Alineación del equipo nacional que vistió con los colores del Real Betis. De izquierda a derecha, de pie: Esnaola; Pablo Blanco, Gordillo, Alabanda, Ortega y Gallego; agachados: Montero, Megido, Rubio, Cardeñosa y García Soriano.

HISTORIA | Con las camisetas cambiadas

Se cumplen 40 años de aquel recordado partido en homenaje al periodista Vicente Bru que mezcló a los jugadores del Real Betis con los del eterno rival

Por Manolo Rodríguez

 

 

Imaginen que en este tiempo se disputara un partido benéfico que enfrentara a una selección de los jugadores nacionales del Real Betis Balompié y del Sevilla FC contra otro combinado integrado por sus futbolistas nacidos fuera de España. Es decir, que en uno de los equipos, por citar sólo a algunos de los participantes, se alinearan Pau López, Francis, Bartra, Junior, Canales, Tello, Joaquín, Loren o Sergio León y en el otro Mandi, Sidnei, Feddal, Guardado, Carvalho, Inui, Lo Celso o Sanabria. Todos ellos, mezclados con los jugadores de idéntica condición del Sevilla y con los entrenadores de uno y otro equipo dirigiendo las maniobras. O sea, con Setién en un banquillo y con Machín en el otro. Y como es natural, vestidos unos de verdiblanco y los otros de blanco completo.

Hoy sería muy difícil que una situación así pudiera producirse. Casi imposible. Por razón de fechas y por la complejidad de todo signo que encierra el fútbol en la actualidad. Pero en 1978 sí que fue posible vivir un acontecimiento como el referido  en el estadio Benito Villamarín. Una tarde memorable que llenó hasta la bandera las tribunas del viejo Heliópolis y dejó un poso que todavía sobrevive en el recuerdo de los aficionados más veteranos. El lunes 1 de octubre hará 40 años.

El partido se disputó como homenaje al periodista Vicente Bru, fallecido dos meses antes, a la edad de 51 años. Una dolorosa pérdida que conmocionó a la profesión periodística de la ciudad y, muy particularmente, a los sectores más jóvenes, que siempre encontraron en su humanidad a un generoso maestro y guía.

Junto a esto, Vicente Bru era un gran bético. De esos que sobrevivieron a la travesía del desierto y lucharon siempre porque el Betis tuviera en los medios de comunicación la digna presencia que merecía. Sobre todo, en esos años de hierro en los que no se trataba de igual manera a unos y a otros. Su aportación fue decisiva en algunas publicaciones que rescataron la memoria de la entidad y jamás se dejó doblegar por la corriente que sistemáticamente reducía la dimensión social del club verdiblanco.

En el Betis sintieron su pérdida como algo propio. Buen amigo del presidente Núñez y de los dirigentes históricos de la época, principalmente de José María de la Concha, el club de Heliópolis se puso inmediatamente al servicio de la familia. También el Sevilla, presidido entonces por un caballeroso Eugenio Montes. Una iniciativa a la que se sumó con el mismo entusiasmo la Federación Andaluza y el Colegio de Árbitros. El resto lo hicieron los periodistas de Sevilla con el impulso inestimable de esos jóvenes que tanto empeño tenían en honrar su nombre y su ejemplar beticismo.

Con este propósito, se aprovechó un parón en la Liga y se organizó un partido en el que se enfrentarían una selección de jugadores nacionales del Betis y del Sevilla contra otro combinado en el que estarían sus futbolistas extranjeros. Lo siguiente era determinar cómo irían vestidos cada uno de estos equipos, ya que ello le otorgaba un aliciente añadido al encuentro. Sin duda, era un reclamo extraordinario para los aficionados saber qué figuras del fútbol sevillano se pondrían la camiseta del eterno rival.

Para ello, lo más aséptico y justo era someter tal decisión a un sorteo. Y así se hizo. Con el siguiente resultado: los nacionales vestirían como el Betis y los extranjeros como el Sevilla. O lo que es lo mismo, serían los jugadores españoles del Sevilla los que cambiarían de colores y los extranjeros del Betis los que se pondrían la elástica del eterno rival. También decidió la suerte que el entrenador sevillista, entonces Luis Carriega, se sentara en el banquillo de los nacionales y el del Real Betis, en aquella época José Luis García Traid, en el de los foráneos.

Con el fin de darle mayor atractivo a la cita, se programó asimismo un partido en el que intervendrían los periodistas sevillanos. Un duelo de la Prensa contra la Radio en el que también se sometió al azar la indumentaria de los contendientes. Este determinó que los profesionales de los periódicos vistieran de verdiblanco y los de la radio y la televisión, de blanco. Y como refuerzos de lujo para cada uno de los conjuntos, se alinearon tres figuras de otro tiempo de cada una de las escuadras sevillanas. Con el equipo de la Prensa jugaron los béticos Del Sol, Esteban Areta y Rogelio y con el de la Radio, los sevillistas Antonio Valero, Baby Acosta y Santos Bedoya.

Lo que no necesitó sorteo fue el escenario. El partido tenía que jugarse en el Benito Villamarín, que era la casa de Vicente Bru. Y así ocurrió a partir de las cinco de la tarde del domingo 1 de octubre de 1978. Con un lleno espectacular que agotó el papel y obligó al esfuerzo de todos, incluso al de las familias de los periodistas, para facilitar el acceso del público. Las entradas para adultos oscilaban entre las 350 y las 100 pesetas y 25 las de las señoras y niños. Incluso se abrió una fila 0 a 100 pesetas.

Primero se disputó el choque entre los periodistas, que acabó con la victoria del equipo de la Prensa por 6-3, con una actuación estelar de Rogelio Sosa.

Después saltaron al campo los profesionales, en medio de una atronadora ovación, que también incluyó a los ocho representantes del estamento arbitral que tan generosamente se habían prestado a colaborar en el evento. El partido principal lo dirigió el colegiado de Primera División José Gallardo Fernández y las alineaciones fueron las siguientes:

Selección nacional: Esnaola; Pablo Blanco, Gallego, Alabanda, Gordillo: Ortega, Rubio, Cardeñosa; Montero, Megido y García Soriano. También jugaron Álvarez, Valencia, Eulate, Araquistáin, Sabaté, Benítez, López, Sánchez Barrios, Varela y Curro.

Selección extranjera: Gustavo Fernández; Ramón Blanco (jugador del Cádiz), Gerolami, Peruena, Killer; Mühren, Villalba, Murúa; Scotta, Hugo Cabezas y Bertoni. En la segunda parte el portero bético Manolo Campos suplió a Gustavo Fernández y actuaron asimismo Ortigosa (jugador del Cádiz) y Villasanz y Álvarez (que llegaron del Recre).

Como es natural, por los tiempos de restricción de extranjeros que corrían, en la selección de españoles hubo más presencia de futbolistas y, por ello, fue muy llamativo ver a tanta figura sevillista con la camiseta del Betis. Entre ellos, algunos iconos de Nervión como Pablo Blanco, Gallego, Rubio, Montero o Antonio Álvarez.

Entre los foráneos, hubo cinco jugadores del Real Betis luciendo los colores del Sevilla. En concreto, los defensas Peruena y Killer; el gran centrocampista holandés Gerrie Mühren; el delantero Hugo Cabezas y el portero Manolo Campos, aunque este último no tuviera esa condición de nacido fuera de España.

El insólito duelo lo ganaron los extranjeros por 2-0, con goles de Ramón Blanco y Murúa, pero el resultado fue lo de menos. Nadie se sintió particularmente feliz ni desdichado. El gran éxito se le atribuyó al público sevillano, a las entidades deportivas de la ciudad, y, especialmente, a la afición bética que respondió solidariamente.

Y a Vicente Bru se le tributó el homenaje que merecía como persona, como periodista y como bético. Un reconocimiento para siempre.

De todo eso, hará el lunes 40 años. Mucho tiempo. Tanto, que aquella tarde, en el partido de los periodistas, el joven que yo era tuvo la satisfacción de marcar dos de los goles del equipo de la Prensa.

Dicho sea con toda modestia y nostalgia.