El Real Betis sale al Sánchez Pizjuán desde el vestuario local. Una estampa inédita. El capitán Cardeñosa abre senda y tras él marchan Peruena, Gerardo y Segundo. (Haz click para ampliar la foto)

De local en campo ajeno

Las obras de remodelación del Benito Villamarín en 1980 obligaron al Betis a recibir a la U.D Las Palmas en el estadio del eterno rival 

Por Manolo Rodríguez

 

El domingo 19 de octubre de 1980 estrenó el Betis el nuevo estadio que se había remodelado para el Mundial 82. Fue en un partido contra el Hércules que ganaron los verdiblancos por 2-0, con goles de Gordillo y López. La tarde en que se le ponía punto y fin a una aventura iniciada diez meses antes. Concretamente, el 26 de febrero de 1980, cuando la asamblea de socios aprobó por aclamación en el Colegio Claret la construcción de un nuevo campo que estuviera en consonancia con los dos partidos que debería acoger en el Mundial de 1982.

La obra la llevó a cabo la empresa Dragados y Construcciones y el 6 de junio, a las seis de la tarde, tuvo lugar la voladura de la Tribuna de Fondo. La de Preferencia estaba prevista para el 18. Pero un día antes se inicia una dura huelga indefinida en el sector de la construcción. Al Betis se le rompen todos sus planes, todos sus calendarios. La liga se echa encima y aún queda todo por hacer.

Por ello, cuando llega el 2 de julio, la directiva del Betis actúa a la desesperada. El presidente, Juan Mauduit, en un gesto sin precedentes, convoca a todas las partes en el estadio. Y comienza la negociación más extraordinaria de la que se tiene recuerdo. Catorce horas ininterrumpidas dura el cónclave. Pero el día 4 hay acuerdo.

El lunes siguiente, 7 de julio, se trabaja a destajo en Heliópolis con 38 grados a la sombra. No dejan de llegar ofrecimientos de trabajadores. “Por el Betis lo que sea”, es la frase que más se oye. Por fin, el jueves 10 de julio salta por los aires la tribuna de preferencia, y a partir de ese momento ya no queda nada del viejo Stadium de la Exposición.

Aún con turnos de 24 horas el retraso es inevitable. Se juegan fuera de casa los tres primeros partidos, pero ese ritmo es insoportable. Y eso provoca un hecho insólito en la historia verdiblanca en competición nacional: la necesidad de jugar como local en el estadio del eterno rival. Algo que sólo tenía un precedente en el lejano año de 1939, cuando el Betis –también por obras en Heliópolis, por mor de la guerra- disputó tres partidos como local en el Viejo Nervión, pero en aquella ocasión dentro del Campeonato de Andalucía. Esta vez, sin embargo, fue en plena Liga y en el Ramón Sánchez Pizjuán. Y no una vez, sino dos.

Los primeros movimientos en este sentido se produjeron en la mañana del 9 de septiembre de 1980, aunque ya eran un secreto a voces en la ciudad. Los verdiblancos habían iniciado la campaña fuera de casa, cambiaron el orden de los partidos con el Valencia –primer equipo que hubiera visitado Heliópolis en la segunda jornada- y en la tercera fecha debían acudir a Pamplona. Pero el estadio no estaría listo para acoger la visita de la U.D. Las Palmas en la cuarta jornada.

El presidente del Betis, que ya había puesto este hecho en conocimiento de la Federación, telefoneó a su colega del Sevilla, Eugenio Montes, y oficialmente, le solicitó la cesión del Sánchez Pizjuán. La Junta Directiva del club de Nervión, reunida ese mismo día 9, dio su plácet a las once y media de la noche a través de una nota oficial. Casi veinte días antes.

Los verdiblancos, dirigidos por Luis Carriega, ganaron un partido de los tres disputados y comenzaron a preparar un partido tan extraño. Esa semana, como todas, trabajaron en la Universidad Laboral –su campo de entrenamiento en aquellas fechas- y no realizaron ninguna sesión en el estadio del eterno rival. Después, quedaron concentrados en el Parador de Carmona.

Aquel 28 de septiembre de 1980, ver al Betis como local en Nervión fue un acontecimiento que ya forma parte de la gran historia verdiblanca. El resultado, además, fue redondo, aunque el tiempo desapacible no permitiera más que media entrada en las gradas.

Arbitró el colegiado catalán Enríquez Negreira -que expulsó en el minuto 31 a Julio Cardeñosa y al canario Benito por propinarse sendos codazos, y más tarde, en el 89, al visitante Roque por doble amonestación- y los equipos presentaron las siguientes alineaciones:

Real Betis: Esnaola; Gerardo, Biosca, Peruena (Pozo, m.65), Gordillo; López, Ortega, Cardeñosa; Morán, Diarte y Segundo (Bizcocho, m.84)

U.D. Las Palmas: Clemot; Gerardo (Hernández, m.16), Roque, Toledo, Marrero (Jorge, m.72); Félix, Benito, Pepe Juan, Noly; Julio y Juani.

Los de Carriega ganaron por 4-1 con dos goles de Diarte y uno de Biosca y Segundo, respectivamente. El tanto canario, el que abrió el marcador por cierto, lo materializó Juani.

El presidente Mauduit fue ovacionado en su llegada al palco y Segundo fue el mejor de los verdiblancos. Carriega también salió reforzado del encuentro, ya que el periodismo quiso ver en su maniobra de cambiar a Peruena y reforzar el mediocampo la clave de la victoria,

Aquel hito quedó escrito, pero las cartas volvieron a jugarse apenas unos días después, cuando se confirmó que el nuevo Heliópolis tampoco estaría apto para acoger el 12 de octubre de 1980 el nuevo turno casero de los béticos, esta vez contra el Atlético de Madrid.

Vuelta a empezar. Pero esta vez el Sevilla ya no parece tan dispuesto a permitir que se repita lo vivido. Arguye que el día 11 se celebrará en el estadio un festival popular en el marco de los actos del 75 Aniversario que está conmemorando la entidad nervionense, y que la tarde del 12 está reservada para que  juegue el Sevilla Atlético.

El Betis, entonces, solicita el aplazamiento del partido, pero la Federación se lo deniega. Taxativamente le comunica que debe jugar como local el 12 de octubre.

A la directiva de Mauduit no le queda otra que volver a negociar con el Sevilla. Tienen ofrecimientos de media España para que el Betis juegue en sus campos, pero ninguno es convincente. En Huelva, Cádiz o Córdoba no caben los socios y Madrid está demasiado lejos, a pesar de que Luis de Carlos, presidente del Real, les ha cedido desinteresadamente el Bernabéu.

Se reabren los contactos y, esta vez, la directiva bética cuenta con una decisiva moneda de cambio: la eliminatoria Betis Deportivo-Sevilla FC que deberá disputarse en el torneo de Copa. Los dirigentes del Sevilla no quieren que el partido de ida se juegue en Piscinas Sevilla –campo donde actúa de local el filial verdiblanco- y Mauduit le garantiza a Eugenio Montes que dicho encuentro tendrá lugar en el Villamarín el 22 de octubre. Eso, unido al talante conciliador de los presidentes, hace posible el acuerdo y el Real Betis vuelve como local al Ramón Sánchez Pizjuán en la noche del 12 de octubre de 1980.

Esta vez las cosas no ruedan bien y el Atlético de Madrid, líder del campeonato en aquel momento, se anota la victoria por 0-1, gol de Rubén Cano.

Dirigió el partido el colegiado gallego Raúl García de Loza, que no concedió un gol fantasma de López, y a sus órdenes los equipos formaron con las siguientes alineaciones:

Real Betis. Esnaola; Gerardo, Biosca, Peruena (Bizcocho, m.78), Gordillo; López, Ortega, Cardeñosa; Morán, Diarte y Pozo (Segundo, m.46).

Atlético de Madrid. Aguinaga; Marcelino, Balbino, Arteche, Julio Alberto; Ruiz, Quique, Dirceu; Marcos, Rubén Cano (Bermejo, m.76) y Rubio (Cabrera, m.85).

El técnico rojiblanco José Luis García Traid, ex entrenador del Betis apenas un par de años antes, afirmó que “el conocimiento que tenía de los verdiblancos influyó decisivamente”, mientras que Carriega ponía paños calientes a lo que definió como un accidente.

En esta ocasión la parroquia bética acudió en mayor número al Sánchez Pizjuán, más de cuarenta mil espectadores, y antes de empezar el encuentro se paseó por el estadio una pancarta que decía así: “la afición bética agradece al Sevilla la gentileza de ceder su campo”.

Desde entonces, hasta hoy, nunca ha vuelto a ocurrir nada igual.