El marcador del Zentral Stadium refleja el empate a uno con que concluyó el partido jugado en Leipzig.

El viaje a Leipzig de nunca acabar

Los jugadores del Betis y los periodistas que los acompañaban debieron padecer esperas eternas en los aeropuertos cuando acudieron a la capital de Sajonia a enfrentarse con el Lokomotive en la Recopa de 1977

Por Manolo Rodríguez

 

En los tiempos de la Guerra Fría, la ciudad alemana de Leipzig era conocida como “el balcón del Este hacia el Occidente”. Una ciudad cosmopolita y bulliciosa que en nada se parecía al mundo comunista que le era propio. Situada en el este de Sajonia, la definía por encima de cualquier otra cosa su imponente tradición musical, esa que la vinculaba con los nombres sagrados de Juan Sebastian Bach y Richard Wagner.

Tras la II Guerra Mundial fue ocupada por el Ejército Rojo y quedó integrada en la República Democrática Alemana (DDR), la Alemania comunista de la que tantas cosas (y casi todas malas) se contaban por aquel entonces.

Allí hubo de acudir el Betis en el mes de octubre de 1977 a disputar el partido de ida de los octavos de final de la Recopa de Europa. Un viaje a lo desconocido que provocó una gran expectación en la provinciana Sevilla. Su rival era el Lokomotive de Leipzig, club entonces muy grande, que, según referían las informaciones de agencia (oficiales, por supuesto), tenía el mejor contragolpe del fútbol alemán. Lo adiestraba Manfred Pfeifer, un hombre de la casa, y sus futbolistas más nombrados eran el capitán Frenzel y el goleador Loewe. Había eliminado en la eliminatoria anterior al Coleraine norirlandés y su imponente Zentral Stadium contaba con cien mil localidades.

La expedición bética, y la de los informadores y aficionados que los acompañaban, se puso en marcha el lunes 17 de octubre. Muy de mañana desde el aeropuerto de San Pablo y en grupos separados. Los jugadores volaron a Hamburgo vía Barcelona y los periodistas a Frankfurt vía Madrid. Desde allí, enlazarían camino de Berlín.

Pero nada salió como estaba previsto. Unos y otros se quedaron empantanados en la primera escala internacional del camino. Dramáticamente. Y todo, porque Alemania Occidental estaba viviendo en aquellos días horas muy tensas como consecuencia del secuestro del presidente de los empresarios germanos, Hans Martin  Schleyer, y por el acto de piratería aérea cometido por un comando palestíno en un avión de la Lufthansa que se hallaba retenido en Mogadiscio. Una acción de fuerza que hizo recordar a los alemanes la espantosa matanza de Munich en la Olimpiada de 1972.

Por todo ello, el tráfico aéreo estaba prácticamente colapsado. Los jugadores quedaron retenidos en Hamburgo durante cinco horas y los informadores (entre los que se hallaba lo más granado del periodismo de la época, perdón por la inmodestia) hubieron de esperar siete horas para salir de Frankfurt.

La confianza estaba en que todos se unieran en el aeropuerto de Berlín para cruzar el temido Muro en las condiciones de normalidad inicialmente previstas. Pero tampoco eso ocurrió. El Betis llegó antes y las autoridades de la DDR urgieron al grupo a marchar de inmediato a Leipzig por carretera. Un viaje infame en el que mayor protagonismo lo acaparó el conductor del autobús, que daba ostensibles cabezadas que exigieron la permanente alerta de los jugadores.

La expedición verdiblanca llegó por fin a Leipzig a las tres de la madrugada del martes. Mucho después de lo previsto, con la consiguiente desazón de Iriondo, siempre tan desconfiado, por la cercanía del partido.

Lo de los periodistas fue infinitamente peor. Al pisar Berlín supieron que estaba solos como la una. Así lo acreditaban los escuditos de las trece barras que portaban algunos funcionarios del aeropuerto, señal inequívoca de que el Betis ya había pasado. Fueron en taxi hasta la frontera y cruzaron el Muro andando. Con las maletas en la mano y mirando de reojo los cañones de los fusiles de los amenazantes Vopos (la policía popular de Alemania Oriental) en la Puerta de Brandeburgo. Con una sensación muy cercana al pánico.

En los trámites aduaneros fue decisiva la mediación de José María Javierre, sacerdote y periodista que viajaba invitado por el Betis. Una de las grandes personalidades de la vida sevillana de finales del siglo XX. Humanista desbordado, Académico de Buenas Letras, director en dos etapas de El Correo de Andalucía, y, con el correr de los años,  pregonero de la Semana Santa y consejero preferente del Cardenal Amigo Vallejo.

Javierre había sido fundador y director del Colegio Español de Munich y esto le permitía hablar el alemán con fluidez. Y para satisfacción general, sus palabras acabaron convenciendo a los marciales Vopos. Garantizó que el trato fuera razonable e incluso llevó las cosas al comentario futbolístico, donde, como se sabe, todos somos iguales. Sólo cuando se empezó a hablar de fútbol parecieron humanos los policías. Sonrieron, especularon con el resultado final del partido, dejaron sobre un rincón sus fusiles y hasta les ofrecieron agua a los atribulados periodistas.

El viaje de los informadores acabó en un tren ruidoso y con aire de tartana que los dejó en Leipzig a las siete menos cuarto de la mañana. Veintiséis horas después de haberse puesto en marcha en Sevilla.

Para que no todo fuera malo, la capital de Sajonia acogió a los sevillanos con una temperatura agradable. Sol tibio y noches sin rigores. Con ese ambiente dirigió Rafael Iriondo el entrenamiento del martes en el escenario del partido, en cuyo césped descubrió el entrenador verdiblanco algunos hoyos.

En esa misma sesión preparatoria se confirmó la recuperación de Bizcocho, Alabanda y Benítez. La única baja, pues, era la de Attila Ladinszky, a quien no se quiso exponer a viajar tras el Telón de Acero por tratarse de un exiliado húngaro (de hecho, su condición legal era la de apátrida) que podría haber tenido problemas con las autoridades comunistas.

El partido se jugó el miércoles 19 de octubre. A las cinco de la tarde, con una niebla que se fue dispersando y que dejó una noche fría. En el Zentral Stadium de Leipzig se dieron cita unas cuarenta mil personas y, como novedad, los jugadores béticos descubrieron que su vestuario se hallaba situado en la cuarta planta del estadio.

El partido lo arbitró el colegiado danés Ole Amundsen y las alineaciones fueron las siguientes:

Lokomotive Leipzig: Friesse; Sekora, Hammer, Grobner, Fritsche; Moldt, Altmann (Dennstedt, m.46), Frenzel (Bornschein, m.82) Loewe; Kühn y Liebers.

Real Betis: Esnaola; Bizcocho (Cobo, m.18), Biosca, Sabaté, Benítez; López, Muhren, Cardeñosa (Alabanda, m.83); García Soriano, Hugo Cabezas y Gordillo.

El Betis jugó bien, a ratos incluso muy bien, y consiguió empatar a un gol, lo cual suponía un magnífico resultado de cara al choque de vuelta. Se sobrepusieron a la recaída en su lesión que sufrió Bizcocho apenas iniciarse el partido y fueron los dueños del balón, gracias, sobre todo, al cuarteto de zurdos que componían Benítez, Muhren, Cardeñosa y Gordillo.

El primer gol del encuentro lo hizo el Betis cuando se jugaba el minuto 14 de partido. García Soriano se internó en el área germana y allí hizo la pared con Gordillo; este se la dio a López, que disparó por bajo a la derecha de Friesse.

La igualada local llegó cuando se cumplía la media hora de partido. Un córner lanzado por Loewe lo cabeceó a placer Groebner.

La prensa sevillana, en sus crónicas de urgencia, venciendo las dificultades de las transmisiones, resaltó el magnífico fútbol verdiblanco. Dijo el diario ABC que “El empate del Betis tiene valor de victoria”; El Correo de Andalucía tituló: “Ha sido toda una lección de cómo frenar a una locomotora.”; y el diario Suroeste publicó que “El “Eurobetis” frenó al Lok”.

El regreso a Sevilla fue menos traumático para la expedición deportiva, aunque los informadores volvieron a padecer todos los rigores del viaje. Hubieron de desplazarse en taxi desde Leipzig a Berlín, lo cual les hizo perder uno de los enlaces. Eso los obligó a pernoctar una noche en Frankfurt y llegaron a Sevilla a últimas horas del viernes.

En el partido de vuelta, como ya se sabe, se impuso el Betis por 2-1. Desde entonces ha llovido mucho. Tanto, que el poderoso Lokomotive de Leipzig, que llegó a ser finalista de la Recopa en 1987, inició en la década de los noventa, tras la reunificación alemana, una caída a los infiernos que lo hizo desaparecer, refundarse y sobrevivir con dificultades en las categorías regionales.

En los últimos tiempos el equipo más importante de Sajonia es el Red Bull Leipzig. El actual inquilino del Zentral Stadium, aunque los corazones de la afición sigan eternamente teñidos de los colores amarillos y azules del viejo Lok. 

 

PIES DE FOTOS

02. Los jugadores del Betis saludan al público antes de iniciarse el encuentro.

03 y 04. Recortes de prensa de la época en los que se da cuenta del viaje del Betis a tierras alemanas

05. Alineación del Real Betis que concluyó el partido en Leipzig

06. Rafael Iriondo en el banquillo del Zentral Stadium, junto al delegado, el médico, la intérprete y los jugadores suplentes.