HISTORIA | La barbaridad de goles de Enrique Morán
El extremo asturiano, autor de 39 goles en 76 partidos, firmó su último doblete en Almería, pocos meses antes de ser traspasado al FC Barcelona en julio de 1981
Por Manolo Rodríguez
Enrique Morán fue un formidable delantero que llegó al Real Betis cuando se acababa la década de los 70 del pasado siglo. Un extremo rápido y encarador que sólo vistió dos temporadas la camiseta verdiblanca, pero que dejó para la historia un promedio goleador tan extraordinario que merece ser recordado con todos los honores. Baste decir que anotó 39 goles en 76 partidos. Una barbaridad que acredita un registro difícilmente repetible: nada más y nada menos que un tanto cada dos encuentros.
Firmó por el Real Betis el 9 de julio de 1979, cuando ya era un destacado extremo derecho que se había hecho un nombre grande jugando con el Sporting de Gijón, y el club verdiblanco, presidido entonces por Juan Mauduit, pagó 34 millones de pesetas por su traspaso, en lo que fue una operación de enorme envergadura en aquel tiempo.
Nacido el 15 de octubre de 1953 en Pola de Lena, Enrique Morán se formó en el Ensidesa de Avilés, desde donde se proyectó al Sporting, con el que debutó en la temporada 1976/77. Allí permaneció durante tres años, erigiéndose en una de los futbolistas más prometedores del fútbol español. Incluso llegó a vestir la camiseta de la selección española el 14 de marzo de 1979 en un partido contra Checoslovaquia en Bratislava.
Meses más tarde, recién ascendido a Primera División, el Real Betis se convirtió en noticia nacional al conseguir los servicios de un futbolista tan deseado y cotizado. Se trataba de un refuerzo con mayúsculas que despertó una enorme expectación.
Su primer partido oficial con la camiseta verdiblanca lo jugó el 8 de septiembre de 1979 en el estadio Benito Villamarín, en el encuentro que abría aquel campeonato liguero contra el Rayo Vallecano.
Esa primera temporada formó dupla ofensiva con el uruguayo Hugo Cabezas y cuajó algunas actuaciones extraordinarias, entre las que se recuerda sobre todo el partido disputado contra el Sevilla en Heliópolis en el que materializó 2 de los 4 goles verdiblancos. Asimismo, hizo un hat-trick contra el Racing de Ferrol en la Copa y dos dobletes más contra la UD Las Palmas y el Valencia.
Mejor aún fue su rendimiento en la temporada 1980-81, esta vez acompañado en la delantera por el paraguayo Carlos "Lobo" Diarte. Firmó un brillante triplete en Las Palmas y marcó asimismo en las emblemáticas victorias verdiblancas de aquel año en el Camp Nou (1-3) y en el Vicente Calderón (0-4), en este último partido por partida doble.
De una velocidad vertiginosa, con un regate endiablado que arrancaba en la banda y buscaba el interior del área, Morán fue un goleador brillante y un delantero de mucho nivel. Tanto, que siendo jugador verdiblanco volvió a ostentar la internacionalidad absoluta con España en otras 4 ocasiones, llegando la primera de ellas el 24 de septiembre de 1980 en Budapest contra Hungría. Más tarde vendrían los choques contra la Alemania Democrática, Polonia y Portugal, encuentros todos ellos en los que compartió la camiseta nacional con Rafael Gordillo.
Su último doblete con la camiseta verdiblanca lo firmó en el estadio Franco Navarro de Almería, cuando el club indálico era aún la AD Almería y no la actual UD Almería. Aquel partido se jugó en marzo de 1981 y Morán lo resolvió con sendos goles en los minutos 67 y 72. El primero, al cazar oportunamente un balón que se había quedado suelto en el área y el segundo al aprovechar su prodigiosa velocidad para superar a los zagueros contrarios, plantarse ante el portero y batirlo por alto.
El polémico traspaso
En aquel viaje a tierras almerienses y durante toda la estancia en el Hotel Almerimar, cuartel general verdiblanco, el casi único tema de conversación entre el periodismo y los directivos era el rumoreado traspaso de Enrique Morán al FC Barcelona. Desde meses atrás, la prensa catalana afirmaba con rotundidad que Morán había sido traspasado por 50 millones de pesetas, pero la Junta Directiva del Betis se negaba a confirmarlo.
El presidente Juan Mauduit y su vicepresidente Pepe León lo desmentían casi a diario y repetían una y otra vez que, si la operación llegaba a concretarse, sería a cambio de mucho dinero y de algún jugador de jerarquía como los entonces blaugrana Hansi Krankl o Lobo Carrasco.
Y a fe que lo intentaron los dirigentes verdiblancos, incluso con la visita a la Ciudad Condal de emisarios béticos que volvieron con las manos vacías, casi al mismo tiempo que aparecían noticias increíbles como que el Betis podría jugar la Copa de la UEFA gracias a las maniobras cortesanas del entorno culé.
Pero es el caso que el Barcelona se cerró en bandas y todo lo más que ofreció fueron jugadores menores, canteranos con proyección, que ni con mucho cubrían las expectativas de la afición.
Así se anduvo mucho tiempo. Con réplicas y contra réplicas, hasta que en el mes de julio de 1981 se supo que todo lo que se había dicho era cierto, que Enrique Morán vestiría de azulgrana a cambio de 50 millones de pesetas y que ningún jugador barcelonista entraría en la operación.
Tal confirmación dejó en muy mal lugar al presidente Mauduit, presentado ante la opinión pública como un dirigente entreguista que no defendía del modo adecuado los intereses de la entidad.
La bola ya no paró de crecer hasta la Asamblea del club celebrada el 30 de julio de 1981 en el Teatro Lope de Vega. Ahí, Mauduit hubo de emplearse a fondo. Y lo hizo atacando. Atacando sin piedad al jugador, de quien dijo lo siguiente: "Morán se compró en 30 millones de pesetas y se ha vendido en 50. Se le intentó traspasar antes, pero no teníamos comprador. El Madrid no estaba dispuesto a dar un duro por él, pero tuvimos la suerte de que el Barcelona picó el anzuelo cuando por TVE saltó el rumor de que el Madrid lo quería. Morán tiene una artrosis en una rodilla y el Barcelona estuvo casi a punto de rechazarlo."
Como es natural, las airadas palabras del presidente bético caldearon los mentideros futbolísticos. Al día siguiente, fue el futbolista quien contestó con dureza. Y dijo: "Yo no tengo la culpa de que me malvendieran a escondidas. Estoy indignado y no voy a aguantarlo. No comprendo cómo se puede falsear la verdad de esta manera". Incluso el Barcelona se metió por medio, declarando el siempre comedido vicepresidente Nicolás Casaus que: "Mauduit ha estado fatal".
Sin embargo y, como suele ocurrir en los menesteres del fútbol, el culebrón no tardó en sofocarse. La prensa nacional, mayoritariamente, concluyó que la versión del traspaso ofrecida por el presidente bético había sido un golpe teatral y enseguida Mauduit se retiró de la porfía tendiéndole la mano a Morán y dejando claro que no quería más guerras en este asunto.
Total, que cada uno volvió a lo suyo y el Betis reemplazó a Morán con el fichaje de Hipólito Rincón. El futbolista, por su parte, se concentró en su nueva aventura en el Barça, donde, en conjunto, las cosas no fueron como él hubiese querido. Sólo rindió a satisfacción en la primera temporada en el Nou Camp, en la que jugó 34 partidos y marcó 11 goles.
A partir de la campaña 1982/83, ya con Maradona en el equipo azulgrana, su estrella empezó a decrecer por mor de las lesiones y la enorme competencia en el vestuario. Al año siguiente jugó muy poco en la Liga y en el verano del 84 se marchó al Atlético de Madrid, donde tampoco llegó a ser asiduo en las alineaciones titulares.
Al Villamarín volvió con el Barcelona en diciembre del 81 y con el Atlético de Madrid en septiembre del 84. La primera vez perdió y con los colchoneros, ganó. Dejó el fútbol a mediados de esa década y, desde entonces, es un bético más en Madrid, donde reside, sin olvidar, por supuesto, lo mucho que siente al Sporting de Gijón que lo vio nacer.
Sigue en estrecho contacto con la magnífica generación de jugadores verdiblancos que fueron sus compañeros en aquellos años felices y siempre que nos sentamos a hablar rememoramos sus goles, la barbaridad de goles que marcó con el escudo de las 13 barras.
Fueron sólo dos temporadas en Heliópolis, pero su recuerdo sigue muy presente en todos aquellos que lo vimos correr como un gamo y batir la puerta contraria como un goleador de raza. Un delantero como ojalá tengamos muchos.