HISTORIA | Las botas blancas
En su mejor temporada en el Real Betis, Alfonso estrenó en el Villamarín aquellas recordadas botas en un partido jugado contra la Real Sociedad en noviembre de 1996
Por Manolo Rodríguez
En la Liga 1996-97 la Real Sociedad visitó Heliópolis en la jornada 12. El 10 de noviembre de 1996. Los verdiblancos tenían un magnífico equipo y se hallaban en los puestos altos de la clasificación, como era norma desde que llegara al banquillo Lorenzo Serra. Con muchas más alegrías que decepciones. Marchaban quintos en la tabla con 19 puntos y venían de ganar en Écija el primer partido de la Copa de ese año. Esa Copa en la que llegaron a la final.
Durante los días previos a la visita de los donostiarras se habló sobre todo de las bajas que tendrían los béticos en un partido tan comprometido. Tres de sus mejores hombres, Finidi, Vidakovic y Jarni, se hallaban convocados con sus selecciones y Serra no podía contar con ellos. Y a Márquez y a Nadj los tenía entre algodones.
A pesar de todo, el técnico no se lamentaba. "Esto es lo que hay" declaró en las vísperas. Lo único que pidió fue el apoyo de la afición para con aquellos futbolistas menos habituales que tendrían que ser los encargados de sacar las castañas del fuego.
El Villamarín registra una buena entrada y arbitra el catalán Lloch Andreu. Las alineaciones son las siguientes:
Real Betis: Prats; Jaime (Pier, m.45), Roberto Ríos, Olías, Luis Fernández; Merino, Alexis, Cañas, Bjeliça (Márquez, m.78); Kowalczyk (Nadj, m.72) y Alfonso.
Real Sociedad: Alberto; Fuentes, Loren, Juan Gómez, Aranzábal; Yaw, Imaz, Gracia, De Pedro (Uría, m.76); Luis Pérez (Imanol, m.52) y Craioveanu (Idiakez, m.63).
Pero todas estas novedades futbolísticas pasaron inicialmente a un segundo plano, puesto que al saltar los jugadores al césped los aficionados béticos descubrieron una novedad desconocida: Alfonso había salido con unas botas blancas. Algo insólito en aquellos entonces y que desde ese día permanece en el imaginario de los béticos como algo formidable y mitológico. Las botas blancas de Alfonso. Las botas Joma. Un recuerdo inolvidable para toda una generación.
El partido lo gana el Real Betis por 2-1 y Alfonso hace el primer tanto verdiblanco. Es su sexto gol esa temporada. Al final de la campaña serán 25, convirtiéndose en el mejor goleador nacional con una marca sólo superada por el brasileño Ronaldo Nazario, que hizo 34 con la camiseta del FC Barcelona.
Su maravillosa capacidad goleadora y su talento excepcional consolidarán a Alfonso Pérez como uno de los grandes ídolos del beticismo en aquella feliz temporada que llevó al Real Betis al cuarto puesto en la Liga y a la final del Bernabéu. En las tribunas sonará más entrañable que nunca el cántico que le dedican los béticos cada domingo. Ese que dice: "qué bonitos, qué bonitos, son los goles de Alfonsito".
Incluso a nivel internacional Alfonso recibió un espaldarazo extraordinario. Concluida la temporada tuvo el honor de ser convocado para un partido de la selección FIFA, el combinado que acogía a las estrellas mundiales del fútbol. Era la primera vez que algo así ocurría en el fútbol sevillano, ya que hasta entonces nunca jamás ningún futbolista que militara en un equipo de nuestra ciudad había sido designado para jugar partidos bajo el escudo de la FIFA.
Esta selección mundial había nacido en el año 1937 y hasta 1953 no hubo presencia española en ella. El primer jugador nacido en España que vistió esa camiseta fue el defensor del Real Madrid, Joaquín Navarro, quien participó en el estadio de Wembley en el partido conmemorativo del 90 aniversario de la Federación Inglesa de Fútbol, que enfrentó a la selección FIFA con el conjunto nacional inglés. Por cierto, que en el banquillo de la selección mundial estuvo ese mismo día Andrés Bosch, un medio de gran calidad que entonces jugaba en el FC Barcelona, quien años más tarde, de 1958 a 1965, fuera uno de los grandes nombres del Real Betis en la época de Benito Villamarín.
Tras aquella primera experiencia, y en acontecimientos excepcionales, pasaron por la selección FIFA grandes jugadores españoles como Kubala, Di Stéfano, Puskas, Gento, Amancio, Asensi y Fernando Hierro.
El 3 de julio de 1997 la FIFA se sumó a la celebración del retorno de Hong Kong a la soberanía china con la disputa de un encuentro extraordinario que se disputó en el estadio So Kon Po Stadium. Se designó como seleccionador mundial al serbio Bora Milutinovic, entrenador de la selección mexicana, quien convocó a dos jugadores españoles: Fernando Hierro y Alfonso Pérez. El rival fue la selección de Asia y el equipo de las estrellas de la FIFA venció por 5-3.
Alfonso jugó los primeros cuarenta y cinco minutos del encuentro, hizo un gol y dio otro, y para su satisfacción, y la de los béticos, le cupo el honor de compartir tan singular momento con jugadores tan imponentes como Matthaus (Alemania), Dunga (Brasil), Weah (Liberia), Zé Elías (Brasil) o Papin (Francia).
Aquel partido en Hong Kong también lo jugó Alfonso con las botas blancas que ya formaban parte de su identidad. Una novedad osada e insólita que dio mucho que hablar en su día y que lo erigió en pionero de una revolución estética que ha evolucionado en mil formas diferentes y que hoy ya está plenamente asumida.
Alfonso declaró en aquella época que ni siquiera habían sido las cuestiones comerciales las que le habían llevado a lucir las botas blancas, sino su atracción por lo nuevo y el deseo de explorar propuestas poco habituales entonces.
Es el caso que le sentaron muy bien. A él y al Real Betis. Tras su estreno ante la Real Sociedad llegaron esa misma campaña aquellos inolvidables hat-trick al Atlético de Madrid, en Heliópolis, y al Rayo Vallecano, en Vallecas; sus recordados goles en Nervión y en el Bernabéu; el pase a Alexis en Balaídos en la semifinal de Copa y el primer tanto en aquella final tan bien jugada y tan injustamente perdida. Esa derrota que Alfonso lloró tanto.
Después, conforme corrieron los años, pasaron otras cosas. Y a la temporada siguiente las llevó de color verde para volver de nuevo al blanco.. Quizá porque esa era su divisa y su destino. Ser, como bien lo llamaron, "el mago de las botas blancas". Esas que estrenó contra la Real Sociedad una soleada tarde de noviembre de 1996. Aquella temporada que fue la mejor en la carrera deportiva de Alfonso Pérez Muñoz.