El joven canterano Benito, autor de un gol, disputa la pelota con dos jugadores de la selección japonesa en el partido amistoso jugado en el Villamarín.

HISTORIA | Japón en Heliópolis

En septiembre de 1993 la selección nipona jugó un amistoso contra el Real Betis en el Villamarín con actuación estelar de Trifón Ivanov

Por Manolo Rodríguez

 

Esta noche se alza en Heliópolis el telón de una nueva Liga. La número 53 del Real Betis en la Primera División del fútbol español. Un campeonato que, como siempre, llega envuelto en la esperanza y en el deseo de satisfacciones para los béticos. Otra oportunidad de escribir la historia.

La Liga que, en esta ocasión, trae una novedad desconocida en el universo verdiblanco: será la primera vez que en la plantilla del Real Betis figure un jugador de nacionalidad japonesa. Algo insólito hasta el momento, pero que no significa exactamente el estreno del fútbol nipón en la hierba del Villamarín. No. La selección nacional de Japón ya jugó en el campo del Betis en 1993, cuando Takashi Inui apenas tenía cinco años y se criaba en su ?mihachiman natal. Un partido amistoso que va para un cuarto de siglo.

Aquello tuvo lugar el 15 de septiembre de 1993, en los días en que la selección japonesa preparaba la liguilla final de clasificación para el Mundial de 1994 en Estados Unidos. Habían sido primeros de su grupo por delante de Emiratos Árabes, Tailandia, Bangladés y Sri Lanka y en octubre deberían viajar a Doha (Qatar) para medirse a los más importantes combinados del fútbol asiático. Dos plazas estaban en juego y los japoneses eran evidentes favoritas como vigentes campeones de la Copa Asiática de 1992.

A la selección japonesa la dirigía entonces el holandés Marius John Ooft (el primer entrenador extranjero en la historia del fútbol de este país), quien decidió realizar una concentración en España, concretamente en la localidad gaditana de Chiclana, para alejar a sus jugadores de la tensión del momento y gozar de un buen clima. Se pusieron al habla con el Real Betis para solicitar un amistoso y en la cancillería verdiblanca aceptaron el ofrecimiento.

Pero el Betis no vive sus mejores momentos cuando llega el partido. Acaba de empezar la Liga y a la inicial victoria ante el Mérida le ha seguido una infame derrota frente al Hércules que ha vuelto a remover todos los fantasmas del pasado.

Esta campaña 1993-94 recién comenzada es la tercera consecutiva de los verdiblancos en Segunda División y lo vivido en el estadio Rico Pérez se parece demasiado a lo de años anteriores. Así lo confiesa el propio capitán Rafael Gordillo. Incluso con el añadido de varias crueles paradojas de esas que siempre lastiman al Betis: los dos goles locales los hace Eduardo Rodríguez, canterano y jugador verdiblanco al final de los años 80, y, además, se produce el debut en el equipo alicantino de Zafra, quien había dejado la plantilla pocos días antes. Y todo ello, a tres días de la visita de los japoneses.

Con este ambiente enrarecido y tristón los dirigentes del club renuncian a organizar un partido con todas las formalidades. Deciden programar el encuentro para las doce de la mañana del miércoles 15 de septiembre y no se abren las taquillas. Sólo podrán asistir los socios que tengan el carnet al día, quienes accederán a través de las puertas de Fondo que dan a la Avenida de la Palmera.

La mañana del encuentro llueve mansamente, aunque la temperatura es agradable. Unas cuatro mil personas se dan cita en las tribunas. Los japoneses comparecen vestidos de azul con calzonas blancas y lo impresionante es el extraordinario aparato periodístico que los rodea: ciento siete periodistas y ocho cadenas de televisión.

Arbitra el partido el colegiado andaluz Hidalgo Aguilar y las alineaciones son las siguientes:

Real Betis: José Luis (Requena, m.46); Márquez, Juanlu, Ivanov, Olías, Monreal: Julio Soler (López Bernal, m.46), Kobelev, Merino II; Benito (Manolo, m.78) y Comas.

Selección de Japón: Matsunaga (Maekawa, m.46); Horiike, Ihara, Ono, Ejiri; Fukuda, Sawanobori (Oenoki, m.46) (Yoshida, m.72), Moriyasu, Ramos; Takagi (Nakayama, m.65) y Hasegawa (Takeda, m.55).

El encuentro resulta entretenido y lo gana el Betis por 3-2, a pesar de que el equipo verdiblanco se nutre de suplentes y de algunos muchachos del filial. El búlgaro Trifón Ivanov se erige en la figura del choque y hace dos de los goles verdiblancos. El otro lo marca el canterano Benito.

Esta irrupción estelar de Ivanov aviva una polémica que viene acompañando a la plantilla desde el verano. Un problema. Resulta que el entrenador Sergio Kresic no quiere ver al búlgaro ni en pintura y éste tampoco se muerde la lengua cuando habla del técnico. Durante la pretemporada el club intenta colocarlo en Francia, en el Montpellier o el Auxerre, pero las operaciones no cuajan. Ivanov se queda y eso disgusta a Kresic, que abiertamente lo acusa de indisciplinado e inconstante. Y, como es natural, no lo pone.

Pero su recital ante la selección de Japón devuelve el asunto a primer plano. Algunos dirigentes, con la mosca detrás de la oreja tras lo visto en Alicante, piden públicamente la vuelta del búlgaro al equipo. El consejero Rufino González es el que con más estruendo se pronuncia. Sus palabras son bien elocuentes: “si el míster es inteligente, Ivanov debe jugar. Para mí y para todos en el consejo es el mejor jugador que tenemos”.

El entrenador intenta mantener el tipo diciendo que “no es suficiente tener un día de inspiración”, pero cede ante la presión directiva y alinea a Ivanov en el siguiente partido contra el Villarreal. Juega bien, aunque una semana más tarde vuelve a las andadas en Compostela y es expulsado por insultar al árbitro. Recupera la titularidad en San Mamés tras cumplir tres partidos de sanción y allí comete un fallo garrafal que acaba con la paciencia de todos. Kresic no lo pone más y antes de acabar el año 1993 se le busca acomodo en el equipo suizo del Neuchatel Xamax.

Meses más tarde, sin embargo, Trifón Marinov Ivanov se convertirá en una de las grandes figuras de la selección de Bulgaria que alcanzó el cuarto puesto en la Copa del Mundo de 1994 en los Estados Unidos. Aquella potente escuadra en la que compartió vestuario con futbolistas tan importantes como Stoichkov, Letchkov o Sirakov y que dejó para el recuerdo su memorable triunfo ante Alemania en cuartos de final.

Quien no pudo disfrutar del Mundial de 1994 fue la selección de Japón que había jugado en Heliópolis. Todo se torció en la fase final de la zona asiática disputada en Qatar un mes más tarde. Y ocurrió de la peor forma, de la más trágica. En el descuento del último partido.

Desde entonces, aquello es conocido en Japón como la “agonía de Doha”. Una triste historia. La selección nipona llegó a la jornada final de la liguilla en cabeza de la clasificación y le fue ganando a Irak durante todo el partido. Hasta que sobrevino el inesperado empate iraquí en el alargue. El gol que puso en el marcador el 2-2 y que dejó a Japón fuera de la cita mundialista. Arabia Saudita y Corea del Sur acudieron a los Estados Unidos.

Los japoneses debutaron por fin en la fase final de un Campeonato del Mundo cuatro años más tarde, en Francia-1998, y sólo hubo dos jugadores (Ihara y Nakayama) que pudieron superar la amargura de aquella triste noche de 1993 en Doha.

CuandoTakashi Inui sólo tenía cinco años y aún no había empezado a darle patadas al balón en el Saison FC de su localidad.