Luis Carriega y el recuerdo de aquel gran Betis
El Real Betis Balompié muestra su máximo pesar por la dolorosa pérdida del entrenador gallego, que dirigiera a nuestro equipo en dos etapas (1979-81 y 1985-86), fallecido en Allariz (Orense) a la edad de 88 años
Por Manolo Rodríguez
Ha fallecido en su Allariz natal, provincia de Orense, Luis Cid Pérez, un gallego sabio al que el mundo del fútbol siempre conoció con el apelativo de 'Carriega'. Contaba 88 años de edad y lo había vivido todo, primero como jugador y después como entrenador desde el final de la década de los 40 del pasado siglo.
Un nombre sonoro en el fútbol español que también escribió brillantes y emotivas páginas en la historia del Real Betis Balompié. Un viejo amigo cuyo fallecimiento lamentamos con pesar en esta hora dolorosa.
Por ello, lo recordaremos. Y volveremos a vivir esas primeras semanas de septiembre de 1979 cuando apenas se llevaban disputadas dos jornadas de Liga y las cosas no iban bien en Heliópolis para aquel Betis que acababa de ascender.
Una mala noticia que desentonaba con el gran esfuerzo económico que había hecho el club ese verano fichando a dos futbolistas tan contrastados como el extremo internacional Enrique Morán y el centrocampista portugués Antonio Oliveira.
Esos dos primeros reveses provocaron que el presidente Juan Mauduit y, principalmente, el vicepresidente José León perdieran la paciencia y decidieran cesar al entrenador León Lasa.
Comenzaron de inmediato las especulaciones sobre el sustituto y, de pronto, de manera sorprendente y en tiempo récord, estalló la bomba: el nuevo responsable del equipo sería el gallego Luis Carriega, que hasta tres meses antes había sido entrenador del… ¡Sevilla FC!
Un cambio de acera en toda regla que conmocionó a la ciudad y trajo el recuerdo de tiempos pasados. Un gesto entre valiente e irresponsable que hizo correr ríos de tinta. Y una apuesta muy osada por parte de los dirigentes del Betis, que ponían toda la carne en el asador por un profesional que aparecía muy vinculado a la historia reciente del eterno rival.
Pero Carriega tenía anchas espaldas y una inteligencia natural que le permitía navegar con naturalidad por todas las aguas. Un tipo fascinante que se las sabía todas. Socarrón y taimado, controlador y divertido, mantenía un justo equilibrio entre el fútbol antiguo y los nuevos modelos tácticos que ya empezaban a imponer holandeses y alemanes. Un excelente motivador y un grandísimo relaciones públicas.
Por ello, pasado el tiempo de adaptación a su nuevo mundo verdiblanco, equilibró al equipo y lo dejó quinto en la tabla. A punto de meterse en la Copa de la UEFA. La segunda vuelta de aquella campaña fue sencillamente memorable. Hacía mucho que no se veía jugar tan bien al Betis, y para el recuerdo quedaron partidos formidables, entre los que sobresalen la goleada al Sevilla por 4-0 o la victoria por 3-0 ante aquel Valencia que venía de ganar la Recopa.
Al final de la campaña, el estadio le pidió que se quedara y Carriega renovó por una temporada más. Fichó a Diarte, hizo debutar a Parra, y, de nuevo, colocó al equipo en lo más alto. Tanto, que incluso hubo un momento, allá por el mes de febrero, que se llegó a escribir que el Betis podía aspirar al título.
Junto a todo eso, protagonizó la primera victoria del Real Betis en el Camp Nou a lo largo de la historia. Un triunfo sonado e inapelable que llegó el 26 de octubre de 1980, justo una semana después de que se hubieran inaugurado las nuevas tribunas del estadio Benito Villamarín que acogerían el Mundial de 1982.
La temporada 80-81, la segunda de Carriega en el banquillo, concluyó con el Betis en sexta posición, después de firmar aquella monumental victoria por 0-4 en el Vicente Calderón. Tan importante fue lo que hizo que lo fichó el Atlético de Madrid, no sin que antes el Real Betis lo distinguiera con el escudo de esmeraldas y brillantes como máxima distinción de la entidad.
Cuatro años más tarde, el Betis y Carriega se volvieron a encontrar. En marzo de 1985, y cuando en Heliópolis estaban encendidas todas las alarmas. Al entrenador Pepe Alzate se le habían ido las cosas de las manos y parecía que nada podría salvar al Betis del descenso. Pero Carriega lo salvó. Encontró a un equipo que se parecía mucho al que dejó cuando se fue y otra vez lo puso de pie. Tan brillantemente, que, acabada la liga, lo llevó a las puertas mismas de la final de Copa.
El presidente Martínez Retamero no dudó en renovarlo para la campaña siguiente y en el ejercicio 1985-86 el Betis de Carriega fue capaz de ganar de nuevo en el Camp Nou, la segunda vez que lo hacía a lo largo de su historia en el templo blaugrana. El único que podía contar tal proeza como entrenador del Real Betis.
Carriega permaneció en el Villamarín hasta marzo de 1986 en que le cedió el testigo a Luis del Sol. Dejó la impronta de su enorme sabiduría, de su exigencia, de su encanto personal, de su cigarrillo siempre encendido, de sus silbidos y, también, de un modo de relacionarse con el futbolista que tarde o temprano corría el riesgo de acabar en desencuentro.
Tras su salida del Betis fue deteniendo una carrera que hasta ese momento había sido excepcional. Desde comienzos de los años 60 entrenó en Segunda División a equipos como el Cartagena, el Europa o el Langreo, pero su llegada al estrellato sobrevino en Gijón. Ascendió al Sporting, hizo grandes a futbolistas como Quini, Churruca o José Manuel e incluso estuvo en su mano darle la primera oportunidad a un joven Alfredo Megido.
De ahí, ya con caracteres de “entrenador de moda”, pasó en 1972 al Real Zaragoza de los 'zaraguayos', aquel equipazo de Arrúa, Soto, Ocampos y Diarte que fue tercero en la Liga y jugó una final de Copa.
De 1976 a 1979 entrenó al Sevilla y de ahí llegó a Heliópolis aquel lunes de septiembre que el presidente Mauduit se citó con él en Madrid. Entre sus dos etapas verdiblancas ocupó el banquillo del Atlético de Madrid (donde hizo debutar a Hugo Sánchez), el Elche y el Celta de Vigo.
Como futbolista jugó de 1949 a 1957 en la Orensana, el Racing de Ferrol, el Real Oviedo (donde alcanzó sus momentos más brillantes) y el Burgos.
En el Villamarín lo aclamaron, lo quisieron y, como a todo entrenador, también lo criticaron. Pero su recuerdo siempre estuvo presente. Debutó en aquel foso el 23 de septiembre de 1979 en un Betis-Almería y lo ocupó por última vez en un Betis-Osasuna el 9 de marzo de 1986.
En total, estuvo al frente del Real Betis en 127 partidos oficiales (101 de Liga; 22 de Copa y 4 de la Copa de la Liga) y ocupa el séptimo lugar entre los entrenadores que más encuentros han dirigido al club verdiblanco.
Luis Carriega había nacido en Allariz el 9 de diciembre de 1929.
El Real Betis quiere trasladar sus condolencias a sus familiares y allegados.
Descanse en paz.