerrara en España el mercado invernal. El acuerdo fue rápido y se le asignó la ficha federativa que dejaba libre Ángel Cuéllar, lesionado de larga duración.
Filipescu venía a suplir las ausencias en el eje de la defensa del lesionado Vidakovic, del brasileño Andrei, un fracasado fichaje que estuvo desaparecido casi desde el primer día, y, junto a eso, para paliar las muchas dudas que existían respecto a otra contratación de esa temporada, la del paraguayo Celso Ayala, quien se hallaba mortalmente enfrentado al entrenador, entonces, Javier Clemente.
Filipescu debutó en la Copa contra el Mallorca el 20 de enero, jugó un partidazo tres días más tarde en San Mamés y la primera vez que pisó el césped de Heliópolis en un partido de Liga marcó el gol que sentenciaba el triunfo. Una falta imponente ante el Alavés que lo acreditó como un lanzador espléndido.
Desde entonces, sería titular indiscutible. Un jugador de valor que permanecería en el club 5 años y disputaría 137 partidos con la camiseta verdiblanca, actuando como defensa central, mediocentro y lateral en ambos costados. Un buen futbolista del que no se puede tener más que el mejor recuerdo.
Marcó 8 goles (casi todos en casa), fue 22 veces internacional por Rumanía durante su estancia en el Betis, jamás volvió la cara en ningún campo, contó por igual para los distintos entrenadores que se sentaron en el banquillo verdiblanco (excepción hecha de Víctor Fernández), y, en un plano más emotivo, hay que destacar que estuvo heroico la tarde del ascenso en Jaén.
Debutó en el Betis con una vistosa melena rubia que realzaba su imagen de futbolista poderoso, pero en sus últimas campañas cambió radicalmente de imagen apareciendo con la cabeza rapada y una planta de jugador más aguerrido y veterano. A pesar de ello, quienes lo trataron en el vestuario y en el campo siempre han destacado la tranquilidad que les pedía a sus compañeros para no que se precipitaran en las acciones del juego.
La pena fue que, como tantos otros en aquella época, salió mal de la entidad. En agosto de 2003 lo suspendieron de empleo y sueldo porque se negaba a irse, que era lo que pretendían los mandatarios, a pesar de que aún le restaban 3 años de contrato con el club. Aquello provocó algunas garatas de las que todavía hay recuerdo. Su representante Becalli se enfrentó a voces con Lopera a la vista de mucha gente y hasta el propio Filipescu comparó al presidente verdiblanco con el que fuera dictador comunista de su país, Nicolae Ceaucescu.
Por fin, en octubre de ese año alcanzó un acuerdo para desvincularse de la entidad, confesando amargamente en su despedida que: "Nunca estás contento saliendo así, pero como no había otra solución, ésta es la mejor dentro de lo que hay, tanto para mí como para el club".
Después jugó 3 años en el Zurich suizo (con el que ganó la Copa y la Supercopa de este país en 2005), 2 temporadas en el MSV Duisburgo alemán y, de vuelta a España, desde hace más de una década está radicado en Oviedo, donde ha trabajado en los escalafones inferiores del club del Tartiere.
Filipescu fue la primera contratación del Real Betis en aquel mercado de invierno de 1999, pero ya decíamos al principio que esos días de enero no sólo se aprovechan para fichar, sino también para desfichar. Y eso ocurrió en esas fechas con un jugador de la plantilla verdiblanca, que se acabó yendo.
Hablamos de Iván Pérez, hermano de Alfonso Pérez, quien se marchó al Girondins de Burdeos para ganar la Liga francesa con su nuevo equipo. El club bordelés pagó 600 millones de pesetas y así se le puso punto y final a la estancia en Heliópolis del pequeño de los Pérez, quien había llegado al Betis 3 años antes, precisamente como parte de la operación de la compra definitiva al Real Madrid de su hermano Alfonso.
La primera campaña estuvo cedido en el Extremadura y en las dos siguientes ya militó en el Betis, donde llegó a firmar un hat-trick en un partido de la Copa de la Uefa jugado contra el Vejle danés en septiembre de 1998. Meses antes, Iván Pérez se había proclamado en Rumanía campeón de Europa con la selección española sub 21, erigiéndose en el goleador del equipo nacional y en la estrella de la escuadra que entonces dirigía Iñaki Sáez.
Esta decisión molestó mucho en el entorno de los Pérez (Alfonso y su padre) y la negociación del finiquito de salida del hermano pequeño fue agria y fría.
En los últimos compases de la temporada también abandonó la disciplina bética el brasileño Rafael Jaques, quien marchó a un equipo de Segunda División como el Rayo Vallecano y, precisamente por ello, no se vio sometido a la normativa que reglaba los fichajes en el mercado de invierno.
Después del rumano Iulian Filipescu han sido otros muchos los jugadores contratados por el Real Betis en esta ventana invernal de fichajes sobrevenidos. Unos para bien y otros para no tanto, como siempre suele ocurrir en el fútbol. Confiemos en que los últimos en llegar puedan ser recordados en el futuro con todos los honores.