HISTORIA | El triunfo de la necesidad moral
En la Copa de 1985 el Real Betis eliminó al eterno rival tras imponerse por 3-0 en el partido de vuelta disputado en Heliópolis en una noche que acabó entre olés y júbilo
Por Manolo Rodríguez
La Copa del Rey se erigió en la gran alegría y la mayor ilusión de los béticos durante la temporada 1984/85. La profunda sensación de inquietud que durante toda la segunda vuelta transmitió aquella Liga tuvo como refugio primordial las impagables satisfacciones que deparó el torneo copero. Sólo faltó, y fue una lástima, algo más de fortuna en las semifinales contra el Athletic de Bilbao. Todo lo demás fue muy feliz y, en algunos momentos, incluso apoteósico.
Principalmente, la eliminatoria que enfrentó al Real Betis contra el eterno rival en la tercera ronda del torneo. Un cruce siempre temido y deseado al que llegaron los verdiblancos tras haber dejado en la cuneta al Recreativo de Huelva en una ronda previa que también es historia de la entidad.
Y que lo fue por mor de la lluvia, de los desatados aguaceros que cayeron sobre el Villamarín aquel 7 de noviembre de 1984 hasta convertir el terreno de juego en una laguna. Tanto llovió que la Junta Directiva solicitó a través de la megafonía que el público de las localidades de Gol se refugiara en la tribuna cubierta de Preferencia. Ese partido, que fue el de ida, lo ganó el Betis por 3-1 y en el de vuelta el resultado final fue de empate a cero.
Pasado unos pocos días, a principios de diciembre, los azares del bombo copero depararon un nuevo duelo de la máxima rivalidad, tan pródigos en la década de los ochenta. El tercero en cuatro años. Las dos experiencias anteriores habían sido muy negativas, pero, como siempre, estaba todo por jugar. Nunca hay favorito cuando los eternos rivales se cruzan en la hierba.
Ambos equipos llegan con viento de cara a tan decisivo enfrentamiento. El Betis es quinto en la tabla y el Sevilla, octavo. Apenas un punto los separa.
La ciudad se polariza, y los pulsos se detienen. Pero, para sorpresa general, el Sánchez Pizjuán registra una muy pobre entrada en el primero de los encuentros. Es el miércoles 12 de diciembre de 1984. Gana el Sevilla por 1-0, gol de Magdaleno en el minuto 54, y los equipos forman con las siguientes alineaciones:
Sevilla F.C.: Buyo; Nimo, Serna (Magdaleno, m.37), Álvarez, Sanjosé (Ruda, m.22); Francisco, Montero, Juan Carlos; López, Martín y Moisés.
Real Betis: Esnaola; Diego (Calleja, m.67), Mantilla, Alex, Gordillo; Suárez, Carmelo, Parra, Casado; Rincón y Calderón (Paco, m.78).
El partido está marcado por la cautela y ninguno de los equipos arriesga más de lo conveniente. El entrenador sevillista, Manolo Cardo, lamenta no acudir a Heliópolis con más ventaja y el técnico bético, Pepe Alzate da por bueno el resultado. Incluso afirma que: "Ha sido un éxito perder aquí sólo por 1-0".
La vuelta tarda casi un mes. Pasadas las Navidades. El 9 de enero de 1985. En las vísperas, los entrenadores esconden sus cartas y en el caso del Sevilla incluso se adoptan medidas excepcionales, ya que, por primera vez en lo que va de temporada, el eterno rival concentra a sus jugadores la noche antes del duelo.
El Betis, por su parte, aguarda el partido en el hotel Oromana de Alcalá de Guadaira. Hay preocupación porque las cosas se han torcido desde que se jugara el choque de ida. El equipo se muestra muy irregular (pierde en casa y gana fuera) y su última actuación en Heliópolis se ha saldado con un inesperado 0-2 ante el Murcia. Alzate parece preocupado, pero optimista. Y le declara al diario ABC de Sevilla: "El Betis se crece ante los compromisos difíciles. Mis jugadores estás más motivados que nunca y saben que el rival parte como favorito. No hay mal que cien años dure y todo lo malo pasa".
La única noticia desafortunada en la concentración bética es la ausencia de Rafael Gordillo, su mayor estrella, que será baja obligada por lesión. Tampoco está disponible el gran Julio Cardeñosa y junto a eso, Alzate no las tiene todas consigo respecto al estado físico de Antolín Ortega, aunque nadie duda que el poderoso mediocentro verdiblanco acabará jugando.
El Benito Villamarín registra una excelente entrada cuando la pelota comienza a rodar a las nueve de la noche. El Sevilla, de rojo completo; el Real Betis, con sus colores. Hace frío, pero los béticos animan a su equipo desde la salida al campo. Asiste al encuentro el seleccionador nacional, Miguel Muñoz, y se palpa el ambiente de fútbol y de derbi.
Arbitra uno de los mejores colegiados del momento, el cántabro Victoriano Sánchez Arminio y las alineaciones son las siguientes:
Real Betis: Esnaola; Calleja, Mantilla, Alex, Casado; Ortega, Parra, Suárez, Romo; Rincón (Paco, m.89) y Calderón (Carmelo. m.89).
Sevilla F.C.: Buyo; Grande, Serna, Álvarez, Sanjosé; Francisco, Montero, Juan Carlos, Ruda (Magdaleno, m.33); López y Moisés.
El Betis gana por 3-0 en una noche mágica y todo es felicidad al final de la Palmera. Una noche para el recuerdo que se resuelve muy pronto. Casi en el primer cuarto de hora. A los 9 minutos, el 1-0. Calderón lanza una falta desde el borde del área y clava el balón por el poste de Buyo. El 2-0 llega a los 16 minutos. Centro de Calderón desde la izquierda que Rincón remata sobre la marcha. Y antes del descanso, la sentencia. Minuto 43. Centro medido de Romo que Suárez cabecea a las mallas.
Heliópolis es un delirio que incluso está a punto de cantar el 4-0 cuando Parra estrella un balón en la madera. El Sevilla no existe y el Betis se pasea entre olés y júbilo. Está justificado, pues, que el diario AS titule su crónica con un expresivo: "El Betis barrió al Sevilla" y que el diario MARCA ponga el énfasis en que: "El Betis se sacó la espina".
Precisamente en esta línea, el corresponsal de MARCA en Sevilla, el recordado Mariano Martín Benito, deja escritas algunas reflexiones que no han perdido vigencia. Dice: "Noche de venganza bética, día de reparar agravios recibidos por el eterno rival en los últimos tiempos; de reconciliarse con su afición... La necesidad moral estaba del lado verdiblanco, aunque la otra, la de seguir adelante, acuciase a los dos rivales por igual".
El triunfo ante el Sevilla justifica una sonada celebración. El vestuario se llena de gente que se abraza y festeja y toda la plantilla, junto con los directivos, acude posteriormente a un céntrico local de la ciudad. Allí se brinda por el éxito e incluso se canta.
Y para sorpresa general, el que se distingue en esta faceta musical es el austero entrenador Pepe Alzate, quien en un momento dado pide subir al escenario para interpretar ?bastante bien, por cierto- el conocido bolero del mexicano Alberto Domínguez, "Perfidia". Los jugadores no dan crédito cuando ven a su muy serio entrenador entonar aquello de: "Mujer, si puedes tú con Dios hablar..."
Sin embargo, tanto júbilo no echó raíces. Alzate fue cesado dos meses más tarde y aquella Liga acabó convirtiéndose en un problemón que sólo pudo resolverse en el último partido jugado en Málaga.
Otra cosa fue la Copa. Tras noquear al eterno rival, el Real Betis eliminó al Oviedo y ya con Carriega en el banquillo se deshizo del Mallorca y del FC Barcelona. Alcanzó las semifinales y ahí se quedó a un gol de haber podido ser finalista. Fue un cierre de campaña extraordinario que reconcilió al equipo con su gente y que dejó para siempre el recuerdo de aquella goleada al Sevilla en el torneo del KO.
Aquella noche en que la necesidad moral estaba del lado verdiblanco y era el momento de reparar los agravios recibidos.