El Perfil: Rogelio Sosa
El exjugador del Real Betis cumple hoy 74 años
Rogelio es una leyenda. Uno de los grandes mitos del Real Betis a lo largo de la historia. Un futbolista superlativo que le entregó toda su carrera deportiva a la entidad, donde permaneció durante dieciséis temporadas consecutivas, desde su debut en 1962 hasta su retirada en 1978. Un nombre que marcó toda una época y se erigió en el símbolo de la afición por su carácter, sus genialidades, y su fútbol imprevisible.
Rogelio Sosa Ramírez nació en Coria del Río (Sevilla) el 15 de abril de 1943, según su propia confesión, aunque no fue inscrito en el Registro Civil hasta el 2 de mayo de ese año, fecha de nacimiento que consta en sus documentos oficiales. Se inició en el Victoria Balompié de su pueblo natal y en 1957 ingresó en los juveniles del Real Betis. En la temporada 1960-61 fue cedido al Tomelloso, que militaba en categoría regional, y un año más tarde jugó en la Ponferradina, entonces en Tercera.
Tras este aprendizaje se incorpora a la disciplina del primer equipo y el 16 de septiembre de 1962 el entrenador Fernando Daucik lo hace debutar en la primera jornada del campeonato de Liga. El rival es nada más y nada menos que el Real Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento. La alineación verdiblanca de aquel primer partido es la siguiente: Corral, Colo, Ríos, Areta; Montaner Bosch; Portilla, Luis, Ansola, Senekowitsch y Rogelio.
Esa campaña juega 16 partidos, pero en la siguiente apenas si actúa, a pesar de que el técnico, Domingo Balmanya, siempre le expresó su confianza. Su vida deportiva, sin embargo, cambia en el Trofeo Ramón de Carranza en agosto de 1964. Se convierte en la estrella del torneo que por primera vez se adjudica el Real Betis. Rogelio sale de Cádiz proyectado como un futbolista excepcional y durante varios años será objeto de deseo del FC Barcelona y del Real Madrid, que una y otra vez intentan contratarlo.
Pero el Betis no lo vende y eso lo convierte en la referencia de aquel equipo ascensor. Es el hombre decisivo en la promoción de ascenso de 1967 y el capitán indiscutido cuando llega la década de los 70. Rogelio lo es todo para la afición y escenifica al Betis como nadie lo había hecho antes: siendo en cada ademán como es el Betis, distinto e imprevisible.
Su posición en el campo también va cambiando. Debutó como extremo izquierdo, pero poco a poco se convierte en el centrocampista que le da sentido al juego. Sin embargo, el entrenador húngaro Ferenc Szusza le asigna la camiseta número 9 y muchas tardes lo sitúa como delantero centro. Fuera cual fuera su posición, Rogelio termina siendo durante varias temporadas consecutivas el máximo goleador de la plantilla.
En 1965 fue campeón del mundo con la selección militar y en la temporada 1966-67 debutó con la selección sub-23. Excelente chutador de faltas 'de rosca', creador de regates como aquel que llamaron de 'la tostá' y segurísimo lanzador de penaltis, siempre tuvo un extraordinario protagonismo en el equipo durante todos estos años.
Futbolista de arte, finísimo, su pierna izquierda fue leyenda en el fútbol español y por ello mereció con creces ese apelativo de la 'zurda de caoba' con el que ingresó en el Olimpo de los dioses del beticismo.
En septiembre de 1974, el Club le tributa un sentido homenaje en el partido que enfrenta al Betis con el Wisla de Cracovia y en el que Rogelio comparece en el campo con sus hijos. Precisamente esa noche jugó su primer partido en Heliópolis Julio Cardeñosa.
Tres años más tarde, en 1977, tiene la satisfacción de proclamarse campeón de la I Copa del Rey con el Real Betis. Juega en varias de las eliminatorias y ve la final del Calderón desde el banquillo. Es su culminación como jugador de la entidad y por eso sus compañeros enseguida le dan el trofeo para que, a hombros de todos ellos, lo eleve al cielo de Madrid.
Su último partido con la camiseta del Real Betis lo disputa a la temporada siguiente en Cádiz. Es su despedida tras 16 temporadas en la primera plantilla, algo que no puede contar ningún otro jugador a lo largo de la historia.
Junto a todo eso, Rogelio siempre pareció un tipo tan especial que sus sentencias eran ley. Se le atribuye aquello de que “correr es de cobardes” y de que “la cabeza es para ponerse el sombrero”. Y se ha contado mil veces que antes de un partido decisivo en Mallorca el entrenador Antonio Barrios lo cogió por el brazo a la salida del vestuario y le dijo: “Rogelio corre hoy, por lo menos hoy”.
En las 16 temporadas en que Rogelio Sosa vistió la camiseta verdiblanca disputó 357 partidos oficiales (301 de Liga; 53 de Copa; 2 de promoción de ascenso y 1 de la Copa de Ciudades en Feria), marcando 88 goles.
Una vez concluido su ciclo como jugador, inició otra densa etapa de servicio al club, esta vez como segundo entrenador y delegado de equipo. Fue asistente de tan diversos entrenadores como Luis Carriega, Luis Aragonés, Rafael Iriondo, Antal Dunai, Pedro Buenaventura, Marcel Domingo, Jorge D´Alessandro, José Ramón Esnaola, Lorenzo Serra y Javier Clemente.
Se marchó en el año 2000 tras otros 20 años de servicio. En suma, toda una vida dedicada a la causa del Real Betis y de los béticos. Un ídolo, un símbolo y un ejemplo.