Ferenc Szusza, a hombros de los aficionados béticos aquella memorable tarde de su despedida.

HISTORIA | El día que se fue Szusza

El Real Betis goleó al Espanyol por 5-1 la tarde en que el entrenador húngaro se despidió de la afición tras cinco años de permanencia en el banquillo de Heliópolis.

Por Manolo Rodríguez

 

El 31 de octubre de 1976 se despidió de los béticos Ferenc Szusza, el técnico húngaro que ya cumplía cinco años al frente del banquillo del Real Betis Balompié. Un entrenador carismático y cercano que durante un lustro había sido capaz de sobrevivir a todas las coyunturas del fútbol. Salvó al equipo en la campaña de su debut; más tarde vivió sucesivamente un descenso y un ascenso y en las dos últimas temporadas fue cincelando un equipo que muy pronto tocaría el cielo al proclamarse campeón de la I Copa del Rey.

Szusza era muy querido por el beticismo. Controvertido, como siempre lo son todos los entrenadores, pero muy apreciado por el conjunto de la afición. 'Tito Ferenc' le llamaban cariñosamente, haciendo suyo el apelativo con que lo definía el humorista y cantante Pepe da Rosa en los inolvidables dialoguillos del 'Tío Pepe y su sobrino' que cada lunes emitía Radio Sevilla con guión del periodista Juan Tribuna.

Gozaba de la plena confianza del presidente Pepe Núñez y hubo un momento en que llegó a ser como de la familia. Llegaban y se iban futbolistas, pero Szusza seguía ahí. Con su planta de deportista integral, con su pelo blanco bien cuidado, con su aspecto de bon vivant que no ocultaba. En los entrenamientos seguía impresionando por la manera excepcional con que golpeaba el balón y aunque tenía fama de entrenador conservador y defensivo, el fútbol que se veía en Heliópolis gustaba por sus formas y por sus resultados.

Por eso resultó tan traumático aquel verano de 1976 cuando se supo que las autoridades húngaras le exigían que volviera a su país. En aquel tiempo los países del bloque comunista tenían plena autoridad sobre sus ciudadanos y en Hungría querían que regresara para que se pusiera al frente del deporte magiar.

Durante unos meses la tensión fue máxima y aunque se mantuvo la expectativa de que pudiera continuar, la realidad terminó imponiéndose. Szusza se iba.

La despedida del entrenador duró semanas llenas de homenajes y parabienes. Todos querían decirle adiós: peñas, amigos y béticos en general. Incluso durante ese tiempo el Betis fichó a su sustituto, el vasco Rafael Iriondo.

Culminado el traspaso de poderes, la última tarde que el húngaro se sentó en el banquillo fue en un Betis-Espanyol que llegaba en la octava jornada del campeonato. Un partido trascendente, ya que hasta ese momento, quizá por la incertidumbre provocada, las cosas no iban del todo bien y los verdiblancos figuraban en la mitad baja de la tabla. Con apenas 5 puntos, dos victorias y un empate.

Esa jornada, Szusza mantuvo sus hábitos. Durmió en la habitación de siempre en el hotel María Luisa Park (la 606); se puso su chaqueta azul cruzada y se trasladó al estadio en su propio coche, que aparcó donde siempre.

Ya desde su llegada comenzó a recibir el cariño del público. Lo saludaron, lo abrazaron, e incluso le colgaron una medalla de la Virgen del Rocío para que lo acompañara en su futuro viaje más allá del Telón de Acero.

Al pisar la caseta, el ambiente empezó a ser muy emotivo. Por ello, renunció a dar la charla táctica. Sentado a los pies de la camilla de masaje, se limitó a decir: "Muchachos, no pasa nada. Es un día más. Seguimos como siempre. Hay que salir al campo y luchar con corazón por vosotros, por el equipo, por los aficionados, por esta familia que es el Betis. Hay que seguir la misma racha, como en años anteriores, y tener confianza. Hoy no hay pizarra, vosotros sabéis mejor que yo lo que hay que hacer".

A continuación, entró en el vestuario el nuevo entrenador Rafael Iriondo para desearle suerte a los jugadores y a Szusza. En ese momento, el capitán verdiblanco, Juan Manuel Cobo, pidió silencio y habló en nombre de la plantilla. Dijo: "Como va a ser el último partido en el que va a estar usted como entrenador, queremos dedicárselo y hacer un brindis doble. En primer lugar, por usted, para que se lleve un recuerdo grato y agradable y en segundo lugar se lo queremos brindar al míster entrante para que tenga una buena acogida en esta familia bética".

Ferenc Szusza, muy conmovido, sólo acertó a responder: "Muchachos, no puedo decir nada. Muchas gracias a todos ustedes y, por favor, luchen por los colores verdiblancos. Son ustedes grandes personas".

En ese momento, ya ruge el estadio, que está prácticamente lleno. Enorme ovación cuando saltan los jugadores al campo. Arbitra el asturiano Acebal Pezón y las alineaciones son las siguientes:

Real Betis: Esnaola; Bizcocho (Rogelio, m.45), Biosca, Sabaté, Cobo; López, Mühren, Cardeñosa; Megido (García Soriano, m.83), Ladinszky y Anzarda.

RCD Espanyol: Gato Fernández; Molinos (Granero, m.53), De Felipe, Ortiz Aquino, Verdugo; José Manuel, Fernández Amado, Osorio (Amiano, m.53); Manolín Cuesta, Jeremías y Marañón.

Antes del pitido inicial, Cobo va al banquillo y saca a Ferenz Szusza al centro del campo. Lo incluyen en la foto del equipo entre Bizcocho y Biosca. Después, las Peñas Béticas le hacen entrega de un vistoso presente: un escudo del Betis sobre la una base de mármol. Más ovaciones y gritos de "Betis", "Betis".

Comienza el juego y Szusza se sienta en el banquillo junto a Rogelio, García Soriano, Mendieta, García Fernández y el delegado Adolfo Palomino. Por fuera del foso siguen el juego Vicente Montiel y Alberto Tenorio.

Desde el principio, el partido es una apoteosis. A los 13 minutos marca Attila Ladinszky de penalti; en el 30, Megido hace el segundo y en el 33, Anzarda, el tercero. Un festival.

En el descanso, Bizcocho se queda lesionado en el vestuario. Lo suple Rogelio, quien siempre tuvo una relación muy especial con el húngaro. De admiración mutua. Szusza le dice antes de salir: "Usted serena. Primer toque. Tranquilo".

Apenas reiniciado el juego, Anzarda marca el 4-0 y en el minuto 64 el propio delantero argentino hace el 5-0. Tremendo. Heliópolis vive una tarde memorable que ni siquiera palidece cuando los azules de Barcelona marcan el 5-1 con el que acaba el encuentro.

A partir de ese momento, se desata la euforia. Rogelio invita al entrenador a saludar desde el terreno de juego y los aficionados invaden la hierba. Cogen en hombros a Szusza y le dan dos vueltas completas al campo. Nadie abandona las viejas gradonas del Villamarín. El beticismo le muestra su agradecimiento al húngaro y es, simplemente, feliz.

Esa misma semana Szusza abandonó Sevilla, a donde no volvió hasta dos años más tarde, cuando las autoridades de su país le permitieron fichar por el Atlético de Madrid en 1978 para sustituir a Luis Aragonés. Sólo estuvo hasta el final de esa temporada y nunca se enfrentó al Real Betis.

Ferenc Szusza falleció en Budapest en agosto de 2006 y en la actualidad sigue siendo el tercer entrenador que más partidos ha dirigido al Real Betis a lo largo de la historia tras Lorenzo Serra Ferrer y Pepe Mel.

Y para el recuerdo eterno ha quedado, sin duda, la tarde en que dijo adiós. El partidazo que los verdiblancos le ganaron al Espanyol por 5-1. El día soñado.