HISTORIA | El primer “exilio” en Huelva
En enero de 1985 el Real Betis debió jugar como local contra el Hércules en el estadio Municipal onubense por estar clausurado con un partido el Benito Villamarín
Por Manolo Rodríguez
Otra vez estamos a vueltas con la clausura o las sanciones al estadio de Heliópolis. Un asunto que cíclicamente ha llamado a las puertas del Real Betis Balompié y que, por lo general, siempre vino envuelto en la controversia o, directamente, en la injusticia.
Esta vez, y a raíz de lo ocurrido en el último derbi copero, el Comité de Apelación ha tenido en cuenta las alegaciones del Real Betis y ha rebajado la cuantía de la pena, aunque el club ya ha anunciado que seguirá recurriendo contra una decisión que considera desproporcionada y ante la que le han sido concedidas las medidas cautelares.
Pero no fue así en todos los casos. Dolorosamente, han sido ya varias las ocasiones en la que los aficionados béticos debieron abandonar el Villamarín para ver a su equipo en otras ciudades o en otros campos. Obligaron a ello muy distintas circunstancias que no siempre estuvieron debidamente fundamentadas, pero que ocurrieron. Y con las que hubo que apechugar, provocando una estela de recuerdos que, como pasa ahora, afloran a borbotones y traen imágenes entrañables de béticos viajando en familia, atestando las carreteras y demostrando su fidelidad allá donde el destino los enviara.
En la época contemporánea la memoria más remota nos conduce a Huelva. Hasta allí se produjo el primer desplazamiento masivo por mor de una sanción al estadio bético. Un hecho que comenzó a gestarse cuando corría la segunda mitad del mes de enero de 1985.
En esas fechas el Real Betis recibió en el Villamarín al Valencia. El partido fue malo y el conjunto visitante acabó imponiéndose por 1-3. Pero más allá de esto, cuando se jugaba la segunda parte se lanzaron diversos objetos al terreno de juego y uno de ellos alcanzó al árbitro Urizar Azpitarte y a uno de sus jueces de línea.
Nada dijeron de ello las crónicas periodísticas del día siguiente, pero el colegiado sí lo puso en el acta. Habida cuenta de que el Betis ya estaba apercibido de cierre por hechos similares, el Comité de Competición decidió clausurar el estadio por un partido.
De inmediato, la Junta Directiva, que entonces presidía el abogado Gerardo Martínez Retamero, presentó el correspondiente recurso ante el Comité de Apelación. Un escrito en el que argumentaba que el apercibimiento anterior a estos hechos había prescrito como consecuencia de la amnistía concedida al conjunto del fútbol español por el nuevo presidente de la Federación, José Luis Roca, quien había sido elegido apenas un par de meses antes.
Pero aquello no prosperó y se mantuvo el cierre. Terminantemente, le comunicaron al Betis que su próximo partido en casa debería jugarse lejos del Villamarín. Un mandato tan imperativo que los dirigentes verdiblancos ni siquiera plantearon un nuevo recurso ante el Comité Superior de Disciplina Deportiva.
Conocido que habría que abandonar Heliópolis, lo siguiente era elegir un recinto que pudiera acoger a los casi 18.000 socios que tenía el club en ese momento. A este respecto, no hubo dudas: la ciudad elegida fue Huelva por su proximidad a Sevilla y porque el antiguo estadio Municipal contaba con una capacidad cercana a los 20.000 espectadores.
El rival que visitaría a los verdiblancos en este partido del "exilio", como fue inmediatamente denominado por los medios de comunicación, sería el Hércules de Alicante, un equipo que andaba en los puestos bajos de la tabla clasificatoria, necesitado de puntos y victorias.
El Betis, por su parte, también iba renqueando por el campeonato. Se habían disipado los brillos del año anterior y ahora estaba en la mitad de la tabla sin saberse muy bien si iba o venía. Su última salida se había saldado con una fuerte derrota en Barcelona y antes de acudir a Huelva hubo de viajar a Oviedo para jugar el choque de ida de la cuarta ronda de Copa.
En el Tartiere ganaron los verdiblancos por 0-1, con gol de Suárez, en un partido que estuvo salpicado de anécdotas, por cuanto la luz se fue hasta en tres ocasiones, dejando el estadio completamente a oscuras. La primera de ellas ocurrió a los 6 minutos, tardándose un cuarto de hora en volver a la normalidad. Posteriormente, en la segunda mitad, hubo un nuevo parón que, en este caso, sólo duró 10 minutos. Finalmente, y cuando el partido estaba ya prácticamente concluido, hubo un tercer apagón que ya no soportó el colegiado, dando por concluido el partido. Como curiosidad, puede referirse que tras el segundo de los apagones el juego se reanudó con una falta a favor del equipo ovetense, dándose la circunstancia de que dos jugadores béticos, Parra y Carmelo, aún se encontraban en el vestuario.
El apoyo de Huelva
La expedición bética volvió a Sevilla el jueves por la tarde y hasta ese momento no cogió velocidad el partido que habría de jugarse tres días después en el estadio Municipal de Huelva. Había mejores ánimos en la plantilla y, para ese momento, ya se habían movilizado las peñas preparando el éxodo masivo de los aficionados béticos. Se pusieron entradas a la venta lo mismo en Sevilla que en Huelva, ciudad donde incluso se abrieron las taquillas habituales utilizadas por el Recreativo.
Junto a esto, desde la directiva verdiblanca y desde el propio vestuario se hacían públicas manifestaciones que elogiaban al público onubense y los invitaban a apoyar al Betis en su difícil partido contra el Hércules. Una manera de actuar que mejor que nadie expresó el entrenador bético Pepe Alzate, cuando, enfáticamente, declaró en las vísperas: "La afición de Huelva nos recibirá con calor".
Y llegado el domingo 3 de febrero de 1985 se cumplieron todas las previsiones. La expedición bética salió del Villamarín en autobús a la una y media del mediodía y, según quedó escrito en el diario MARCA: "La carretera Sevilla-Huelva fue una fiesta, una caravana a la ida y a la vuelta, en un día de temperatura primaveral. El estadio onubense cubrió con creces su capacidad, con aficionados colgados de cualquier sitio en arriesgados ejercicios de funambulismo".
El diario ABC de Sevilla, por su parte, lo explicó del siguiente modo: "Lleno hasta la bandera y público en blanquiverde". Tantos espectadores, de aquí y de allá, que la recaudación superó los tres millones de pesetas, una cantidad, sin duda, muy superior a la que se hubiera registrado en el Benito Villamarín de haberse disputado allí el encuentro.
Hechos estos cálculos quedaba claro que las cosas habían ido bien en lo económico. Pero las buenas noticias fueron aún más allá, puesto que también se dio muy bien lo deportivo, ya que el Betis se impuso por 1-0, tanto marcado por el espigado delantero Paco cuando se jugaba la segunda parte.
El choque, que se inició a las cinco de la tarde, fue dirigido por el colegiado madrileño Anastasio Mayoral Cedenillas y, a sus órdenes, los equipos presentaron las siguientes alineaciones:
Real Betis: Esnaola; Calleja, Alex, Carmelo, Casado; Parra, Ortega, Suárez (Romo, m.42), Gordillo (Diego, m.89); Paco y Calderón.
Hércules: Espinosa; Latorre, Cartagena, Mañuz (Fabregat, m.75), Rocamora; Parra, Baquero, Kempes, Reces; Abel (Luis, m.75) y Javi.
El gran héroe del partido fue José Ramón Esnaola, que estaba jugando su última temporada en el Real Betis. El eterno mito de la portería bética estuvo sensacional y en los compases postreros del encuentro le hizo dos paradones superlativos a Mario Alberto Kempes, el mitológico campeón del mundo de 1978, quien una vez culminada su feliz estancia en el Valencia había recalado en el Hércules para apurar sus últimos años de fútbol en España.
Una de las paradas fue de auténtico escalofrío. Jamás la olvidarán quienes la vieron. En el minuto 89. Kempes la empalmó con su zurda prodigiosa desde la media luna del área y la colocó en la escuadra. Parecía gol o gol, pero increíblemente la sacó Esnaola ante el arrebatador griterío del estadio. Kempes, entonces, se acercó al guardameta verdiblanco y lo felicitó.
Tras aquella victoria el Betis volvió a la senda de los peligros y apenas un mes más tarde fue cesado el entrenador Alzate. Después, la llegada de Carriega estabilizó al equipo, que se hizo grande en la Copa y alcanzó hasta las mismas semifinales.
Buscando antecedentes más remotos de partidos disputados por el Real Betis fuera del Villamarín, encontramos que 1978 los verdiblancos debieron jugar en Córdoba un partido de Liga contra el Jaén, aunque aquello no vino provocado por el cierre del estadio, sino porque se eligió el estadio de El Arcángel de esta ciudad como terreno neutral para un encuentro en el que el equipo jiennense había incurrido en una alineación indebida. Un episodio cargado de tensión del que deberemos ocuparnos con más detalle en el futuro.
Y, por supuesto, tampoco se pueden, olvidar, como ya contamos en su momento, aquellos dos partidos de Liga jugados como local por el Real Betis en el campo del Sevilla en 1980 al hallarse en obras el Benito Villamarín.
Pero más allá de todas estas circunstancias, en el recuerdo queda que aquella visita a Huelva en 1985 fue la primera en los tiempos modernos en la que una sanción al club obligó a que los jugadores del Real Betis hubieran de marchar de Heliópolis para actuar como equipo local lejos de casa.
Y con ellos, esa legión de de béticos viajando en familia, atestando las carreteras y demostrando su fidelidad por los colores verdiblancos.