Simón Lecue, el primer internacional en la historia del Real Betis.

HISTORIA | Lecue, la primera gran figura

El Real Betis y el Alavés comparten en su pasado a Simón Lecue, el líder del equipo campeón de Liga en el 35 y el primer jugador verdiblanco que debutó en la selección

Por Manolo Rodríguez

 

En el verano de 1932 el Betis preparaba su debut en la Primera División. Una ilusión que merecía los mayores esfuerzos ya que, entre otras cosas, suponía el estreno de la máxima categoría en la ciudad de Sevilla. Un honor que, como otros tantos, llegaba con las camisetas verdiblancas.

Por ello, la Junta Directiva  presidida por José Ignacio Mantecón buscó lo mejor en la medida de las posibilidades del club y la primera medida fue contratar como entrenador a mister Patricio O’Connell, un irlandés que ya había triunfado en el Racing de Santander y en el Oviedo, y que se distinguía por sus rigurosos métodos de entrenamiento y por la importancia que le concedía a la condición física de los jugadores.

A partir de ahí se construyó un equipo con garantías. Llegaron futbolistas después trascendentales como Urquiaga o Areso y, sobre todo, llegó Lecue. Simón Lecue Andrade, el primer futbolista superlativo en la historia del Betis. La primera gran figura.

Un talento precoz que había nacido en febrero de 1912 en el pueblo vizcaíno de Arrigorriaga, donde empezó a jugar en 1927. De ahí pasó al Basconia y ya con 17 años ganaba 60 pesetas mensuales, aunque todavía conservara su trabajo de calderero en una fábrica.

En 1930 lo contrató el Deportivo Alavés y su fichaje fue sonado. El club de Mendizorroza le abonó dos mil pesetas en concepto de ficha, más doscientas cincuenta de sueldo mensual, y en toda España empezó a hablarse de ese muchacho que tan bien jugaba y que tanto dinero cobraba. Un extremo, después interior, al que todo el mundo llamaba 'el niño de oro'.

En el equipo vitoriano coincidió con futbolistas tan imponentes como Ciriaco, Sañudo y Quincoces y empezó a mostrar su virtuosismo a las órdenes del inglés míster Harris, a quien apodaban el 'mago de los tobillos' por su insistencia en que los jugadores ejercitaran esa parte de los pies para tener un mejor dominio del balón. Fue titular indiscutible con el club blanquiazul y se reveló en ese momento como el joven más prometedor del fútbol español.

Esta fue la razón de que, una vez culminado el ascenso de 1932, el Betis acometiera la ambiciosa operación de fichar a Lecue. Una delicada tarea que se le encargó a Carlos Alarcón de la Lastra, nombre señero en la historia de la entidad. Presidente en las temporadas 1919-20 y 1921-22; directivo en diversas etapas y máximo mandatario de la Federación Regional Sur en 1921.

Además de todo esto, Carlos Alarcón de la Lastra ejercía como representante oficial del Betis en el fichaje de jugadores, principalmente en el Norte. Una figura que en aquellos tiempos recibía el nombre genérico de 'patrón de pesca'.

Con no pocas dificultades debido a la mucha competencia, Alarcón de la Lastra consiguió llegar a un acuerdo con Simón Lecue. Un acuerdo costoso, pero que a la larga resultaría una buena inversión. El Betis pagó en total 31.000 pesetas de las cuales, 16.000 fueron para el Alavés y 15.000 para el futbolista. Un dineral. Firmó por tres años y se reservó el derecho de elegir equipo cuando acabara su contrato.

Apenas pisar el Patronato, Lecue deslumbró por su calidad, su visión del juego, su excelente toque de balón y por la precisión con que ejecutaba los golpes francos.

Jugaba como interior izquierdo, y, según su propia confesión, en esa zona encontraba "más terreno para desenvolverse, más oportunidades para el lucimiento personal y más alegría en el juego". Junto a eso, su relación con O’Connell fue extraordinaria. Siempre proclamó que el irlandés había sido el mejor entrenador que conoció a lo largo de su carrera y el que acabó por completar su formación.

En aquel Betis del tiempo de la República, Lecue alcanzó la máxima gloria. Se erigió en un referente y marcó las distancias por su elegancia y su brillantez. Se convirtió en una figura, la primera con mayúsculas en la historia del club, y así lo refrendó el hecho de que en 1934 fuera el primer futbolista verdiblanco que debutaba en la selección española de fútbol.

Un debut que no llegó en un partido cualquiera, sino en el marco de una Copa del Mundo. Lo convocó el seleccionador Amadeo García Salazar y se estrenó con la camiseta roja el 27 de mayo de 1934 en un apasionante España-Brasil disputado en Génova que ganaron los nuestros por 3-1.

En ese mismo Mundial jugó contra Italia en Florencia y en los dos años siguientes fue internacional contra Portugal en Lisboa; contra Alemania en Colonia y Barcelona; contra Checoslovaquia en Praga y contra Suiza en Berna. Dos meses después de este último encuentro estallaría la guerra civil.

Siendo ya el líder de ese Betis que no paraba de crecer, su momento más esplendoroso en el Patronato sobrevino en la temporada 1934-35 cuando los verdiblancos ganaron la Liga con aquel equipo de culto que se proclamó campeón en Santander el 28 de mayo de 1935. Una escuadra que se movía al son que marcaba Lecue que, además, marcó 9 goles durante la campaña. Dos de ellos en aquel inolvidable Sevilla-Betis (el primer derbi jugado en la máxima categoría) que ganaron los verdiblancos por 0-3 en el viejo Nervión.  

Como estaba previsto, en julio de 1935 quedó libre. Y la puja por su fichaje fue extraordinaria. Oviedo, Athletic de Bilbao, Barcelona y Madrid hicieron ofertas extraordinarias que jamás pudo igualar el Betis. Barcelona y Madrid llegaron a las 50.000 pesetas y el jugador pidió 75.000. Ambos se plantaron en 60.000 y Lecue acabó decidiéndose por el Madrid porque estos pagaban de una vez, mientras que los catalanes querían abonarle el traspaso en cinco años.

Fue el fichaje más caro de la historia del fútbol español por entonces. Una barbaridad al parecer de los más puristas. Pero el futbolista lo valía. Ganó una Copa en Chamartín y años más tarde sumó dos nuevas Ligas en el Valencia. Concluyó su carrera en Zaragoza y fijó su residencia en Madrid donde estuvo dedicado a su empresa de transportes hasta su fallecimiento en 1984.

Con la camiseta verdiblancas se le pudo volver a ver el viernes 1 de abril de 1955 en un partido de Viejas Glorias que enfrentó al Sevilla y al Betis en  Nervión, a beneficio de las Obras Sociales de las Antiguas Alumnas del Colegio del Valle.

Ganó el Real Betis por 0-3 y Lecue, que entonces contaba ya 43 años de edad, fue el mejor. Lo natural en un futbolista tan grande.