Los jugadores del Betis saltan al campo de Santa Coloma con las camisetas blancas cedidas por el San Andrés. En primer plano, Benítez, Biosca y Bizcocho y algo más atrás, Aramburu y Del Pozo.

Hablando de camisetas

Diversos hitos han marcado la historia moderna del uniforme del club entre los que sobresale aquella insólita mañana que el Betis vistió de blanco durante cuatro minutos 

Por Manolo Rodríguez

 

El Betis estrena esta noche en Málaga una nueva camiseta. Verde y blanca a rayas horizontales. Con la inspiración del legendario Celtic de Glasgow y empujado por el júbilo de los aficionados escoceses. Otro uniforme que añadir a la historia estética y sentimental de la entidad.

Una prenda que nace con la certeza de su carácter efímero y que viene a sumarse a otras camisetas que únicamente tuvieron una postura. Por ejemplo, la rosa y verde que lució el pasado ejercicio contra el Granada en Heliópolis; aquella nostálgica réplica del antiguo camisolín que vistió en el partido conmemorativo del centenario en el año 2007 o la que se puso en febrero de 2003 en el Camp Nou y que se partía simétricamente en dos mitades verticales, una verde y otra blanca.

Posiblemente hubo algunas otras, pero no es el propósito hacer un recuento pormenorizado de las excepcionalidades, sino más bien de referir en clave de urgente recuerdo algunos hitos de la memoria bética en los que el protagonismo fuera de las camisetas.

Y así, más allá de los colores pioneros o de la identidad verdiblanca que vino de Inglaterra y se afianzó a partir de la Asamblea regionalista de Ronda de 1918, la evocación nos trae algunos pasajes entre los que destaca de modo muy principal la modificación conceptual que supuso el cambio de la camiseta abotonada por la elástica.

Un hecho que tuvo lugar en 1958 y que ya le traía a la institución los primeros aires de modernidad. Además, llegó en un momento muy celebrado por los béticos, puesto que la última vez que el Betis vistió el tradicional camisolín de la postguerra fue el 21 de septiembre en el Ramón Sánchez Pizjuán, la histórica tarde del 2-4, cuando el eterno rival estrenaba su nuevo estadio en partido oficial. Al domingo siguiente, en casa, contra el Athletic de Bilbao, los verdiblancos ya vistieron la camiseta ajustada, ceñida, con cuello de pico y escudo muy visible. Y también marcaron cuatro goles.

El modelo se perpetuó en el tiempo y no volvió a sufrir ninguna otra transformación radical hasta el verano de 1980, momento en que el Real Betis revolucionó la estética de su romántico uniforme de algodón. Cambió de piel y la sustituyó por una prenda más sofisticada y elegante que incorporaba un valor comercial del que había estado ajena hasta entonces. Así fue como llegaron a Heliópolis las camisetas de marca.

Las recordadas camisetas Meyba, que se estrenaron la noche del 19 de agosto de 1980 en la semifinal que abría el Trofeo Ciudad de Sevilla que ese año se disputaba en Nervión. Los verdiblancos se enfrentaron a la AS Roma (donde jugaba un joven Carlo Ancelotti) y vencieron por 3-0 con goles de López, Morán y Diarte.

La firma Meyba, creada en Barcelona en 1940, y de cuya promoción el Betis fue pionero, realmente no pagó en ese momento porque los verdiblancos lucieran sus elegantes camisetas. Lo que hizo fue no cobrar. Es decir, que cedió material por valor de dos millones de pesetas, a cambio de que los béticos mostraran sus prendas por todos los campos de España. Después, si vendrían otros acuerdos más ventajosos para la entidad, ya que Meyba estuvo muchos años vinculado al club y acompañó al Betis hasta 1987.

Otro hito destacado en la historia de las camisetas del Real Betis sobrevino en la campaña 1998-99. Un nuevo cambio fundamental, por cuanto en ese ejercicio se produjo el hecho, desconocido desde los orígenes, de que el equipo bético saliera a jugar con un uniforme en el que el verde no fuera el color preponderante.

Fue el 20 de octubre de 1998 en la localidad holandesa de Tillburg, en partido de la Copa de la UEFA que lo enfrentó al Willem II. Esa noche, el Betis vistió mayoritariamente de negro, algo que llamaba la atención, pero que en los últimos años se ha hecho extraordinariamente común, como lo testimonian esas camisetas que en las últimas temporadas lo han llevado a aparecer de naranja, de azul, de marrón o de amarillo.

El debut en la Liga con camiseta negra se produjo un par de meses más tarde. A mediados de diciembre, en La Coruña, cuando Javier Clamente ya había reemplazado a Vicente Cantatore en la dirección del equipo. El Betis vistió con camiseta negra y calzón blanco y para sorpresa general esa noche debutó Rafael Jaques, un muchacho brasileño fichado en el verano y que pocos días antes daba la impresión de que iba a salir cedido. Se quedaron en el banquillo Denilson, Oli y Alexis y el Betis arrancó un empate a dos sobre la hora. Por cierto, que hacía 27 años que los de Heliópolis no marcaban en Riazor.

Pero, sin duda, lo más extraño, por lo que representaba, ocurrió el 20 de enero de 1974 en el campo de Santa Coloma, cuando el Betis se enfrentó al conjunto barcelonés del San Andrés, en partido correspondiente al Campeonato de Liga de Segunda División de la temporada 73-74.

Esa mañana el Betis vistió con camiseta… ¡blanca!, aunque, eso sí, sólo durante cuatro minutos y como consecuencia de un error de la agencia de viajes encargada del traslado del material del equipo, que, por error, envió los baúles a la localidad de Martorell y no a Santa Coloma.

Durante tres cuartos de hora se esperó que aparecieran los bultos, pero pasado ese tiempo el árbitro, Olasagasti Echániz, exigió que se iniciara el partido, ya que el estadio se encontraba lleno a rebosar y se corría el riesgo de que el público se impacientara.

El San Andrés, entonces, prestó todo lo necesario: camisetas, calzonas y botas, saltando los jugadores béticos al campo con elástica blanca (en cuyo centro figuraba el escudo del equipo local), calzón negro y medias negras con vuelta roja.

Benítez ofició como capitán, la pelota echó a rodar y apenas a los cuatro minutos de iniciado el encuentro llegaron, por fin, los baúles. Se paró el juego y se restableció la normalidad. Los futbolistas del Betis volvieron al vestuario, de donde salieron, ahora sí, con la camiseta verdiblanca y las calzonas blancas, aunque mantuvieran las medias del anfitrión hasta el final del choque, que acabó, por cierto, con empate a cero.

Desde entonces, nunca más ha vuelto el Betis a vestir vestirse de blanco, una analogía nada deseada por razones obvias. Pudo haber ocurrido en Toledo en 1994, pero finalmente no pasó. Pero esa ya es otra historia.