HISTORIA | Recuerdos del Betis en la Eurocopa
Juanito, Gordillo, Cardeñosa, Rincón, Pepín, Joaquín y, sobre todo, Alfonso, con aquel gol milagroso del año 2000, dejaron huella en la selección española y en el torneo continental
Por Manolo Rodríguez
La Eurocopa 2021, que ya entra estos días en su recta final, nos lleva a recordar algunos muy buenos momentos vividos por la afición bética en esta competición continental. Momentos que vinculan a nombres míticos de la historia verdiblanca con la selección española de fútbol y que, incluso, en algún caso, alcanzaron la categoría de hazañas. De gestas prodigiosas que ya están escritas con letras de oro en el territorio de la leyenda.
Campeón de Europa con la selección española en 2008 fue Juanito Gutiérrez, ese excelente defensa central que ya a esas alturas podía presumir de haber levantado con los verdiblancos la Copa del Rey en 2005 y que un año más tarde estuvo igualmente presente en el Mundial de Alemania. El futbolista más laureado, en términos absolutos, en la historia del Real Betis.
Subcampeón fue Rafael Gordillo en 1984, a pesar de que no pudiera jugar la final de aquel año en el Parque de los Príncipes de París por mor de la segunda tarjeta con que lo castigaron injustamente en la semifinal contra Dinamarca.
Pero Gordillo fue pieza fundamental de aquel equipo que llegó tan alto y, sobre todo, había sido uno de los héroes del 12-1 a Malta en el Villamarín que hizo posible la disputa de la fase final del torneo. Una goleada para la posteridad en la que, como se sabe, resultaron decisivos los goles de Hipólito Rincón, quien no pudo acudir a aquella Eurocopa debido a la malhadada lesión que sufriera en Budapest un mes antes en un partido amistoso contra Hungría.
Cuatro años antes, en 1980, Cardeñosa y Gordillo jugaron juntos en la Eurocopa de Italia y eso fue un orgullo descomunal para los béticos de aquel tiempo. Una satisfacción impagable que todavía hoy se cuenta como algo fabuloso. Dos generaciones de figuras verdiblancas compartiendo la camiseta nacional y situando al Real Betis en ese nivel privilegiado de internacionales en el que, por entonces, sólo tenían acomodo los jugadores de los equipos más grandes.
En la Eurocopa de 2004 en Portugal también hubo, como en 1980, dos jugadores del Real Betis. Dos canteranos, otro motivo de orgullo. En concreto, Joaquín y Juanito, quienes coincidieron en el campo en el partido postrero contra la selección anfitriona.
Y mucho antes, en 1963, las paradas prodigiosas del portero bético Pepín en Irlanda del Norte clasificaron a España para los cuartos de final de aquella Eurocopa de Naciones que España acabó ganándole a la URSS en Madrid el 21 de junio de 1964. La primera Eurocopa que está en las vitrinas de la selección nacional.
Sobre un terreno de juego completamente embarrado, la actuación de Pepín en el estadio Windsor Park de Belfast fue sencillamente extraordinaria. Frenó a los delanteros irlandeses con varias paradas escalofriantes y desde entonces fue conocido como "El héroe de Belfast", mereciendo incluso que se le impusiera la Medalla de Plata al Mérito Deportivo.
A la Eurocopa de 1996 en Inglaterra acudió por primera vez como jugador del Real Betis Alfonso Pérez, donde incluso hizo un tanto, el primero del combinado nacional en la apertura contra Bulgaría.
El milagro de Alfonso
Mucho más trascendente sería lo ocurrido cuatro años más tarde, en la Euro de 2000 que acogieron Bélgica y los Países Bajos. Allí pasó una de esas cosas que convierten al fútbol en una pasión colectiva y sin medida, capaz de alterar los pulsos y de provocar los mayores arrebatos.
Y todo, por un gol. Quizá uno de los goles más celebrados en la España futbolística. El que marcó Alfonso el miércoles 21 de junio de 2000 en el estadio Jan Breydel, de Brujas.
Un tanto mitológico que sirvió para que la selección nacional se clasificara para cuartos de final en la Eurocopa de ese año, y que a partir de ese momento entró a formar parte de la galería de clásicos donde, hasta el momento, sólo figuraban un puñado de goles milagrosamente excepcionales: el de Zarra a Inglaterra, en el Mundial del 50; el de Marcelino a Rusia que significó la Eurocopa del 64; el de Señor a Malta que redondeó el 12-1 en Heliópolis o el de Maceda a Alemania en la Eurocopa del 84.
Aquello fue tremendo. Una explosión de júbilo indescriptible. Por lo que fue y por cómo fue. Se jugaba el minuto 95 de partido (el colegiado había dado cinco de alargue), y España empataba a tres con Yugoslavia. Después de haber perdido contra Noruega y de haberle ganando a Eslovenia por la mínima, aquella igualada nos mandaba a casa.
Los nuestros habían ido a remolque en el marcador toda la tarde y sólo en puertas del descuento pudieron empatar gracias a un penalti transformado por Mendieta. Pero eso no bastaba. En medio de una angustia insufrible, sólo quedaba una carta. O se ganaba o se moría.
Eran las ocho de la tarde, cuando Guardiola colgó un balón al área, casi desde el mediocampo. Saltaron varios jugadores buscando la pelota llovida y Urzaiz consiguió tocarla hacia el borde del área. Allí apareció el delantero bético que venía a la carrera en busca del rechace. El tiempo se detuvo mientras que el balón se descolgaba. España entera contuvo el aliento. Era lo último que iba a pasar. Alfonso la vio llegar, echó el cuerpo hacia atrás, y con un escorzo imposible agarró un zurdazo que entró casi a ras de hierba junto al palo derecho del portero Kralj.
Una milésima después, rugió todo el país. Un grito que recorrió la nación de punta a punta, mientras que Guardiola se abrazaba con el seleccionador Camacho y Alfonso corría como poseído con los brazos abiertos y los ojos cerrados. Enseguida lo atraparon sus compañeros y lo sepultaron en una montonera de besos, abrazos y llantos incontenibles.
España había ganado por 4-3 y se clasificaba haciendo lo imposible. Remontando hasta tres veces y decidiendo el partido en el último balón. Y Alfonso se elevaba a la categoría de mito salvador. Paradójicamente, un mes después de que se hubiera ido con el Betis a Segunda División.
Dirigidos por el francés Gilles Veissiere, los equipos jugaron aquella tarde con las siguientes alineaciones:
España: Cañizares; Michel Salgado (Munitis, m.46), Paco, (Urzaiz, m.64), Abelardo, Sergi; Mendieta, Guardiola, Helguera, Fran (Etxeberría, m.22); Alfonso y Raúl.
Yugoslavia: Kralj; Komljenovic, Djukic, Mihajlovic, Djorovic (Jovan Stankovic, m.12); Stojkovic (Saveljlc, m.69), Jokanovic, Jugovic (Govedarica, m.46), Drulovic; Milosevic y Mijatovic.
Por los balcánicos marcaron Milosevic, Govedarica y Komljenovic y por el equipo nacional el primer empate corrió a cargo del propio Alfonso (recogiendo un balón suelto en el área) y los siguientes llevaron la firma de Munitis y el ya comentado de Mendieta, de penalti.
Esta victoria clasificó a España como primera de grupo y a Yugoslavia (dirigida por el veterano Vujadin Boskov) en segundo lugar. Noruega fue la que hubo de hacer las maletas.
Sin embargo, tanto España como Yugoslavia cayeron en cuartos. Al equipo de Camacho lo derrotó Francia (campeona final) por 2-1, la tarde en que Raúl falló un fatídico penalti, y a los balcánicos les metió seis Holanda.
Pero el gol salvador de Alfonso no fue el único detalle memorable del getafense aquella tarde. Al concluir el partido, un aficionado yugoslavo saltó al campo con el ánimo de agredir al árbitro y fue Alfonso quien se interpuso en el camino del exaltado hincha en el centro del terreno. Forcejó con el violento y consiguió retenerlo hasta que llegaron los miembros de la seguridad del estadio para retirarlo.
Este gesto le valió que al final de esa temporada la RFEF le concediera el "Trofeo Pedro Zaballa" al Juego Limpio en España. Un premio que tomaba su nombre de este jugador cántabro, quien, defendiendo los colores del Sabadell en el estadio Santiago Bernabéu en 1969, lanzó un balón fuera cuando tenía la posibilidad de marcar gol a puerta vacía, debido a que Junquera, portero del Real Madrid, se encontraba lesionado fuera del área.
Alfonso, pues, había confirmado su presencia en la historia. Otro hito más en la trayectoria de este prodigioso futbolista al que le quedaba algo más de un mes para fichar por el FC Barcelona.
Un recuerdo imperecedero que, como todos los anteriormente mencionados, vincula al Real Betis con la Eurocopa de Naciones. Ese torneo que convierte estos días a Sevilla en capital nacional del fútbol, aunque el dolor sea que no tengamos a ningún jugador verdiblanco en el equipo de todos.
Pero volverán. Que no le quepa duda a nadie.