Calderón avanza hacia la portería españolista buscando un gol que tardaría en llegar. Habría que esperar al descuento para cantar victoria en Sarriá.

HISTORIA | Sábado Santo en Sarriá

En 1985 un triunfo agónico en el campo del Espanyol en el descuento le permitió al Real Betis salir de los puestos de descenso cuando la Liga se acababa

Por Manolo Rodríguez

Pocas veces habrá ido el Real Betis al campo del Espanyol con tantas urgencias como aquella noche de abril de 1985. Sábado Santo. Las cofradías postreras en las calles y el beticismo conteniendo la respiración al aguardo de lo que ocurriera en el viejo Sarriá, ese campo histórico donde los 'periquitos' vivieron 74 años apasionantes, desde su inauguración en 1923 hasta su demolición en 1997.

Faltaban tres jornadas para el final de la Liga 1984-85 y la situación estaba complicada, muy complicada. El equipo que inició la temporada disputando la Copa de la UEFA y cargado de expectativas se le había ido cayendo poco a poco al entrenador Pepe Alzate, ese humilde técnico cuyo trabajo fue tan valorado en el ejercicio anterior.

Pero la realidad era tozuda y llegado el mes de marzo de 1985 las cosas iban de mal en peor. Por ello, con gran dolor de corazón, el presidente Martínez Retamero, que le guardaba vivo afecto a Alzate, no tuvo otra salida que cesarlo. En su última rueda de prensa el entrenador se fue sin una mala palabra, aunque, eso sí, aclarando que con tan poco dinero no se podía aspirar a más.

La directiva analiza la situación y, para las primeras horas, coloca a Pedro Buenaventura al frente del equipo. Discute qué hacer y piensa en Luis del Sol, pero el mito acaba de salir de una delicada operación de corazón y a todos les parece excesivo colocar a 'settepulmoni' en ese trance. Entonces se deciden por Carriega, sin duda, una excelente elección.

A las siete y cuarto de la tarde del miércoles 7 de marzo aterriza en Sevilla Luis Cid Pérez 'Carriega'. Vuelve a casa regalando optimismo, pero su debut es en el Bernabéu. Y aunque las cosas cambian, no dan más que para perder por 3-2. Tres días después los verdiblancos golean en la Copa al Mallorca y eso dispara las expectativas. Se espera lo mejor.

Pero lo mejor no llega. Lo que viene es otra derrota en casa contra el Racing de Santander (en tarde de increíble mala suerte, con gol de Mantilla en propia puerta incluido), a la que sigue un nuevo revés en Elche contra un rival directo.

Total, siete jornadas seguidas perdiendo. Faltan cuatro para que se acabe el campeonato y el Betis está en la zona de descenso con 23 puntos y siete negativos. Faltan siete para la salvación. No se puede perder más. Ya no hay margen para el error.

La primera prueba se presenta contra el Zaragoza el 31 de marzo, Domingo de Ramos por la mañana. Excelente entrada en el Villamarín y el peñismo paseando pancartas por el campo antes del inicio del choque. Angustia viva que sólo se resuelve con los goles de Parra (m.59) y Rincón (m.85). Victoria por 2-0. Respiro y hasta el próximo drama.

Un drama solemne. Eso es lo que se anuncia en la carretera de Sarriá el Sábado Santo. La plantilla ha estado toda la semana fuera de la ciudad, ya que, por medio, se ha clasificado para los cuartos de Copa en Mallorca, y frente al Espanyol no sirve otra cosa más que seguir ganando. Transistores hasta debajo de los pasos y todo, una vez más, al estilo Betis.

El punto de partida es francamente delicado. El Betis llega en posición de descenso, tercero por la cola, con 27 puntos y 7 negativos, uno menos que Valladolid y Hércules y a dos del Málaga, los cuatro equipos que en la última jornada se verán acuciados por el fantasma del desastre. Sólo tiene por debajo al Elche y al Murcia.

Sarriá, sin embargo, se ha vestido de Betis para recibir al equipo. Lo natural en los malos momentos, que ya se sabe que el cariño es lo primero. Tambores rocieros y niñas vestidas de flamencas hacen pasillo a los jugadores. Los béticos de la novena provincia casi llenan el estadio y gritan y aplauden cuando los de Heliópolis saltan a la hierba con la segunda equipación Meyba, calzona verde incluida. Pero la agonía que se vive en las tribunas resulta insoportable. Eso no lo niega nadie.

Arbitra Guruceta Muro, cuya designación ha dado mucho que hablar, ya que sus negocios particulares están en Elche y el club ilicitano también está en el lío. Pero pita bien. A sus órdenes los equipos presentan las siguientes alineaciones:

RCD Espanyol: N´Kono; Job, Maldonado, Miguel Ángel, Arabi; Orejuela, Zúñiga, Márquez (Palanca, m.30), Lauridsen; Giménez (Ibáñez, m.46) y Pineda.

Real Betis: Esnaola; Diego, Alex, Mantilla, Gordillo; Calleja, Ortega, Parra, Reyes; Rincón (Paco, m.89) y Calderón (Suárez, m.82)

Como estaba previsto, el partido es 'a cara de perro' sobre un terreno de juego muy deficiente. Buen primer tiempo verdiblanco, pero sin premio. Y lo que es peor, con un gasto físico enorme. En la segunda mitad, minuto 58, penalti contra el Real Betis. Lo tira Lauridsen por encima del larguero. Respiro de alivio. De ahí hasta el minuto 90, son los locales quienes dominan, crean ocasiones, y parece que van a ganar el partido. Se pide otro castigo y Esnaola aparece en dos o tres ocasiones.

Ya en el descuento, el Betis ataca por la banda izquierda, tras un rechace en un córner. Centra templado Diego y Antonio Reyes, en el segundo palo, devuelve la pelota al corazón del área, en una jugada que no se antoja decisiva. Pero entonces, de improviso, aparece el central cántabro Mantilla, y, casi de espaldas, cabecea a la red. Milagro. El Betis ha ganado en la última pelota del partido.

Los aficionados españolistas, que se han quedado sin opción de UEFA, gritan “tongo, tongo”. El viejo zorro Luis Carriega, que acaba de firmar su tercera victoria consecutiva en Sarriá como entrenador del Betis, responde con ironía: “pues que me lo hubieran dicho al empezar, y así me hubiera ahorrado este sufrimiento horroroso”.

Valora el trabajo de todos sus jugadores, pero no puede reprimir un elogio de corazón para esa leyenda que se llama Rafael Gordillo. Y dice: “es un monumento nacional que aun jugando mermado han visto todos ustedes lo que ha sido capaz de hacer. Es un monstruo”.

La alegría es indescriptible y el respiro de alivio todavía mayor. El Real Betis sale de los puestos de descenso y afronta los dos últimos partidos dependiendo de sí mismo y con el viento de cara. Cosa que se confirma al domingo siguiente, cuando, sin pasar apuros, derrota con claridad a Osasuna en Heliópolis por 3-1, con dos goles de Calderón, uno de penalti, y otro de Parra.

Después, en la última fecha, llegará otro momento sofocante y dramático en Málaga que también acabará bien, a pesar de los pesares. Y el Betis mantendrá la categoría, al tiempo que alcanza las semifinales de Copa. Sin duda, un feliz final de temporada después de tanto sufrimiento. Algo que hizo posible el triunfo verdiblanco en Sarriá aquel Sábado Santo de 1985.