HISTORIA | La compra del estadio de Heliópolis (I)
El próximo jueves 12 de agosto se cumplirán 60 años del acto de firma de la escritura de compra del estadio de Heliópolis. Un acontecimiento trascendental en la historia del club. Por ello, iniciamos hoy la publicación de un completo relato que, en dos entregas, permitirá conocer el alcance y la significación de este ambicioso proyecto, así como los detalles y la intrahistoria que la hicieron posible
Por Manolo Rodríguez
"Hoy el sueño es realidad, hoy Heliópolis es ya estadio del Betis (?) Y como ocurre siempre en los días felices, hoy es día de gracias. Gracias a Dios que ha querido ver este momento de auge del club más popular de España y más universal del mundo (?) Pero como todos los días grandes, también tenemos que proclamar que el camino no está del todo recorrido. Ya tenemos el campo, ahora hay que acabarlo, cerrándolo y haciendo de él el estadio que el Betis, nuestro Real Betis Balompié, merece".
Estas palabras forman parte del discurso pronunciado por el presidente del Real Betis, Benito Villamarín, la noche del 12 de agosto de 1961 desde el mismo centro del campo de Heliópolis. Poco antes de firmar la escritura de compra del estadio y sobre un estrado en el que también se hallaban presentes el Cardenal de Sevilla, José María Bueno Monreal, y el alcalde de la ciudad, Mariano Pérez de Ayala.
Un discurso lleno de emoción para un momento extraordinario. Porque eso fue la adquisición en propiedad del antiguo Stadium de la Exposición: uno de los más grandes acontecimientos vividos por la entidad verdiblanca desde los tiempos fundacionales. La culminación de un largo anhelo que ampliaba significativamente el patrimonio del club y consolidaba su crecimiento en unos años de bonanza deportiva y gran prestigio social. La definitiva demostración de que Benito Villamarín le había cambiado la historia al Real Betis Balompié.
Ahora se cumplen 60 años de aquellos días cruciales y por ello es obligado recordarlos.
La larga marcha
"Ascenso, Bodas de Oro y compra del campo". Estos eran los objetivos prioritarios de Villamarín desde su llegada a la presidencia en 1955. Los itinerarios obligados en su hoja de ruta. Los que les había expuesto en diversas ocasiones a béticos tan influyentes y cercanos como Pascual Aparicio, Francisco de la Cerda, Ricardo de la Serna o Diego Vigueras en aquellas conversaciones cargadas de sueños en su casa de Tomás de Ybarra.
Este era el camino y por ahí anduvo. Sin salirse de la trazada. En junio de 1958 llegó el ansiado retorno a la máxima categoría y meses después pudieron celebrarse con enorme brillantez los actos conmemorativos de los 50 años de la entidad. A partir de ahí, el Betis echó a volar. Hizo una magnífica campaña en su vuelta a Primera y Villamarín empezó a planificar la siguiente jugada, la que debía concluir con la adquisición del estadio que el club tenía alquilado desde 1936.
Un ambicioso proyecto que escenificó en la Asamblea de socios celebrada el 3 de septiembre de 1959. Benito Villamarín se presentó a la reelección una vez agotados sus primeros cuatro años de mandato y tras recibir el unánime apoyo del beticismo esbozó
por primera vez su proyecto de compra del estadio de Heliópolis. Fue largamente aplaudido.
En febrero de 1960 reafirmó este propósito en una entrevista concedida al diario Marca. Declaró que quería realizar esta operación rápidamente y que él mismo adelantaría el dinero para la compra. La calificó como "obra básica" y dijo: "Hoy todos los clubes tienen vida propia con ser propietarios de los estadios".
Villamarín siempre tuvo claro que el fútbol no pararía de crecer y que la única manera de poder competir con los clubes más grandes (justo donde quería que estuviera el Betis) sería aumentando los ingresos a fin de poder contratar a los mejores futbolistas. Para ello, era imprescindible un recinto de gran aforo que produjera importantes taquillas y que, sobre todo, fuera propiedad de la entidad, a fin de que en cada momento se pudieran realizar en el mismo las ampliaciones y mejoras que fueran necesarias.
Así las cosas, una vez recibido el apoyo de la Asamblea de socios en 1959, comenzó su acercamiento con el Ayuntamiento, propietario y arrendador del campo de Heliópolis. Para este fin se apoyó en dos personas claves en el seno del Consistorio. Ambos béticos de ley. Uno de ellos, José Romero López, ostentaba incluso el cargo de teniente de alcalde. El otro, Alfonso Jaramillo, directivo en tiempos de Pascual Aparicio, conocía muy bien los entresijos de la política municipal. Uno y otro eran personas muy cercanas al alcalde Pérez de Ayala y los dos se entregaron generosa y desinteresadamente a la petición de su presidente.
Precisamente Alfonso Jaramillo fue quien organizó la primera entrevista entre Villamarín y el alcalde y quien movilizó a las Peñas Béticas, donde tanto predicamento tenía, para que asistieran a los Plenos en los que se hablara del asunto, a fin de que los capitulares sintieran la presión de la afición.
José Romero López, un prestigioso médico pediatra, vinculado desde siempre a la Hermandad de la Soledad, monitorizaba los pasos que se iban dando en la alcaldía y valoraba las mejores fórmulas administrativas que pudieran plantearse para la consecución del objetivo.
El traspaso de Del Sol
Las conversaciones arrancaron con una oferta del Real Betis de ocho millones de pesetas, que enseguida se elevó a doce, y aunque no hubo acuerdo inicial, las partes parecían en buena disposición. Pero entonces, llegado el mes de abril de 1960, explotó la bomba atómica: Luis del Sol fue traspasado al Real Madrid.
Crujieron las columnas del templo y el mundo se detuvo en la secretaría de la calle Alemanes, sede del club. La prensa de la época criticó con dureza a Villamarín, no tanto por el hecho en sí de la venta de Del Sol, sino porque días antes la había desmentido con arrogante energía y, sobre todo, porque la noticia la dio la prensa de Madrid. Famosa fue aquella portada del diario "Sevilla" en la que se titulaba irónicamente: "¡Y no se traspasaba a Del Sol!"
El asunto se agrió. Mucho. Particularmente, cuando en unas declaraciones a Radio Vida (hoy la COPE) el ex vicepresidente y directivo en ejercicio Juan Alfonseca censuró con enorme acritud a Villamarín y a su Junta Directiva. Unas palabras que conmocionaron a
los béticos (mayormente a los más veteranos), ya que Alfonseca era un histórico, casi con rango de patriarca, entre los sectores dirigentes. No en balde, llevaba vinculado a la entidad toda la vida y se le consideraba, junto con Adolfo Cuéllar Rodríguez, como el gran artífice de que ya a finales de los años 20 Ignacio Sánchez Mejía hubiera aceptado la presidencia del club.
A Benito Villamarín le dolió mucho aquello, que consideró "atentatorio a la dignidad de los miembros de la Junta y del Presidente". Se le envió una carta a Alfonseca pidiéndole que rectificara, pero no lo hizo, y, por esta razón, se le separó del club, retirándole la condición de socio, según prescribía el artículo 17 de los estatutos de 1957.
Aquel desgarro en el seno del beticismo más clásico duró meses. Se debatió apasionadamente en la Asamblea de socios de 1960, donde muchas voces de béticos de siempre pidieron consideración con el peso histórico y moral de Alfonseca, y su eco llegó hasta mayo de 1961, fecha en la que el veterano dirigente fue rehabilitado después de que expresara por escrito que nunca había estado en su ánimo dudar de la integridad de sus compañeros de Junta.
El Ayuntamiento se pronuncia
Es sabido que el pulso provocado por el traspaso de Luis del Sol lo ganó con creces Benito Villamarín, al que aplaudieron en el estadio y con quien cerraron filas las peñas, pero era indudable, asimismo, que debía coger velocidad la "operación compra del estadio" para que el beticismo no pudiera dudar ni por un momento de la palabra de su presidente.
Los tres meses siguientes fueron febriles y, por fin, el 27 de agosto de 1960, el alcalde Mariano Pérez de Ayala elevó al Pleno del Ayuntamiento la propuesta de enajenar el edificio denominado Estadio Municipal, con una superficie de 34.950 m2.
Por medio, sin embargo, pasaron algunas cosas que merecen ser contadas. Muy principalmente, que los días 26 y 29 de mayo los béticos pudieron ver a Luis del Sol jugando con la camiseta del Real Madrid en el campo del Heliópolis. Algo que ocurrió con motivo de la disputa del Trofeo Benito Villamarín, el torneo instituido por el club tras la suspensión del que estuvo previsto en la conmemoración de las Bodas de Oro.
El Madrid vino gratis como parte del acuerdo de traspaso de Del Sol y ganó los dos partidos del cuadrangular. Derrotó primero al Borussia de Dortmund y, en la final, al Betis. De ese modo, se llevó para el Bernabéu la copa de oro que, desde entonces, es el galardón de mayor valor material que se halla en sus colmadas vitrinas. Un Trofeo sobre el que algún día deberemos volver con mayor profundidad.
En junio abandonó su cargo el secretario general de la entidad, Alberto Márquez Suárez, a quien el club le concedió la Medalla de Oro del club. Márquez había sido directivo con Villamarín, el artífice del fichaje de Heliodoro Castaños, y un fiel colaborador del presidente. Y en el plano profesional, el abogado defensor en 1951 del lotero Miguel Escámez Armero, el protagonista de una las estafas más sonadas de la vida sevillana, quien vendió más del doble de participaciones de las que cubrían los décimos que realmente poseía. Con tan mala suerte, que en uno de ellos cayó el "gordo". El "gordo de Escámez" como se le conoció desde entonces.
Junto a esto, se fue Barinaga, llegó al banquillo Daucik, se concretó el fichaje de Pepín, fue nombrado Fernando Moya como nuevo administrador gerente y se renovó la directiva al finalizar la temporada.
La nueva Junta tomó posesión el 8 de julio de 1960 y su primer pensamiento volvió a ser para la compra del campo. Se informó que las gestiones con el Ayuntamiento marchaban a buen ritmo y que pronto habría novedades al respecto. Algo que reiteró Benito Villamarín a finales de agosto cuando puso en conocimiento de sus compañeros de directiva que: "este proyecto será una realidad en cuanto se coordinen todos los debidos trámites que requiere una operación de esta índole".
El apoyo de los socios
Ese ambiente de triunfalismo es el que condiciona la Asamblea de Socios que se celebra el 3 de septiembre en la Sociedad Económica de Amigos del País. El presidente toma la palabra y proclama que la compra del campo es una operación de vital importancia, "ya que los más destacados clubes son propietarios de sus terrenos de juego y ello significaría para la entidad un gran prestigio, aparte de las ventajas de todo orden que una propiedad semejante representaría para el futuro del Real Betis".
Asimismo, Villamarín solicita que conste en acta: "La pública gratitud del Real Betis para D. Mariano Pérez de Ayala, alcalde de Sevilla, y señores capitulares, por la magnífica disposición que han tenido en todo momento con el Real Betis".
De modo unánime, la Asamblea autoriza a Villamarín cuantas gestiones sean necesarias para la compra del campo municipal. Pero los béticos quieren más honores para el presidente. Por ello, el socio nº 1, Federico Alonso Rodríguez, propone que el campo pase a llamarse "Benito Villamarín", ya que, según sus palabras: "este es el unánime sentimiento de los béticos".
Villamarín lo agradece, pero manifiesta que le parece excesivo. Dice que ya había recibido una propuesta en tal sentido de varias Peñas Béticas, pero que por modestia no quiso hacerla pública. Entonces, se levanta Alfonso Jaramillo, promotor de la petición de los peñistas, y ruega que se lea la carta que se le envió al presidente con esta solicitud. Villamarín se niega, pero Jaramillo insiste. Y por fin se lee. Y se aprueba entre clamores. Está decidido: el campo, cuando se compre, se llamará "Benito Villamarín".
A partir de ese día, los acontecimientos se precipitan. En el Pleno Municipal del 19 de septiembre se aprueba la propuesta de enajenación del Estadio de Heliópolis, mediante pública subasta, por la cantidad de catorce millones treinta y seis mil quinientas cincuenta pesetas. En el pliego se hace constar que sólo podrán concurrir a la subasta clubes de primera categoría o que hayan estado alguna vez en la máxima categoría. Una inteligente cláusula que había sido introducida por el concejal Alfonso Jaramillo para evitar interferencias de algún otro equipo de la ciudad
Igualmente se detalla que si algún club distinto al Real Betis Balompié, arrendatario del terreno, rematase la subastase debería indemnizar al club verdiblanco con tres millones de pesetas por obras efectuadas.
Por último, en el pliego de condiciones se establece que el campo ha de dedicarse siempre a uso deportivo y que las nuevas instalaciones que allí puedan surgir serán asimismo de carácter deportivo.
Esta propuesta sólo recibe un voto en contra y el propio Jaramillo fuerza al Pleno a que el asunto sea tratado por vía de urgencia, instando a la votación sin más dilaciones. Así se hace y, desde ese momento, parece que la suerte está echada.
La desilusión de Villamarín
Sin embargo, este paisaje idílico no se compadece con la realidad y dos meses más tarde aparecen negros nubarrones que amenazan con darle un vuelco a la situación.
El 1 de noviembre de 1960 Benito Villamarín visita al alcalde y se lleva un disgusto muy considerable al conocer por boca de Mariano Pérez de Ayala que los catorce millones largos que habrá de pagar el Betis no incluyen ni el terreno que ocupa el eucaliptal que se halla tras la tribuna de Gol Norte ni la zona de aparcamiento que está frente a la Preferencia.
Esto no es lo tratado, dice el presidente, que siempre dio por hecho que esos terrenos estaban incluidos en la operación. El alcalde le informa que el eucaliptal pertenece a Obras Públicas y que sería largo y costoso abrir un proceso para alcanzar su propiedad. Y respecto al aparcamiento, le dice que el club podría solicitar, y hasta exigir, una concesión por 50 años de esa zona.
Villamarín convoca esa misma noche a su Junta Directiva y, visiblemente enfadado, pone la operación en cuestión. Se discute incluso si seguir adelante con la compra del campo. "Eso no era lo acordado", repite una y otra vez el presidente. Hay opiniones para todos los gustos y quien termina convenciendo a sus compañeros es el vicepresidente tercero, Diego Benjumea, al hacerles ver que una negativa a estas alturas dejaría en muy mal lugar al club, al tiempo que le facilitaría al Ayuntamiento la posibilidad de elevar el alquiler en unos niveles muy perjudiciales para la economía de la entidad.
Reflexionan y deciden seguir adelante. Eso sí, solicitando la concesión de los terrenos del aparcamiento.
Días después, Benito Villamarín marcha a los Estados Unidos para ser intervenido quirúrgicamente. Por ello, no está presente en el acto de adjudicación del estadio, el cual se fija para el sábado 26 de noviembre de 1960.
(Continuará)
Segunda entrega: Jueves 12 de agosto de 2021