Julio Cardeñosa, desde el punto de penalti, bate a Zubizarreta y anota el segundo tanto del Betis en aquel fantástico partido contra el Athletic. Después vendrían tres más.

Cinco goles al campeón de Liga

En la temporada 1982-83 un Betis pletórico goleó al Athletic de Bilbao en uno de los mejores recitales de juego que se recuerdan en Heliópolis

Por Manolo Rodríguez

 

El Athletic Club de Bilbao siempre fue un clásico en la gran historia del Betis. Muchas veces cruzaron sus caminos desde que el fútbol es fútbol. Relaciones fraternas y deportivas que ya en 1932 trajeron al club vasco a ser protagonista en el partido que sirvió para honrar los primeros 25 años de existencia del entonces Betis Balompié. Así lo atestigua el cuadro que honra las vitrinas del antepalco de Heliópolis, poniendo de manifiesto que tan excepcional momento sólo podía ser conmemorado por la entidad que sublimaba el fútbol español y se erigía en la quinta esencia de ese deporte aún tan joven.

Un año antes se había jugado la final copera en la que el Betis fue subcampeón a pesar de todavía se hallaba en Segunda y, pasadas las décadas, en 1977, el Athletic fue quien dobló la rodilla en aquella memorable noche de los penaltis. Sin olvidar que uno de los mayores mitos de la historia rojiblanca, y por extensión del fútbol español, el gran portero José Ángel Iribar, jugó su primer partido completo en el campeonato de Liga en el estadio Benito Villamarín una tarde/noche de abril de 1963.

Estas cosas y muchas otras están consignadas en el gran libro que une al Betis y al Athletic. Un recordatorio en el que ocupa un lugar preferente el partido jugado en Heliópolis en la temporada 82-83, justo la campaña en la que el Athletic de Bilbao renovó los viejos laureles de los tiempos gloriosos, ganando de nuevo la Liga, veintisiete años después, con una formidable generación de futbolistas a la que dirigía un joven entrenador de 32 años llamado Javier Clemente Lázaro.

Ese Athletic que deslumbró al fútbol nacional, y que a la campaña siguiente volvería a repetir el éxito, recibió, sin embargo, un duro revés cuando sólo faltaban cinco jornadas para que concluyera el Campeonato.

Y tuvo que ser en el Benito Villamarín. Frente al Real Betis. Un 20 de marzo de 1983. Siete días antes de que fuera Domingo de Ramos en Sevilla.

Todo fue feliz aquella tarde en que los verdiblancos arrollaron al futuro campeón. El marcador dejó para la historia un 5-1 que aún es leyenda, pero aún mejor fue el fútbol jugado por los béticos. Mucho más importante que lo que reflejó el tanteo.

Al Betis, entonces, lo dirigía Marcel Domingo, un experimentado técnico francés, volcánico y original, que había sustituido en plenas navidades al húngaro Antal Dunai, un principiante en los banquillos, de apenas 39 años, con el que la directiva de Mauduit pretendió encontrar al Ferenc Szusza de los años 80.

Por medio se quedó la eliminatoria de la Copa de la UEFA perdida contra el Benfica de Lisboa, competición europea en la que debutaban los verdiblancos tras el antecedente de la Copa de Ciudades en Feria disputada en 1964 y, por supuesto, de aquella maravillosa aventura que supuso la Recopa de 1977.

Con Marcel Domingo las cosas tendieron a mejorar en el tramo final de la Liga. Llegaron algunos resultados de mérito y, sobre todo, se produjo la tímida recuperación de Peter Barnes, el discutido fichaje inglés que había llegado ese verano en medio de una gran polémica. Aquel rubio '11' que sólo dejó dos goles y al que siempre persiguió la leyenda de que arrastraba problemas en una rodilla y que incluso los servicios médicos del club le habían desaconsejado su contratación al vicepresidente José León, gran valedor de la operación.

Así pues, en la víspera del partido contra el Athletic todo era optimismo en cada una de las concentraciones. El Betis venía de ganar en Vigo y de empatar en el Camp Nou, mientras que el Athletic, en caso de victoria, se agarraría al liderato, aprovechándose del exiguo empate a cero cosechado por el Real Madrid la noche antes en Atocha.

El Betis, concentrado en el Parador Nacional de Carmona, celebraba la vuelta al equipo de su goleador Rincón, que ese año acabaría adjudicándose el Trofeo Pichichi, mientras que Marcel Domingo declaraba que “si triunfamos hoy, ya estaremos completamente a salvo”.

El Athletic cumplía siete jornadas imbatido y sólo había encajado veintiséis goles en todo lo que iba de campeonato.

Bajo esas premisas saltaron los jugadores a la hierba a las cinco de la tarde de aquel domingo de marzo. Campo lleno. Dirigió el partido el colegiado cántabro Victoriano Sánchez Arminio, y a sus órdenes los equipos formaron con las siguientes alineaciones:

Real Betis: Esnaola; Diego, Alex, Canito, Casado; Ortega (Ramón, m.65), Cardeñosa (Romo, m.80), Parra, Gordillo; Rincón y Barnes.

Athletic Club: Zubizarreta; Urquiaga, Goicoechea (Sola, m.46), Liceranzu, Núñez; De Andrés, Urtubi, De la Fuente; Dani, Sarabia y Argote (Noriega, m.56).

Desde el principio, todo queda muy claro. El Betis es mejor. Y pronto se concreta en el tanteador. En el minuto 6, Gordillo, curiosamente desde la derecha, centra sobre el área vasca y Liceranzu, al intentar despejar, cabecea el balón contra su propia portería haciendo imposible el esfuerzo de Zubizarreta.

Diez minutos más tarde, Rincón empieza a regatear contrarios en el medio campo. Entra en el área como una bala y es empujado cuando encara al portero. Penalty. Lo lanza Cardeñosa con un potente zurdazo. 2-0.

Tan rotundo marcador al cuarto de hora serena el choque. El Betis juega muy bien, pero no vuelve a concretar antes del descanso. Lo mejor está por llegar.

Y llega muy pronto. A los 53 minutos, Rincón cabecea a la red el 3-0. Un cuarto de hora más tarde, Peter Barnes se desmarca con habilidad en el borde del área y suelta un latigazo seco con la izquierda que se convierte en el 4-0.

El estadio enloquece y el partido se convierte en un festival. El Betis está bailando al futuro campeón de liga. Todo es perfecto.

Poco después llega el 5-0. Canito sale de atrás con galones y le mete un balón profundo al rapidísimo Rincón. El goleador apura y bate a Zubi sobre su salida.

Enseguida acortan distancia los rojiblancos, pero ya da igual. La afición está entregada y lo aplaude todo. Y el Betis sigue dando motivos para que lo aplaudan.

Al concluir el partido, en pleno éxtasis, Marcel Domingo saca pecho. Dice que en apenas dos meses ha hecho un Betis bueno y que, hoy por hoy, los verdiblancos juegan el mejor fútbol de España.

Y al menos aquella tarde lo jugaron. Para memoria permanente de los béticos.