HISTORIA | La emoción de Valentín
En 1988 el Real Betis derrotó al Valladolid con un gol de aquel extremo cordobés que prefirió venir al Villamarín cuando en Nervión ya daban por hecho su fichaje
Por Manolo Rodríguez
Al final de la temporada 1987-88 las cosas estaban apretadas. El Real Betis sufría por mantener la categoría y cada partido se convertía en un agónico trance sin margen para el error. Sobre todo, en casa, el territorio donde estaba obligado a hacerse fuerte.
A falta de seis jornadas para cerrar el campeonato llegó a Heliópolis el Valladolid. Un buen Valladolid, dirigido por el caballeroso Vicente Cantatore, que andaba rondando los puestos europeos. Para el Real Betis era otro cara o cruz con el ambiente cargado. Un estado de preocupación al que vino a sumarse en las vísperas el comportamiento del goleador Rincón en un partido amistoso en Córdoba. El delantero discutió con el árbitro, se autoexpulsó, y esto molestó mucho al entrenador Pedro Buenaventura, un ejemplar servidor del club que no podía tolerar que se le hiciera de menos al escudo.
Por ello, no lo convocó siquiera. Lo dejó en la tribuna y le mandó el caso a la Junta Directiva, que le abrió expediente. Para suplir a Rincón, Buenaventura tomó una decisión drástica y valiente: hizo debutar a Francisco Javier Zafra, un muchacho de 19 años que se había formado en los juveniles y que pasó brevemente por el filial.
Fue la primera medida urgente y osada que adoptó el sabio Pedro Buenventura. La segunda, también tuvo que ver con la delantera. Por primera vez en lo que iba de temporada sacó de inicio al extremo Antonio Valentín, un futbolista menudo y rápido que meses antes había sido protagonista de una monumental bronca entre los eternos rivales sevillanos.
Un impresionante culebrón que fue bautizado como "el caso Valentín" y que explotó en la vida futbolística sevillana el lunes 30 de noviembre de 1987. Ese día, el Sevilla FC esperaba anunciar la contratación del futbolista tras la firma del contrato que ya tenían redactado los servicios jurídicos de la entidad.
Pero Valentín no llegó nunca a Nervión porque a esas horas estaba en Córdoba fichando por el Real Betis. En una operación relámpago, liderada por el presidente verdiblanco Gerardo Martínez Retamero, el delantero cordobesista cambió de destino en unas pocas horas y se comprometió con el club de Heliópolis por cinco años, a razón de diez millones de pesetas por temporada.
El Córdoba, por su parte, percibió veinte millones fijos y tres más en variables en concepto de traspaso, y se garantizó la presencia del Betis en un partido amistoso a disputar en El Arcángel a lo largo de la temporada. Precisamente el encuentro jugado días antes de la visita del Valladolid en el que se autoexpulsó Rincón.
Valentín era un prometedor extremo de 21 años que había ascendido con el equipo de su tierra de Tercera División a Segunda B y que, a pesar de su juventud, ya había despertado el interés de muchos clubes de superior categoría. Intentaron ficharlo el Spórting de Gijón y el Atlético de Madrid, pero a finales de noviembre del 87 parecía decidido que se comprometería con el Sevilla.
El Betis, sin embargo, se adelantó a todos con una audaz maniobra. El preparador físico Diego Soto, cordobés y amigo personal del jugador, convenció a Valentín de que lo mejor para su futuro era fichar por los de Heliópolis, y otro cordobés, el gerente Ramón Tejada, fue quien negoció con el presidente del Córdoba, Enrique Cárdenas, haciéndole ver que la oferta bética era superior a la de su eterno rival.
Así aterrizó Antonio Valentín en el Betis aquel frío diciembre de 1987. La desgracia es que llegó lesionado. En su último partido como cordobesista, jugado contra el Sanluqueño, sufrió una lesión en el cuádriceps, de la que incluso debió ser operado en Madrid por el doctor Guillén, y estuvo cuatro meses de baja. Debutó en marzo y tras su estreno en Cádiz participó en cuatro encuentros, pero saliendo siempre desde el banquillo, en las segundas partes.
Hasta el partido contra el Valladolid. El 17 de abril de 1988. Domingo de Preferia. Un choque matinal que dio inicio a las doce de la mañana, a la misma hora que la Virgen de los Reyes concluía en la catedral la procesión extraordinaria que conmemoraba el Año Mariano. El Villamarín no se llenó.
Arbitra el murciano Pérez Sánchez y las alineaciones son las siguientes:
Real Betis: Salva; Calleja, Diego, Gail, Sánchez Vallés (Reyes, m.46); José Luis, Chano, Recha (Julio, m.38); Valentín, Zafra y Pato Yáñez.
Real Valladolid: Fenoy; Lemos, Gonzalo, Moreno, Rubén Bilbao; Manolo Hierro, Fernando Hierro, Minguela; Moya (Moré, m.61), Peña (Fonseca, m.76) y Cabrera.
El duelo en un tortuoso ejercicio de sufrimiento. El Valladolid no crea peligro, pero el Betis, tampoco. Realmente no pasa nada y la densa atmósfera de la mañana parece presagiar un empate que no quiere nadie.
Así se llega al minuto 72, ya en el último tramo del choque. El Betis ataca por la izquierda y Reyes le mete una pelota al espacio a Valentín. El extremo se anticipa y entra en el área rodeado de defensas. Recorta un par de veces y, de pronto, saca un derechazo al palo corto que no espera Fenoy. El gol estalla como un trueno en Heliópolis.
Valentín, entonces, echa a correr como un poseso hacia la tribuna de preferencia. Grita, gesticula e incluso se le saltan las lágrimas. Reconocerá después que nunca había vivido una alegría igual.
Su sorprendente carrera y su evidente emoción tienen como destinatarios a sus padres, Don Gabriel Valentín y Doña Carmen Casanova, que por primera vez han ido al Villamarín a verlo jugar. Les dedica el gol y siente que todo lo pasado en los meses anteriores (su conflictivo fichaje y su larga lesión) ha merecido la pena.
El Real Betis gana el partido y eso le permitirá seguir remando hasta la salvación definitiva en Las Palmas un mes más tarde. Justo el encuentro en el que será decisivo Zafra, el otro gran protagonista de la mañana contra el Valladolid.
Antonio Valentín permanecería tres temporadas más en el club heliopolitano, donde nunca llegó a confirmar las altas expectativas que había provocado su controvertida contratación. Le persiguió siempre la polémica que rodeó su fichaje por el Betis y nunca fue visto por la afición con los ojos comprensivos de lo que era, un joven futbolista en formación que hubiera necesitado tiempo y confianza para alcanzar su mejor rendimiento.
Se le pidió desde el primer día que fuera "el fenómeno" que el Betis le había quitado al Sevilla y eso no lo pudo cumplir. Por ello, en 1991 se fue al Castellón sin que nadie lamentara su marcha. Sin dejar mucho poso en el beticismo.
Lo que sí quedó para los anales del fútbol sevillano fue el sonoro conflicto que provocó su fichaje por el Betis y el desaire recibido por el Sevilla.
Y, junto a eso, su gol al Valladolid y aquella carrera emocionada buscando a sus padres en la tribuna.