Los jugadores del Real Betis le brindan a sus aficionados el triunfo en el Bernabéu.

HISTORIA | Aquel final de Liga en el Bernabéu

El último partido de Liga, a veces tan feliz o doloroso, trae recuerdos de la memorable victoria del Real Betis en Madrid que lo clasificó para la Copa de la UEFA en 1995

Por Manolo Rodríguez

 

 

En muchos momentos de la historia verdiblanca la última jornada del campeonato ha sido como un dramático cara o cruz en el que lo mismo llegaba la gloria que el infierno. Un trance decisivo que ya no tenía más enmienda. A veces, ese día postrero se cerró con la dicha infinita de alguna conquista trascendental y, entre ellas, ninguna como la de aquel 28 de abril de 1935 en que el Real Betis se proclamó campeón de Liga tras ganar en Santander.

Pero también, en ocasiones, sobrevino el peor de los quebrantos béticos en ese día del partido final. Más de un descenso ha golpeado las entrañas cuando la Liga se iba y de ello pueden dar fe varias generaciones de béticos, lo mismo en Heliópolis que en Málaga o Castellón.

Otra cosa ha sido la lucha por Europa y la manera de alcanzar la clasificación para las competiciones europeas. En algún momento, el pasaporte se obtuvo sin tener la necesidad de puntuar en la última jornada (como ocurre esta temporada), pero hubo años en que los puntos definitivos fue menester pelearlos hasta que ya no diera más de sí el campeonato. Y en alguna oportunidad, hasta se cuadró el círculo a base de esfuerzo y brillantez en templos sagrados del fútbol español. 

Así ocurrió, como ejemplo más revelador, en la temporada 1994-95, aquel ejercicio prodigioso a las órdenes de Lorenzo Serra. El año en que el Real Betis sumó  ocho positivos y fue tercero en la tabla clasificatoria. Esa campaña en que ganó el último partido del campeonato en el Santiago Bernabéu, en el campo del Real Madrid, campeón de Liga.

Aquella victoria lo clasificó para la Copa de la UEFA y toda la crítica nacional se volcó en elogios al 'Eurobetis'. Ocurrió el domingo 18 de junio de 1995. Una fecha para la gloria. El Betis le había ganado una semana antes al Sevilla en Heliópolis y dependía de sí mismo para obtener una plaza en la Copa de la UEFA. Por detrás venían acechando hasta cuatro equipos y, por ello, era imprescindible puntuar en Chamartín.

Así lo entendió también la afición bética, que se desplazó en masa a la capital. La semana previa volvió a ser un jubileo de viajes organizados, solicitud de entradas y espera ansiosa. Quizá una de las señas de identidad del Betis y de los béticos desde el principio de los tiempos.

Sin embargo, las entradas se convirtieron en un problema en las horas previas. El presidente bético, Ruiz de Lopera, cargó contra su homólogo madridista, Ramón Mendoza, acusándolo de haberle cedido "sólo 700 entradas en sitios impresentables". Aun así, la afición bética (casi diez mil) supo encontrar acomodo en el coliseo del campeonísimo, a pesar de que los precios prohibitivos de la reventa provocaron que muchos hubieran de quedarse en los aledaños del estadio viviendo de lejos la gran fiesta de la última jornada.

En las vísperas, el técnico verdiblanco se refugió en la normalidad para blindar a su equipo de la expectación ambiente y, como único detalle emotivo, Rafael Gordillo (que apenas tres días antes había jugado en el Bernabéu el partido homenaje a Butragueño) formó parte de la expedición a fin de que disfrutara junto a sus compañeros de tan extraordinario momento.

Así, pues, concentrado y entero, se presentó el Real Betis en Chamartín a las siete de la tarde de aquel caluroso día de junio. Camiseta verdiblanca y calzón negro. El Madrid, de blanco. Lleno total, incluso se dijo en algún medio que "apocalíptico".

Dirige el partido el colegiado madrileño, adscrito al Colegio Valenciano, Juan Antonio Fernández Marín y a sus órdenes los equipos presentan las siguientes alineaciones:

Real Madrid: Buyo; Quique, Sanchís, Hierro, Lasa; Luis Enrique (Alfonso, m.63), Redondo, Laudrup (Sandro, m.69), Amavisca; Raúl y Zamorano.

Real Betis: Jaro; Jaime, Ureña, Vidakovic, Josete; Cañas, Merino, Alexis, Stosic (Menéndez, m.65); Cuéllar y Aquino (Olías, m.84)

Los prolegómenos del encuentro son emotivos para la parroquia local. El Madrid sale a la hierba con la Liga ganada y el Bernabéu se viene abajo. Algo que no sucede desde cuatro años atrás y que justifica la pasión del madridismo con ese equipo tan brillante que dirige Jorge Valdano.

Pero cuando el balón echa a rodar, queda claro que es el Betis el que tiene más hambre. Los primeros minutos se convierten en un mano a mano entre Jaro y Buyo –los dos aspirantes que se disputan el 'Trofeo Zamora' en este encuentro-, y ambos regalan dos paradones excepcionales a sendos remates de Zamorano y Cuéllar. 

Sobrevienen después algunas escaramuzas sin sangre, hasta que en el minuto 20 se ponen definitivamente todas las cartas encima de la mesa. Cañas le roba un balón a Lasa en el costado derecho y lo juega al área. Allí Cuéllar, con un movimiento genial, la deja pasar entre las piernas cuando Hierro lo encima. Corre el balón y Aquino, con el exterior de su zurda, consigue uno de los goles más trascendentes de su historia.

El gol estalla en la tribuna de los béticos y una ola de euforia inunda La Castellana. El Madrid aprieta los dientes, busca por el aire a su Pichichi Zamorano, pero el Betis contesta quitándole el balón. Mandan los verdiblancos porque Alexis juega un partidazo y porque el trabajo descomunal del mediocampo mantiene a los locales en su orilla. Así se llega al descanso.

En la segunda mitad, con la lección totalmente aprendida, el Betis puede sentenciar muy pronto. Aquino encara a Buyo y la pelota se va al lateral de la red. Pero lo arregla enseguida. En el minuto 49, el Toro lanza una falta desde un costado del área. El tiro es duro y seco y lo acompaña Ángel Cuellar con una maniobra que engaña a Buyo. 0-2. El Betis está tocando el cielo con las manos.

A partir de ahí pasa el tiempo, se canta en  las gradas, se desborda el beticismo y la gente es feliz. El trabajo está hecho. Cuando el final está cerca, la afición madridista se une a la fiesta. Después, empiezan a volar globos  coincidiendo con el momento en el que el presidente de la Federación Española le entrega a Sanchís la Copa de Campeones de Liga.

En ese momento, el banquillo bético es una casa de locos. El legendario Rogelio Sosa estruja a Lorenzo Serra y los suplentes corren como posesos por la banda para abrazarse con los que acaban de ganar el partido. Ya en la serenidad del vestuario, el técnico verdiblanco reconoce que "este es el mayor logro de mi carrera deportiva" y recalca que "ser los terceros de España no está al alcance de cualquiera".

El equipo toma el AVE esa misma noche y a la una y cuarto de la madrugada retorna a Sevilla. Como un año antes, con ocasión del ascenso, las previsiones se desbordan en Santa Justa. Diez mil béticos jubilosos esperan a sus ídolos y nada detiene la alegría de una afición que ya hace colas para sumarse dos días después al homenaje de Rafael Gordillo.

Otro acontecimiento sin parangón en la historia del Real Betis.