HISTORIA | Cuando empezaron a cambiar las cosas
Se han cumplido 25 años del debut en el banquillo del Real Betis de Lorenzo Serra Ferrer, quien en 1994 lideró el ascenso verdiblanco a Primera en apenas doce jornadas
Por Manolo Rodríguez
El pasado miércoles 6 de marzo se cumplieron 25 años del debut como entrenador del Real Betis de Lorenzo Serra Ferrer. Un cuarto de siglo que lo ha situado en la galería de imprescindibles del club. Un nombre de culto que ha vivido distintos momentos históricos, siempre exitosos, ya que tras aquella primera experiencia que concluyó con el ascenso a Primera División y la vuelta a las competiciones europeas, se marchó hasta en dos ocasiones y volvió en otras dos, fechando su último retorno en mayo de 2017, cuando Ángel Haro y José Miguel López Catalán lo regresaron a Heliópolis con el cargo de Vicepresidente del Consejo de Administración y máximo responsable del área deportiva de la entidad.
Pero el principio fue el ascenso de 1994. De eso nos ocuparemos. El Betis llevaba entonces tres años consecutivos en Segunda y apenas restaban doce jornadas para el final del campeonato. Sustituyó en el cargo a Sergio Kresic cuando el equipo ocupaba la octava posición de la tabla y se encontraba a seis puntos del ascenso directo.
De cualquier modo, su nombre venía sonando desde meses antes porque el equipo no acababa de despegar. El máximo accionista entonces, Manuel Ruiz de Lopera, lo contrató en noviembre de 1993 con la idea de que se hiciera cargo de la plantilla de forma inmediata, pero una serie de victorias consecutivas frenaron el rumoreado cese de Kresic. Serra, entonces, comenzó a oficiar como asesor de la presidencia y acudió a varios desplazamientos para ver jugar a los verdiblancos.
Por fin, el 27 de febrero del 94 la situación hizo crisis. Una derrota en Toledo (en aquel famoso partido en el que Lopera se negó a que el Betis vistiera de blanco) provocó la caída del croata Kresic, quien lloró su marcha como si en el fútbol no hubiera pasado antes nada igual. Incluso dejó para la posteridad una frase que no dice mucho de su capacidad para prever el futuro. Dijo: "hay que perdonarlos (refiriéndose a la directiva) porque no saben lo que hacen".
Paradójicamente, lo que hizo la directiva al día siguiente, lunes 28 de febrero de 1994, fue contratar a uno de los mejores entrenadores del Real Betis a lo largo de su historia, el hombre que cambiaría el rumbo de los acontecimientos y el que más veces se sentaría en el banquillo de Heliópolis.
Serra situó a su lado al mítico Rogelio Sosa como segundo entrenador y habló con Gordillo para pedirle que fuera el líder del vestuario en esta hora decisiva.
Su debut oficial, como ya hemos dicho, tuvo lugar el domingo 6 de marzo de 1994, el día después de que el técnico balear hubiera cumplido 41 años. La primera vez que ocupaba el foso del Villamarín. Triunfo 2-1 ante el Bilbao Athletic, conseguido en el minuto 83 con un postrero gol de Aquino a centro de Olías. La impresión no fue ni mejor ni peor que en semanas anteriores, como si la reacción estuviera empezando a cocerse a fuego lento.
Sin tiempo para más probaturas, llega la vuelta de la semifinal de Copa contra el Real Zaragoza, donde un gol agónico de Roberto Ríos lleva el partido a la prórroga. Sin embargo, el tiempo suplementario se hizo eterno. El cansancio cuarteó a los verdiblancos, que muy pronto encajaron el gol del empate, obra de Poyet. De ahí hasta el final, todo fue una lenta agonía que se saldó con dos nuevos goles locales de Gay y Moisés, éste último de penalti. Total, un adverso 3-1, pero una magnífica imagen que hacía pensar que el equipo empezaba a ser otra cosa.
Tras el paréntesis copero viajaron los verdiblancos a Palamós, donde un penalti transformado por Aquino rescató un punto. Mucho mejor fue el siguiente turno casero. Goleada al Barça B y explosión de Ángel Cuéllar, la gran esperanza de la afición, de quien tanto se esperaba. Junto a esto, Serra tomó otras decisiones fundamentales: la de darle una camiseta de titular a Luis Márquez y prescindir del sueco Ekström, quien había llegado al club en la segunda vuelta.
Lo siguiente es Badajoz, donde gana un sábado por la tarde (gol de Olías) con sangre, sudor y lágrimas y se coloca con ocho positivos. La situación cara al ascenso se pone "inmejorable", según el propio Serra Ferrer. El Betis, en ese momento, ya es sexto.
Renacen las esperanzas y la goleada ante el Murcia, en gran tarde de Cuéllar ?autor de los dos primeros goles-, sitúa a los verdiblancos en plaza de promoción. Las diferencias se van reduciendo. En Castellón (gol de Ríos en partido intersemanal) arranca otro valioso punto y cuando llega el Cádiz al Villamarín está próximo el asalto a la segunda plaza de ascenso directo.
La victoria llega con holgura gracias a los goles de Julio Soler y dos de Aquino. Los verdiblancos ya son segundos en la tabla, por el momento empatados a puntos con Toledo y Compostela, y esa plaza la van a defender con uñas y dientes hasta el final.
Una semana después, el Betis juega en sábado. Gana en Leganés con tantos de Aquino y Julio Soler y su victoria mete presión a los más rivales más directos. De hecho, los de Serra Ferrer se quedan en solitario en la segunda plaza y con un doble turno casero por delante para ampliar más su ventaja.
Rafael Gordillo vaticina en esos días que el Betis subirá en Burgos y que el partido contra el Espanyol será una fiesta en el Villamarín. Y no se equivoca. Los partidos en Heliópolis ante Real Madrid B y Eibar se resuelven con enorme autoridad (ambos con sendos triunfos por 3-0) y con un trío de goles del Toro Aquino que lo sitúan ya de manera definitiva como máximo candidato para adjudicarse el trofeo Pichichi de la categoría.
Serra Ferrer reconoce a esas alturas que el ascenso está muy cerca, pero que aún queda Burgos. Y la tarde de Burgos es una fiesta. Victoria por 0-2 (goles de Márquez y Aquino) con masiva respuesta de la afición y otro hito que entra por derecho propio en la mejor historia contemporánea del Real Betis Balompié.
Los días siguientes se encadenan como una larga celebración que desemboca en el partido final contra el Espanyol de Barcelona. Última jornada del campeonato. Frente a frente los dos equipos que han retornado a la máxima categoría. Cae una mansa lluvia primaveral sobre el estadio cuando el equipo visitante le hace pasillo a los verdiblancos en su salida al campo. El estadio se llena a rebosar. Hasta el acabose, con despliegue generoso de peñas, pancartas, cánticos y banderas. Los béticos son felices.
Marca primero el Espanyol y después el Betis se queda con diez por expulsión de Olías. En el tramo final del partido el marcador da un vuelco. Empata Aquino en el 78 y ya eso parece bastante para la satisfacción general. Pero aún queda lo mejor. A tres minutos de la conclusión, un córner desde el costado derecho de la portería de Gol Norte lo cabecea Roberto Ríos a la red. El Betis ha ganado el día de la gran fiesta.
El público invade el campo en medio del aguacero y una honda sensación de felicidad lo inunda todo. Se multiplican los abrazos, los plácemes y el gozo. Tres años después se ha oficializado que el Betis vuelve a ser de Primera.
Esto significó la llegada a Heliópolis de Lorenzo Serra Ferrer. Exactamente que cambiara la historia. Diez victorias y dos empates, 22 puntos, que venían a confirmar que había amanecido el tiempo nuevo. Esa fecunda etapa que se iría consolidando en los años venideros bajo la dirección del técnico mallorquín.
El pasado miércoles hizo 25 años que empezó todo.